nuestra ignorada división avanza,
vivos los ojos a pesar del llanto
que continúa obrando su matanza.
Qué firme artillería del quebranto
capitanea nuestra desconfianza
y qué serenidad de camposanto
desde tu voz eterna nos alcanza.
Hacia tu nombre, Claire, hacia tu boca
que en verso muda todo lo que toca,
convierte en oro todo lo que besa.
Hacia tu corazón, nuestra ignorancia,
oscureciendo el cielo azul de Francia,
algo de sombra que a la luz regresa.
Tu voz suena en el mundo, tú qué sabes,
funde la claridad con el asfalto,
trepa un hilo de Luna, suena alto,
es el agua potable de las aves.
Tú qué sabes de agudos y de graves,
si tu voz es un cruce de contralto,
es el Empire State del sobresalto,
el puerto de las nuevas astronaves.
Tu voz quema ciudades, arde sola,
vuela con un feroz viento de cola,
nadie sabe de dónde viene adónde
va tan deprisa y siempre de vacío,
luz que congela el corazón del frío
y solo ante los ángeles responde.
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