Como
Albertine, con el mismo desgarro en el tobillo, el mismo
desarraigo
percuciente y seminal, la misma amargura de saltar y no atreverse, de no ver lo
que hay
tras
el muro de la noche. El mismo presentimiento
y
la misma concentrada indisciplina.
seres
testarudos. Hay tantas avenidas como venas, tantos
horizontes
como cabellos, como flores amarillas.
matemática
y repetimos el mantra numérico que nos tranquiliza. Asistimos
atónitos,
actuamos como humanos pero
somos
otra cosa, contamos una historia que nos desobedece.
haya
prometido una victoria, que seamos héroes. Nuestra
formalidad
no se ajusta al funcionamiento de este mundo, a los acontecimientos: he ahí la
problemática.
principal
es la percepción errónea y como aterciopelada y como
estropeada
de la sana y pura actualidad. Leemos como se lee en inglés (tal vez), soñamos
atardeceres
habituales, mutualizados y panópticos.
hasta
los prolegómenos de Laura ―que protagoniza un remake. Qué miedo da el futuro,
lo plausible,
aquello
que pudiera suceder, el amor. Qué horror de la naturaleza.
dentro del Arte es decir mucho más allá, lejos del fondo donde la crítica se obstina, en un lugar remoto que es el verso
relatos, apuntes literarios...
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