relatos, apuntes literarios...

miércoles, 24 de abril de 2019

LA inobservable


Ciudad es
piso sobre piso, como la torre de televisores de los grandes
almacenes; el muro donde los árboles se estrellan,
y los pájaros. Seguimos el rumbo estático de una mente atareada que construye, descarta materiales,
elige posiciones y formas. La forma todo lo compone; se puede escoger una máscara con la cara de Rimbaud,
resolver el rompecabezas de la gran manzana (ahora sin comercio vital ni milla de oro); ahora,
escaparates ortopédicos y gatos renegridos.

Nubes sin cáscara. Jordan anda perdida, extasiada con su tatuaje de Prince y su pelo rojo como el mar,
la ciudad exagera sin duda las contradicciones de un paisaje deslocalizado por la gentrificación,
es el espectro de ninguna parte, un desierto con ganas de vomitar. En los escaparates de las tiendas, se repiten
los monstruos y las interrogaciones, hay sillas de ruedas,
bastones y bastiones, postales polvorientas de la vida exterior.

En la literatura se describen ideales, en la poesía, estados. El estado actual de la materia es la extrañeza:
hablamos de olvido y deserción; el aire se comporta como si fuese el último
pedazo de pan encima de la mesa, como una sombra menor de edad, un mal trago redentor.

Desde cada ventana se divisa un santuario, un vaho universal,
ornamental, un área de sonido y misterioso movimiento cuajada de objetos que oscilan sus tamaños y sus trayectorias,
un aluvión de sucesos consecuentes, cortantes como tijeras abiertas. Desde cada balcón, los ojos
se dirigen hacia una nueva región inobservable.

Aquí las chicas llevan pantalones cortos y hay comida para llevar, Los Angeles arroja luz, Wu-Tang
suena y Wu Ming sintetiza, aquí los graves y los sintetizadores, el grito unánime de la energía, la ignorancia
puesta encima de la mesa como un cacho de pan, con ese mal gusto del hambre y sus flaquezas. Jordan se ha perdido
la noticia, el eco, el fogonazo cruel que ha deshecho la claridad del sol. La ciudad se ha contenido en un instante,
se ha renombrado para los pasajeros, y todo ha vuelto a ser de otra manera.
Siempre igual, pero de otra manera, como siempre, pero a cámara lenta, diferente,
pero en otro lugar.


David Wojnarowicz

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