relatos, apuntes literarios...

martes, 21 de marzo de 2017

(es)


Abatido el micrófono, los pájaros cantaban, piaban las palomas mostrando sus caninos atrofiados;
o así se veía por la televisión. Era un parecer poco dado a las efusiones
amorosas, un espejismo atolondrado que jugaba al despiste con la forma.

Por orden:
si el mundo existe (es) en su campo de sentido. Por el campo hacia dios. Todos en sus campos, incluso (la bella) Katerina
llegando antes de volver atrás, diferida en su pasillo eterno, su eterna divergencia. En el verso se intuye
la disonancia final, la rigidez de un trébol. Sobre el incendio, nada se pudo hacer.
Los gorriones bajaron de su limbo y empezaron a trocear el cielo. La música trinaba encima del televisor;
rombos por los que meter el brazo entero, que sacaba un fajo de surrealismo,
presentes de buena calidad, orfebrería fina y panecillos rellenos de placer.

Vieron a la chica-milagro, fue vista, como una virgen de fátima por sus pastorcillos, pero esta vez eran los chicos del gang.
No traficaba la crema milagrosa, el chocolate ungido, ese polen sincrético,
ontológico y tan extremado. Llevaba un maletín, ejecutiva descalza, con su vestido blanco marca (blanca) de la casa del señor.

Vistosa fue la aurora; el horizonte flagelaba credos nocturnales, aquilataba el concierto
mínimo de la fantasía, ¡qué orgullo! Amanecía/Anochecía como en un fin de los tiempos sincopado. El poeta
desde su árbol comestible, árbitro de la fortuna,
contaba con los dedos relámpagos y naves, también los coletazos del Ángel.

Eufemismos aparte, el lance tenía su destinataria,
modestamente. Angel viajaba en primera persona tarareando un éxito
cuando el suceso golpeó su frente con vertiginosa acrobacia. Distaba, pues, de ser un encontronazo manifiesto,
se alzaba el prodigio en tantas voces, tanta altura tomaba el disco, tanta la flecha del arte. Se entiende que aquel sueño
–demasiado pesado para el sueño– generó su propia ingenuidad
externa, su propia belleza declinante.

Silbos del estanque, áticos soleados, balcones con vistas al próximo pasado de la humanidad,
hierba, mullida hierba, todos los elementos del parque y el cadillac vaporoso –del que Mara bajó sin inmutarse–
agotando el silencio, la familia y su nueva maquinaria,
Jordan y su animal de compañía, todos los sacramentos del parque haciendo sombra a la nación,
haciendo sombras antes del combate; en el centro, una novela negra como el aire y una chica negra subyugando el rap.




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