Reactiva, la literatura se ha
precipitado por el acantilado hacia el mar hirviente.
Porque los ángeles han dejado de ser
personas.
Cuando:
Destiny
marca goles con el equipo de la universidad
Aconseja
a los pájaros
Discute
con la policía
Se
ha subido al tejado para ondear una bandera blanca
Se
ha subido al tren para dejar de fumar
Y basta. Ángel merodeador, nocturno y
asimétrico (su ala izquierda). Hiperpoetizada, sufre
una metáfora reciente que la mantiene
postrada y enigmática, su cabello se ondula hacia el oeste
siguiendo una geodésica radical, cada
partícula de su dedo pulgar anula la huella del destino, profetiza un paraíso
parecido al infierno.
Si
no es tan bella! Por ejemplo: ha ordenado al jilguero y ni caso. Su mano
de atleta ha conseguido dos puntos con
una parábola sumisa. A través de cualquier cristal, aterriza en la superficie
masiva del agua que gotea suficiencia
y presente como una prueba presencial, una prueba física, arqueológica
de la estructura literaria al uso.
No hace falta ser un poeta para conectar
con la promesa lunar, la mente del canto, su alegría
formal, su acción estimulante; hay una
coalición de autores nacionales que chantajea con su mal aliento,
divide la nada en triángulos de
chocolate rancio, barre el espacio con los pelos de la nariz, ingiere más
calorías
per cápita que un buey, desentona con
el arte. Ahí, el Ángel no tiene nada que hacer, solo
despliega un momentáneo duelo, solo
interviene con ese afán
intervencionista de los hechos razonables y las apariciones,
ese modernismo acorazado de las
máquinas dulcificadas por el agitprop y la fiebre ideológica.
Destiny
letrada y convergente, bellísima y depende,
loba
de la camada, bisonte adquirido al contado por la tribu para emocionar a los
turistas,
mariposa
decisiva, cometa, ala este de un monasterio sostenido en el tiempo,
en
el aire que florece de sogas y dardos y papeles fundidos (si al final es el
humo lo que importa).
Leer un libro es padecer una enfermedad
llamada alma, llamada clase, es tirarse de la cama, como quedarse
ciego, es abrir al azar la caja fuerte
de la memoria del mundo, como contar con los dedos
las heridas del mundo, besar la frente
de la patria perdida
y echar a andar.
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