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sábado, 24 de octubre de 2015

un poco de historia


APUNTES DE UN VIAJE SIN RETORNO


Brillan en el subterráneo como ascuas los ojos de la bestia. La chica-milagro es
la chica de hoy: espera el transporte colectivo. Por este espacio colectivo pasa el tren -no se detiene-
con las ventanillas bajadas y ese traqueteo universal. De los pasillos del tren surge una vida
diferente, de otra nación, un cuerpo en movimiento. El tren que pasa por el campo
despierta a la bestia, que dormitaba desde hace un mes
o dos.

Los ojos se han fijado en el vivo retrato callejero de un poeta muerto. El tren
dispara su llegada, la sirena es un arma. Es un viejo mercancías, ni un expreso. Los vagones fueron la casa
de alguien, alguien que dibujó su rostro en el techo metálico como si fuera un corazón en la corteza del árbol.

El espejo difiere de la realidad en un punto ideal. La chica obra su espejismo
sobre esa bisectriz, la intersección oportuna, línea divisoria o frontera; hay un check-point que no soporta
el paso de las series acordadas, no se gana el sueldo y entorpece, pide la documentación
con diligencia y una pizca de maldad. El tiempo se ha detenido entonces en un susurro: no hay papeles suficientes
en la tierra. Se ven familias sin ancianos, jóvenes sin nada que comer.

Dentro del pasadizo, la chica-milagro se comporta con estoicismo, realiza su número, adopta
valientes posturas individuales, se convierte en la protagonista de una historia más,
entrelazada en segundo plano con otras líneas vitales desconocidas por el momento. El prodigio
consiste en la desaparición de las personas, que se desintegran
en partículas vibrantes.

Entrando en la estación, los pasajeros no son conscientes del extraño viaje, experimentan
alivio y comprueban sus pertenencias: las maletas están en su lugar, las alhajas, el dinero, el reloj está en el bolsillo
del pantalón. El destino es lo de menos. No hay guerra aún. Los uniformes guardan un aire
festivo y las muchachas lucen sus faldas por debajo de la rodilla, fuman,
sonríen y leen sus novelas cortas en francés.






UN POCO DE HISTORIA


El tren describe una curva y desaparece hace un segundo, hace un kilómetro atrás. Es un tren
alemán que se adentra en Europa, siempre el mismísimo tren,
por los siglos. Los días pueden ser hermosos también. Ahora, la chica abre los ojos. Dicen que viene de América.
Hay un lugar entre la calle 110 y Park Avenue en Nueva York y la Avenida South Presa en San Antonio
donde transcurren sucesos interminables, acontecimientos
tales como la subordinación de una rosa, y sin antecedentes.

La cita es en una plaza de la Niza ocupada. Ser judío es casi una apariencia. Lo es todo. Funcionarias
tradicionales se ganan el cielo de los poderosos. Ahí, la chica-milagro exhibe su poder, su melena azabache
tritura el aire y combate con el mar. Tanto cielo no puede ser más azul
solo para ella. Las columnas, los tanques arrancan hacia Italia. La policía, entretanto, es un odio frontal,
un frontispicio contra el que se dan de bruces los puros deseos y las bienaventuranzas.

En la puerta del Hotel no pone SE TORTURA, pero se tortura. La bestia
ensucia un uniforme ridículo, suda y se conforma con matar a unos cuantos ancianos. Todo es del Sol,
hace un pequeño día glorioso para esperar el tren, para montarse deprisa en el vagón de cola. Nadie pasea
hoy por la avenida South Presa, ni siquiera lo hace el síndrome de abstinencia.

No hay canciones suficientes para un viaje así. Sin sentimentalismo: el valor es una apuesta segura.
Ella ha nacido huérfana, gateaba en la calle junto al orfanato. O en un piso alto,
un rascacielos construido por hombres con ojos de águila y cabello real, altas paredes, techos que permiten el eco
cómico de la soledad. Ella gateaba sin madre, una historia en marcha. Era negra
y blanca, su piel tenía el color mestizo de las exageraciones, la justa proporción de sangre derramada.

Ese antojo suyo por los trenes y sus máquinas, locomotoras y toneladas de carbón. La gracia de los postes
telegráficos que pasan tan originales. La panorámica desde las ventanillas, las cortinas que siempre
permiten un rayo de luz. Oh, el pasillo donde la bella Kateřina fue vista sonriendo por última vez.
Donde dios fue visto por última vez.


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