Arte es no saber lo que
hace tu mano derecha, es un procedimiento
explosivo; en el Parque
existen materiales de derribo plenamente conscientes
de sus atributos y su
propiedad intelectual, pedazos de terreno sin ocupación alguna
dispuestos a servir a la
elevada recreación artística. Oh, de la superficie
surgen los modelos, del
rostro impávido de la roca nace la silueta del bisonte*. Todo está en el
interior,
en nuestro interior y
afuera, en aquella otra profundidad abisal propia del paisaje, del planeta;
pues hasta
el centro de la tierra
se amontonan capas y mas capas de realidad desbordante
unidas por el denominador común de la mera existencia y la simple reducción a
una serie
de coordenadas espacio-temporales.
La historia del Arte será
la historia de la ceguera y sus consecuencias físicas. La historia de lo que
está
ahí, de lo que es, de lo
que no se ve bajo la tierra, ni bajo el agua, ni por encima
de las nubes; nuestra
visión es tan romántica, se limita a un mísero
rango de tamaños y moldes,
un estrecho espectro coloreado por la luz. Pintamos la valla de amarillo
canela, pintamos un
cuadro tras otro y los exponemos a la excitación
pública, organizamos
maratones creativos con el foco puesto en la repercusión final de la
ocurrencia
estética, reverenciamos
al artista henchidos de egoísmo.
Ah, en el Parque no se
da ese espíritu pancista de la clac, esa mutación
arrogante. Aquí la
naturaleza se pronuncia a cada rato con la contundencia y el desapego
convenientes; aquí la
naturaleza es el antídoto, es el museo nacional de pega, la galería zarista,
aquí la colección
precede al coleccionismo. O es que el Arte se considera algo innecesario.
El pintor atesora su don
en la intimidad del subconsciente, pero dibuja
cruces en la arena con
un dedo, peces también de proporciones áureas; el poeta es un cantante de
góspel,
el escultor edifica cartujas
que echan a volar como aves mitológicas, en un mundo
sin clima, construye
hogares, enciende el fuego del hogar,
excava pozos y profetiza
cercados. Aquí los árboles diseñan su vestuario, los pájaros son
compositores, el cielo
es un documento fundacional.
Arte es no saber,
reconocerse en la ignorancia
canina y el flirteo con
la desmemoria, ser paladín del olvido germinante, ser un ancla,
pesado como un ancla,
pesar lo mismo que una onza de vacío verdadero, que una cucharada
de materia extraída del
núcleo de un belicoso púlsar; ¿qué pesa más, un gramo de vergüenza o uno de
amor?
Arte es amar la faz de
la tierra, sus dos metros fosilizados en vano, el sustrato donde los huesos
residen y fructifica
la sangre, donde la mano izquierda convive con el odio,
la sangre, donde la mano izquierda convive con el odio,
retorna a su primer
estado de facilidad y holgura,
su cualidad restauradora,
su ingenio social, a la primera imagen
grabada en la piedra como
un descubrimiento.
*ver
John Berger: ‘Los pintores de la cueva de Chaubet’.
No hay comentarios:
Publicar un comentario