sábado, 14 de agosto de 2021

inadaptados del ritmo


Como Albertine, con el mismo desgarro en el tobillo, el mismo
desarraigo percuciente y seminal, la misma amargura de saltar y no atreverse, de no ver lo que hay
tras el muro de la noche. El mismo presentimiento
y la misma concentrada indisciplina.
 
Inadaptados. Destiny® ha crecido y ya colecciona gamberradas (nos abandona); los Ángeles son
seres testarudos. Hay tantas avenidas como venas, tantos
horizontes como cabellos, como flores amarillas.
 
Ahora conectamos el astrolabio de Binti, su hondura
matemática y repetimos el mantra numérico que nos tranquiliza. Asistimos
atónitos, actuamos como humanos pero
somos otra cosa, contamos una historia que nos desobedece.
 
Tampoco es que la sangre
haya prometido una victoria, que seamos héroes. Nuestra
formalidad no se ajusta al funcionamiento de este mundo, a los acontecimientos: he ahí la problemática.
 
Principalmente, el problema es el ritmo (Belinda Carlisle importa); el obstáculo
principal es la percepción errónea y como aterciopelada y como
estropeada de la sana y pura actualidad. Leemos como se lee en inglés (tal vez), soñamos
atardeceres habituales, mutualizados y panópticos.
 
Divinizados a puñaladas, a sacos de polen; el humo asciende
hasta los prolegómenos de Laura ―que protagoniza un remake. Qué miedo da el futuro, lo plausible,
aquello que pudiera suceder, el amor. Qué horror de la naturaleza.



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