Lo que florece en el cielo es diferente a la flor,
se llama una mirada y transmite la calma de las grandes
estaciones, la paz de los pequeños desperfectos. Fundamental
es atisbar la germinación
espontánea de materiales felices, se supone que una
columna de pórfido
resulta maleable en manos del escultor
apropiado, artista del cincel y la palabra; pues el verbo
consuma su aplicación metamórfica y da lugar.
de la realidad, es necesario. Parece una fortaleza
inmóvil, vehículo para el lucimiento de la naturaleza.
hemos reducido la distancia precisa para las
elucubraciones, pero carecemos
de la energía imprescindible, nos movemos a cámara lenta
entre gigantes de pasos misteriosos,
dioses livianos.
a la primera escena del drama con un vestido atareado, su
estilo
deportivo o de alondra, su maravillosa diacronía. En la
mano, una rosa inestable, sujeta al principio
de incertidumbre del lenguaje poético (siempre viva en el
verso).
cruza las manos, los labios, la cintura. Se mezcla
con la claridad indescriptible del último poema: como
describir una paloma, interrumpir un grito
(solemnemente). La puerta yace
abierta en tres sentidos, su influencia suena como una
melodía
desierta; ah, nos gustaría volar, tenemos la nostalgia,
solo nos falta un toque
de santa, desafiante inmadurez.
Jana Brike, 'The Witchlight Hour' |
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