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martes, 18 de febrero de 2020

los trenes siempre llegan a la luna


Los trenes siempre llegan a la Luna
y siempre van cargados de esperanzas:
te pones a su lado y los alcanzas
a golpe de fortuna.

Pasa el ferrocarril a ras de cielo,
yerguen las vías férreas su estatura
y así, contra natura,
labran surcos de acero por el suelo.

De grandes esperanzas, la carga minuciosa,
el peso equilibrado, el fardo consabido,
el pésame debido
a cuenta de la tierra de la fosa.

Las vías como surcos, las vías como venas,
decididas y firmes hasta tu sombra firme
y el humo que te dice: debo irme,
y se va con un eco de cadenas.

Que arrasa la cordura de la hierba insumisa,
debilita el rumor de las raíces
y cubre de profundas cicatrices
la piel de tu sonrisa.

Los trenes se dirigen al destierro
en todas direcciones,
cargados de razones
que pesan como lágrimas de hierro.

La hierba abre un espacio en la memoria
de cada pasajero, un hueco tenebroso
donde el recuerdo pesa y deja poso,
su huella transitoria.

Llega el ferrocarril, carne de nube,
hasta tu sombra helada,
y el humo que te ve y no dice nada,
que solamente sube.


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