Ahora vemos sus ojos, no solo las plantas de sus pies,
las venas
madres, la proporción exacta del tobillo. Hay una
inundación de tierra que molesta,
ensucia un poco; el cielo se reprime, interroga, adopta
un lenguaje insospechado que no responde al mandato de la
física, yace inconsciente, pues.
los valles han tramado una elevación astral. Las palabras
abordan el problema peliagudo, sintáctico, brutal de la
resonancia. Repetición o acorralamiento (una de dos);
el arte apostaría por el ensamble discreto de un concepto
mayoritario, presentido, bien pensado,
explicado con profusión de imágenes
concretas, malas interpretaciones del espacio real.
aguerrido de la nueva crónica; detrás de todo pensamiento
hay un brazo
poderoso que echa raíces, arranca ensoñaciones. El verbo
ha quedado en nada. Por la ciudad
circulan accidentes y derribos, los rayos reducen la
población, las nubes crean un ambiente irrespirable,
demasiado promiscuo, un aquelarre químico que desbroza
las aceras,
reconquista las copas de los árboles.
trata de sobrevivir. El tiempo se debe a su potencia:
infinito + 2. Elevamos los valles a la altura
cósmica de la narración y nos introducimos en la
historia, desnudos y pobres.
brillan como soles de terciopelo, blandas y flexibles.
Trae un rectángulo
azul cortado a pulso, una letra W gigante, un lazo
amarillo cosechado en la guerra contra el sol. Su voz
comparte tono con el agua, volumen con el aire, destino
con la tiranía de la eternidad.
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