Verás pasar un largo
expreso de memoria concentrada,
tú, testigo de cargo
de tanto nuevo día y tanta noche usada.
Que preferiste ser amada, como ahora
en este verso impuro,
su presentida aurora.
Eres la Primavera que lo ilumina todo,
tu sombra es un crisol de amaneceres,
trabajas con el Sol, codo con codo,
trabajadora de la luz que eres.
Eres como el invierno que desertiza el cielo,
una nube en el pecho de la Luna
granizada en el vientre de una gélida duna,
artesana del hielo.
Verás pasar un largo verano entre dos soles,
tus ojos soñarán el débil espejismo
del fuego que difunde sus charoles
entre la claridad y el hondo abismo.
Serás amada como deseaste,
con ese afán exacto,
con la vista, el oído, el suave tacto,
el verso que envejece sin desgaste.
Tú preferiste el fuego a la cordura,
antepusiste el Arte al juicioso tormento,
la poesía al buen comportamiento,
el amor al amor que no tortura.
Cuánta belleza esconde
la mariposa que en tus ojos vuela,
que solo ante el fulgor del Sol responde,
aunque la luz le duela.
Verás pasar los días
unidos entre sí por una soga:
es la vida, que ahoga,
apenas una suma de lentas agonías.
Emilie, por tu nombre irán pasando
el desfile del tiempo, la procesión del luto,
la vida, que es el cómo, el dónde, el cuándo,
la muerte, que es el tiempo que va dando su fruto.
El tiempo es el estilo de la nada,
la forma depurada, el trago amargo,
la mano que ejecuta el decisivo embargo,
tu mano delicada.
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