Contra
su alma, el pensamiento, la inequívoca fuerza de la mente
distribuyendo
amor. Sobre su alma,
el mar
con toda su pobreza -el vientre hinchado-.
Un
impulso que está escrito pero no se deja oír, no se puede decir de esta manera
ajena
del lenguaje, esta forma probable de las sílabas, este color
azul de
las palabras. Hay un terreno aparte, lejos
de
aquella fortaleza del sueño, aquel instante de muros agrietados,
su propia eternidad escalofriante.
Su alma,
la que se balancea suelta, la que va y viene en su levitación tranquila, la que
regresa inmaculada.
Órbita
que describe su zozobra, la obra suya tan personal, obra de un millón de vidas;
el
milagro de la chica-milagro, descalza como solía, como suele
(también
en invierno).
Ella que
ha devuelto al cojo la salud, enviudado a la más tierna edad, que se ha quedado
huérfana.
Ella que ha sanado a las multitudes agolpadas en torno al tanatorio y sus accesos
fúnebres,
colapsado
las urgencias de vacío, asistido a los héroes nacionales,
astronautas
y demás especies. Su mano nada blanca, su mano oscura como un reino, oscura
como bajo un puente,
maravillosamente
ha rociado el tacto auténtico de la verdad.
La policía preguntó, hizo
indagaciones, investigó el mal trago de los supervivientes,
que por lo general hablaban de
una pequeña diosa, una muchacha
idílica. Lo más interesante: su
cabello estremecedor.
Una
pequeña procesión de bandas y bandadas, lazarillos hambrientos, ciegos que lo
fueron,
una
estampida de caballos célebres, zorros heridos en una pata, perros atados a su
infancia y su naturaleza. El corro
de los
artistas, en última posición, disputándose las sobras del banquete,
henchidos
de cerveza y liquidaciones.
Nada que
cantar, nada que exprimir, el arte puesto en fila, dilapidado en frases carroñeras,
solos de
guitarra y rimas de guitarra eléctrica. El tamaño pesado
de sus
dilaciones, balbuceos y metamorfosis. Pretensiones y mal karma, el recurso a la
locura
y la
fruición del suicidio, su performance. En síntesis: las drogas y sus
antecesores, las drogas
y sus
morfemas, las drogas y sus adquisiciones, sus trípticos de cuatro metros, sus
ácidos colgados,
su
palanca.
Ella en
su carrusel atemporal, contenta como en el siglo diecinueve: qué vestido
estampado, qué moderna
silueta (trenzas
tan musicales). Gateando como una Alicia
en
ciernes. Y mañana las mismas sombras, el mismo sombrero de copa, semejantes
historias de depravación:
el
parque y sus escenas, la casa de socorro y el comedor social.
El mundo
entero contra todo el mundo.
Para
siempre. Como siempre.
Y para siempre y como siempre la poesía sigue viva.
ResponderEliminarY ahí seguimos con esta manía de escribir un poco cada día. Amén.
Abrazos
Hola, Emma. ¡Qué alegría verte por aquí! Gracias por acercarte. Y sí... La escritura es un refugio agradable. Besos y gracias de nuevo.
Eliminar