Nótese: la pomada de sus labios, el fulgor inanimado de su
alma.
Destiny
frecuenta tugurios celestiales infiltrados de noche, una oscuridad orgánica.
Hay escaleras,
subterráneos,
estaciones clandestinas, gente que excava
con
cucharas, con las manos; gente joven que lo ha visto todo, ha visto:
las
bibliotecas, los penales, las torres blancas.
En el
Parque, una torre inversa que distribuye el tiempo y colorea la superficie del
mar (el que se piensa). Animales
que
aman con solidez. Las personas agazapadas de siempre. Un músculo
giratorio
al que se llama Sol, una tierra quemada que se bebe la hierba. El lugar del
milagro
es
cualquier punto donde no haya justicia
(o no
haya luz). El modo del milagro es cualquier modo, una barbaridad, un balbuceo
de palabras mágicas, un silencio
carcomido
de silencio. Destiny se bifurca, su belleza trasciende un plano
existencial
tras otro, es el amor de hoy y el de mañana, la música que enciende los motores
de un día de fiesta,
la
bandera de dios.
Nótese: la pureza de su nombre.
Las
nubes tienen apellido, la hierba se pronuncia en el idioma de las grandes
praderas, el humo
es un
bálsamo. En el sótano gigante, habitaciones enormes
donde
se interroga al mundo, hilos de sangre como arroyos de montaña, estrellas
declaradas
en ruina. El dédalo infinito de la conciencia. Allí, el ángel experimenta una
dulce sensación de humanidad, el frío
ecuánime
de la naturaleza, sus alas forcejean con el viento y producen
metáforas
de intrincado volumen, clases magistrales de supervivencia infernal.
Destiny
ha sobrevivido a: 1 paraíso en llamas, 1 melancolía exasperante,
1 eterno
trámite administrativo. Su boca está preparada para el último trago (el beso es
el mensaje) y el verbo
estacionario,
también para el discurso del éxodo. Relee la estela de su primer vuelo
terrestre, los ojos que se ven,
las
manos que se ocultan, pensamientos como sobras en la mesa del padre.
Nótese: qué ferocidad del universo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario