Ciudad
es
piso
sobre piso, como la torre de televisores de los grandes
almacenes;
el muro donde los árboles se estrellan,
y los
pájaros. Seguimos el rumbo estático de una mente atareada que construye,
descarta materiales,
elige
posiciones y formas. La forma todo lo compone; se puede escoger una máscara con
la cara de Rimbaud,
resolver
el rompecabezas de la gran manzana (ahora sin comercio vital ni milla de oro);
ahora,
escaparates
ortopédicos y gatos renegridos.
Nubes
sin cáscara. Jordan anda perdida, extasiada con su tatuaje de Prince y su pelo
rojo como el mar,
la
ciudad exagera sin duda las contradicciones de un paisaje deslocalizado por la
gentrificación,
es el
espectro de ninguna parte, un desierto con ganas de vomitar. En los escaparates
de las tiendas, se repiten
los
monstruos y las interrogaciones, hay sillas de ruedas,
bastones
y bastiones, postales polvorientas de la vida exterior.
En la
literatura se describen ideales, en la poesía, estados. El estado actual de la
materia es la extrañeza:
hablamos
de olvido y deserción; el aire se comporta como si fuese el último
pedazo
de pan encima de la mesa, como una sombra menor de edad, un mal trago redentor.
Desde
cada ventana se divisa un santuario, un vaho universal,
ornamental,
un área de sonido y misterioso movimiento cuajada de objetos que oscilan sus
tamaños y sus trayectorias,
un
aluvión de sucesos consecuentes, cortantes como tijeras abiertas. Desde cada
balcón, los ojos
se
dirigen hacia una nueva región inobservable.
Aquí las
chicas llevan pantalones cortos y hay comida para llevar, Los Angeles arroja
luz, Wu-Tang
suena y
Wu Ming sintetiza, aquí los graves y los sintetizadores, el grito unánime de
la energía, la ignorancia
puesta
encima de la mesa como un cacho de pan, con ese mal gusto del hambre y sus flaquezas.
Jordan se ha perdido
la
noticia, el eco, el fogonazo cruel que ha deshecho la claridad del sol. La
ciudad se ha contenido en un instante,
se ha renombrado
para los pasajeros, y todo ha vuelto a ser de otra manera.
Siempre
igual, pero de otra manera, como siempre, pero a cámara lenta, diferente,
pero en
otro lugar.
David Wojnarowicz |
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