Jordan
palidece, siente ese malestar grotesco ante la vida que se despliega (a
cántaros)
en su
presencia; incapaz de asimilar el ejemplo de otras personalidades sagaces,
otros universos, asigna
cualidades
modestas, cataloga condiciones vitales, determina caracteres con la pasión concreta
de la mocedad, el ímpetu
descarnado
de la contradicción.
Ya que
su mundo contiene la inédita vertiente literaria de:
la
selva contractual
el
corazón de una estrella cien veces más masiva que el Sol en la gran nube de magallanes
el
himalaya de marte
el
patio trasero de la casa de hojas – su pasillo animado
el área
x – 51 – del trapecio
la casa
de snoopy
el
laberinto del hotel overlook
(algo de color rojo k)
gente
y el
mar grumoso más allá de Alaska
Es un
universo dentro de la poesía y la maleza, retorciéndose ahí
como un
gusano en su manzana. Es una potencia fraudulenta; nada que contar. Entonces
la
gente no parece
de
veras. Es inútil; la sensibilidad se oculta bajo la alfombra de las emociones,
tras su tierna fachada juvenil y sus recuas
andróginas.
Jordan
–en otro momento– dinamita el blues en Central Park. Pero se halla en la
Avenida de siempre,
eje de
un organismo demacrado, realmente subjetivo y fantasmal, donde (se) espera el
milagro de la consternación.
Sin
mencionar animales corrientes, como moscas (que caen). Está en su lenguaje,
detenida,
esposada
a una cerca que un crío de pantalones raídos sigue pintando desde el principio
de la historia, los tiempos, la eternidad.
Aguarda
el instante ecuménico, el proceso insultante,
la hora
de comer. Hay un rimero de identidades que merecen
reconocimiento,
son admisibles, susceptibles de un giro retórico incluso de su agrado. El poema
se
marca un rayo de luz, se rebaja a la altura básica de las necesidades básicas:
amistad,
pernoctaciones, (tal vez) amor.
Jordan lanza un estilo consecuente:
¡al abordaje! Mejor que los poetas,
sufre lo suyo. Cruza el estilo florido
de sus piernas atléticas, hunde su mayestática sonrisa de celuloide,
en un pozo de sangre y fastuosa
decoración (notas amargas).
Arde un
trozo del mundo en la primera mirada después de la ocasión; los colores
retornan
a su caverna invencible, nada sentimental ocurre, solo que el espacio se
conturba con las insinuaciones
mecánicas
del ecosistema. Los_Ángeles
están
en marcha, vienen de LA con su música y sus vaqueros escurridos, rotos
en mil
pedazos de neón: su carne de león, su guión bajo _ carismático.
El
milagro se hace de rogar,
es una
tradición en los lugares,
en la
roca que corta la playa en dos renglones de calor, el acantilado y sus
defensas. Las mentes frecuentemente andan interconectadas
mediante
cachivaches privados (¡es la telepatía, estúpidos!); pero aun así se chilla de
lo lindo
(también
en la fineza del verso) hasta con un alma muerta entre los dientes.
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