Ella es
la solución. No es que lo sepa. Solo el destino lo sabe.
Oh, ella
ha caminado sobre la Luna, descalza como una colegiala y desde allí
veía el mismo
corazón del mundo
latiendo
desesperadamente en cada habitación cerrada, cada lóbrego hogar.
Su ropa
para la salvación era un pequeño rastro que seguir, una túnica corta, un resto
de seda envuelto
en luz.
Manos para el sabotaje de la felicidad. Esta felicidad colectiva que
desaparece,
vuela
con un rayo de voz. Ella es el Mesías,
un lobo
grande: Mason-Dixon line a través de la selva. La urbanización extraordinaria,
autos y clases para todo,
canciones
de vuelta. La ciudad exuda una variedad de semejanzas, la uniformidad
en el
pecado, la más dura virtud. Si hay dinero,
dinero
no hay, es una trampa, hay que ganarlo, disentir, divertirse un rato con la
familia,
sacar al
perro a pasear por la noche y olvidarse del calor.
En la banda
sonora rompe Apollo Brown. Nada que objetar, siempre suena así.
Es algo
doméstico que acompaña al paquete gigante de la soledad. Soledad es tanto como
decir un nombre
y
acordarse de él, decir su nombre y estar solo, estar sola en la tierra sin un
puto
poema:
sin querer.
Esta
manecilla del reloj resulta que es del día de mañana,
un
futuro irrompible, risible, disruptivo a mansalva para el recuerdo. Es tan
básica la prosa del tiempo,
induce a
error porque subasta tramos de realidad. En la taberna galáctica hay más
realidad
que en
un partido de fútbol o en la barra del bar de carretera. En esa oscuridad las
chicas
son un
espejismo diurno y sabelotodo, explican física
cuántica,
dominan un simulacro de simultaneidad; también hay personas que ejercen la
prostitución a distancia y sin red.
A bote
pronto, se han solucionado un par de enigmas trepidantes
con la
sola acción de su esfera matemática, su varita trágica, su colección de
nomeolvides y su rabia
(literal).
El desayuno estaba fresco, las flores arreciaban, dolían
cerca de
su espacio; el aire en huelga de hambre seca, nada que llevarse a la boca,
nada que
llover.
Ella
redime con su acento y su folklore; mastica una rodaja de limón.
Se
prueba en el espejo el último modelo y los pájaros comen
de su
mano, las niñas imitan su cuerpo flexible, su próxima maternidad. Su imagen
define una forma que no rima
con la
pereza ni la claudicación, arma un claro de bosque con la mirada quieta. Ama sinceramente
todo el amor.
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