Duermes y te acribillan a balazos. Estás soñando
y te fríen a tiros, te alcanzan a mansalva, con alevosía,
con saña. La muerte
duele como algo realmente perfecto. En el sueño, la
muerte no es real, es solo un simulacro inoportuno,
queda pendiente de algo, algún documento, alguna cruz. La
sangre palidece como un rastro
en la nieve, surge del pensamiento como una fotografía en
blanco y negro.
junto a una deliciosa ensalada de verbos, regurgitando la
probidad académica de tus renglones, esa horizontalidad
cabal del horizonte estético, esa publicidad luminosa y hermética,
ese ansia culpable por formar
parte de la jerigonza editorial. Y van
y te disparan en la nuca, y te estalla el primer verso y
lo pones
todo perdido de sesos biempensantes.
poseído de una estupidez heroica, coronándote en la
materia; ahora que solo respondes ante el amor
y su beneficencia, su espíritu corriente y tan común
como una mañana de domingo, su alma tan cualquiera
derramada en salvas
impactantes, campanadas de fiesta, descargas de una
alegría tan simple como el oleaje, ahora mismo,
cuando solo tienes una cosa en mente y un único esfuerzo
requiere tu entereza. Entonces,
te disparan a bocajarro y te aciertan de lleno, y no llegas
a articular palabra,
ni siquiera la palabra amor.
tu récord de velocidad, los ojos se te salen de las
órbitas, las manos se te hospedan en el viento,
piden hora en la pista, la voz te da de baja los
sentidos, el verso
te acogota, te silencia, te pone contra la pared y te
cachea como un auténtico policía ful. Y tú, festivo, festoneas
la realidad con actitud a ultranza y tu risa florece en
el asfalto. Piensas en el sol que luego
baja las persianas de la tarde y oscurece el mundo con su
abrazo. Pasas y recibes el primer
disparo en la rodilla como una rosa clavada en la
rodilla, y el segundo ya te crucifica,
cristianiza tu costado, te civiliza a la vez que te corta
la respiración.
como muerto, en brazos de la apnea, honrando el dominio
de la soledad absoluta,
siervo del infinito que saluda tu quietud. Y entiendes
que te han asesinado, que la vida era esto,
apenas un recuerdo imperdonable, un sueño en falso: alguien
que mira a través del cristal, que te mira de frente y te remata
con todo el duro nervio de su corazón.
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