Escribir por escribir;
el poema se describe solo, se tacha, está en racha, se
borra solo (se emborracha), se obra
como una casa en obras donde vive la gente corriente
(sola).
una instantánea fósil de papá y mamá festejada
de inmediato por la crítica:
mamá que era lesbiana pero como si no, papá que zurraba a
su prole con el cinto, pero sin maldad –pelillos
a la mar–, porque empinaba el codo y no se podía
contener, de lo más comprensible. De eso va el texto en
líneas
generales, algo de Anne Sexton en líneas generales (entre
líneas aparece gloriosamente en blanco).
vigas maestras, escalofriantes monosílabos. Por ejemplo los
que visten bien, los que hacen ejercicio,
los que no beben más de la cuenta, comen con moderación,
los que pueden ser descritos con elegancia común y
economía expresiva, con dominio de la técnica
narrativa impartida en los talleres literarios.
como en una pared, una puerta de hierro, docta escritura
automática, tinta
invisible y agua de limón, indivisible escritura
(proindiviso) propia de un taller de reparación.
Al César lo que es de dios. Sin creer en dios el poema,
sin embargo, se persigna,
se arrodilla ante el altar del éxito (o del léxico: es un
negociante, a su manera).
ilegible de palabras y espacios, como un silencio discrepante.
No es que existan tanto, no es que haya que creer. Pero
Angel-Haze,
Destiny, Aaliyah, Destiny®, prefieren el mundo. Como Musas se
muestran
romántica. Y así no vamos a ninguna parte. Es por
escribir, por no hacer otra cosa; al fin y al cabo
es lo normal, tiene forma neutral –estilo andrógino– para
ser tan angélico; la crítica lo desprecia por sus adjetivos
calificativos, su gonorrea musical. La crítica lo
desprecia, pues sus protagonistas
son sistemáticamente originales.
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