Lírica firma una declaración expresa de inutilidad
pública e innecesariedad; todo lo demás
yace sobrante, abrasivo, enervante y molesto,
modesto también.
Lírica surge como de la espa(l)da del Ángel, nace
como un ala
siniestra, un aleteo introspectivo como de
murciélago
febril.
No abusen de ella, no consume sustancias poéticas,
su droga es el mensaje, su medio es la
retransmisión, su elenco se pudre en las estanterías.
Lírica fracasa a menudo en su crescendo, dormita sobre una pila de libros
estirados; odia. A la poesía hay que odiarla en un
sentido doméstico y frugal,
sin pasarse.
Pasen y lean. El poema es antinómico y aeroespacial,
es un mejunje, una putrefacción de las neuronas
propias del estilo. Acrobático, se acicala en un
palacete
rococó, rumia como un infante, intercede poco, pero
intercede.
La polémica está servida. Lírica sufre su inacción y
el acoso laboral de la obscena narrativa, con su sexo
irascible y su preponderancia carnívora. El espíritu
vuela, pero a nadie le importa. Está
visto que los personajes no tienen la culpa,
tampoco la banda sonora, que es un destello
insignificante, mas universal, lanza
partículas descatalogadas con incesante suspiro,
égidas en suspensión.
Otrosí: no produce, es improductiva según el eje
real; no disputa
el título con la energía decisiva imprescindible; su
cutis supura la grasa del milagro. Ah, es un Ángel
con la cara sucia de no haber.
Declaramos nuestra inmundicia privada, sana en un
sentido
sano, elegante, la vergüenza que nos impide: el odio
que nos asa lentamente
a la parrilla de la televisión.
#dutchessofsussex |
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