En la
pared, el grafiti, peliaguda mezcla de monigotes de Haring y enloquecido kuang cao, batiburrillo
artístico
capaz de producir una grata impresión. El poeta cavila, no entiende la
caligrafía, ni siquiera es él mismo
para
conseguir una buena obra detestable. Grandes maestros
opinan
contradictoriamente: tanto la personalidad como la falta de apego resultan apropiadas.
Destiny
se ha infiltrado –caracterizada de milagrosa doncella– entre las dunas del
parque,
sus
recovecos melifluos donde enfatiza el agua su aria majestuosa y la hierba se
nutre de principios. El polvo
aturde
como en los mejores tiempos de la civilización; el humo
sorprende
por su inevitable ubicuidad, su prolija bastardía, la ternura con que aprieta
las manos de la luz. Tanta ausencia
de
motores confunde; pues la humareda surge de una generosa hoguera, barriles
llenos de desperdicios
combustibles
ordenan el deletéreo paisaje de la ilusión.
Cándido
círculo trazado alrededor de una estrella sombría; el ángel
conmemora
instantes prodigiosos, destruye espejos con el martillo de su voz, su cortejo
avanza
entre ladrillos pulverizados, ruinas, matorrales y espacio diletante –el vacío
y su gen fundacional–,
como si
el aire hubiera intercambiado su cuerpo con el fuego.
Cierto
estilo de lograr la salvación; acaso, la misión de una vida,
detener la belleza de las cosas y reconstruir el mundo bajo
la apariencia
de otra
realidad, con otro nombre (y otra caligrafía). Nuestro único trabajo siempre ha
sido morir, pero no en la cruz,
ni en la
batalla, sino en el torpe corazón de la poesía, junto a los renegados, a la
profundidad
natural
del sentimiento. El objeto del arte es la redención.
Ahora,
Destiny se ve idealizando una corriente de amor, su alma
concentra
un arsenal de soledades, un temperamento público cuyo propósito es la restauración
de la
divinidad. Amenaza con su espada, muerde con labios de oro, enciende la primera
vela del pastel. Su cabello
libera
una potencia entrañable, entre sus dedos, un gorrión busca la solidez del alba:
una nube mayor,
una
palabra acorde con la tinta rabiosa de los sueños.
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