relatos, apuntes literarios...

lunes, 16 de noviembre de 2015

su corazón finge una amapola


Sobre el terreno un ídolo presiona. El hogar con su chimenea humeante, su cerca pintada de amarillo;
la hierba es un prodigio nativo, llena de confianza en sí misma. El amor ha terminado por controlar el movimiento
y la voz. Sus movimientos se ralentizan al borde del espejo (que es de agua). Hay una fuente
sobria en el entorno, un manantial de máxima seguridad que produce
hierba frágil, viva. El humo se eleva hasta alcanzar la falda de la noche, un cielo enorme
se oscurece hacia arriba. El paisaje se curva gravemente cuando el amor
introduce su pequeña gran nariz por el resquicio del aire. La canción parece un falso ritmo, pero aprieta los sueños.

El barrio transmite integridad, es sólido en su denuncia social, sólido como un butrón a punto de estallar;
las paredes de ladrillo se las ingenian para reconstruir el arte popular, su constancia
es ejemplo. Todo lo que está roto es posible, hasta los cigarrillos, hasta el chorro de agua templada que sale de la tierra.
El barrio siempre tiene un cielo enorme por encima. Pero a ellas les da igual,
su paraíso es la esperanza. Con los perros por el parque, con los chicos por el camino estropeado.
Este camino lleva a la puerta del templo, una iglesia más. De la iglesia brota un canto
estropeado, exagerado, uno que lleva botas militares y prefiere
no hablar de lo que ocurre.

Las chicas han encontrado un filón. Jessie quiere besar la música que atruena, atronadora, bajos sin piedad;
al primer intento ?uestlove con sus baquetas triplicando el sonido, Shiva que parpadease, tronzase, percutiese los tambores
con cuatro brazos de sol. El humo del hachís estorbando un poco. La parte más enérgica del verso
es la que contrabandea la emoción de la sección rítmica. Llegan por el camino como una banda de New Orleans
destripando las zonas muertas de la calle. Las ventanas se abren
a su paso y algunas personas señalan con el dedo, rezan a su icono, escriben
poemas en dos minutos de silencio.

El paisaje es una bola de materia que tiene que explotar (y su big-band dará lugar al universo). En los confines
del cosmos, la humanidad se agota. El mundo es una gota de odio en el espacio. Ella plantea el sueño del amor,
remonta el filo de la aurora para empujar la vida, trocea su canción en píldoras
azules, una para cada espíritu. Su alma ha volado desde muy lejos, tiene frío, es como un gorrión en su primer viaje.
Procura bendecirlo todo, rocía el fuego con su verbo sanador, saliva o sangre. Su corazón   
finge una amapola, se expande -púrpura- y despliega su aliento de cometa: vuelve al origen donde estaba
solo. El suelo está manchado de reliquias, Jessie, descalza, se pincha con un ramo
de rosas. En la avenida, los autos chocan a cámara lenta, corre la lluvia.
La paloma de la paz ha activado el piloto automático.
Dos jóvenes se besan en un portal sin número.



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