Este
afán distópico, panóptico, esa lengua feroz. El Parque existe porque está en el
Mundo
que no e
_ _ _ t _. En un mundo británico y feroz, daltónico y feroz, Jordan
observa el verbo, su propiedad
conmutativa,
tal reguero de significados; es como internarse por un ortigal común,
la
zarzamora de todas las óperas primas.
Se
habla el idioma poderoso, la lengua materna de asesinos y poetas. Cada párrafo,
trasunto del amor;
el súmmum
de las aves rapaces cabalgando mares de rugosa espuma. Tirad a la basura los
disfraces
felices,
aparcad el zarpazo del búho, obrad el dichoso equilibrio de la garza.
Jordan
ha encontrado unos prismáticos entre alambre de espino y parachoques
románticos,
los asientos destripados de una vida mejor; se dispone a otear gavilanes monteses,
pretende negociar un plan
inolvidable.
El horizonte es una casualidad que ha caducado hace un par de fiascos colosales;
los chicos
aseguran
que una nube de polvo se extiende por toda la provincia, que avanza impávida y
crepuscular acelerando contracciones (que es otro modo de helar los corazones).
Es un
asunto aéreo, angelical de alguna forma disputada, una suerte de caza
menor.
El azor ondea su bandera negra, obtiene la panoplia del Arte (arte, art…) y se resigna
antes
del acometer el ímpetu. Triste cielo practicante colmado de poemas de verdad,
todos imbuidos de ese afán
histórico
por la verdad (ese laudo genético).
Aquí se
exhala un fuelle pulmonar que no concibe otro sol ni otra frontera. Trasciende
el abrazo
carnal
de la materia, se remansa en cualquier piscina de cuajo, en cualquier mirada
llena de ojos grises. Oh, pletórico
retiro,
espejo de la brisa, cementera del frondoso verde itinerario. Caminar el hueco
espacio
de una sombra, irse en un picado fabuloso hacia la transitoriedad de la sangre,
su pecado
consciente.
Este es el territorio de la sangre; aquí,
se
resucita.
El
Parque es un medio Rastafari, motea sus extremos. Ancho;
se viene
grande por toda la Avenida distribuyendo azúcar, aceite y secretismo –fontanerías
del aire. Cien personas
leen el
penúltimo bostezo de la realidad, aterrizan frente al muro que habrá,
se
disponen a otear la hermosa cuesta, el fondo ingrávido de la poesía,
la sal
profunda de su herida en el tiempo.
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