Asomarse a la barandilla de su mente, ese clúster
antológico, acodarse en la barra libre de su mente –tan
cerca de la vida–,
y regocijarse en la tormenta.
no tiene nada que ver; solo la poesía es contingente, importa.
Solo la belleza. (Pues) un poeta
participa en el certamen de poesía erótica (y ni siquiera
se contradice), presenta
un objeto de mal gusto que inmediatamente es llamado
poema y, sin embargo, es bello.
gatea entre las sábanas. Su palabra se difunde
entera, sílaba a sílaba, se acentúa en el recuerdo.
vuela por encima del cuerpo, es un cuerpo astral que transita
emergente, remonta ciertos laberintos
materiales incluso vedados a su indagación, incluso poco
meditados. Su belleza
es un incendio tras otro (así aparece), ofrece una
inusual
concentración de predicados salvajes, el núcleo absorto
de la suavidad.
represado y propicio. Acodados en la barra americana de
la poesía tratando de traducir el epitafio
adecuado, de introducir un panegírico obsceno, procurando
situar el verso en la tierra de nadie del desafío
carnal, a muchos dólares de distancia del éxito.
de estilo. Asomados a la barandilla del miedo con un vaso
en la mano y una cruz en la frente,
solos frente a la tempestad y el orden. ¡Qué degradación!
son dos llamas oscuras de idéntica
medida.
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