¿Acto religioso? No.
El ángel aparece en todo su observante, numinoso esplendor. Por el
camino se pierde una retahíla de preludios,
sombras caústicas, el crudo remanente celestial. Oh, cómo nos mira por
encima del hombro,
desde la cruz caída, rota en mil fragmentos sagrados (¡el negocio de la
salvación!) del tamaño de un dedo índice, un tamaño
ajustado al volumen del alma, un trago de gas mostaza para desayunar.
Tiemblan los miembros del sanedrín, tiembla el oscuro gobierno, tirita
en plena canícula el déspota cansado de castrar voluntades. ¡Este es el
juicio verdadero!
solamente consumado por el arte, expresado en tercios sin bandera,
escrito en tablas de oro, tan simétrica
escritura, tan culta y promediada de acentos,
verbos en modo destructivo.
El aleteo constante provocará un seísmo,
será dramático; mas no levantará la voz, su palabra habrá de ser leída
en las paredes sucias y los muros
ruinosos de la ciudad emboscada. Hoy estamos en el parque, aquí hubo
ciudad. Pero hoy estamos en el parque y las palomas no existen todavía
(de nuevo) y las hormigas forman insospechados
fractales, se esconden del aire en otra dimensión no-paralela. In the
Hood, los cisnes se convierten
en tiernos buitres asustados; ah, el parque que es su casa, nuestra
casa querida
de nuevo ardiendo por sus cuatro costados como un ente redentor.
Reino. Calles válidas y calles insoportables, calles fuera del plano
estacional, fuera de la foto aérea tomada en vano
por los clérigos (a través de una trama de gorriones, una rama
beatífica). Hay una avenida
caudalosa con su nombre: South Presa. Por ahí se restablece el
ascetismo, dios se adorna con aseidad y lujuria, la sordidez
del prójimo, el traje del emperador. Ella camina (no es Jordan, que
ahora duerme,
ahora sueña) pisando jeringuillas y algodones, no entre algodones; sus
delicadas plantas
sufren la erosión del empedrado: ¡otro cielo por desenladrillarse a
mayor gloria de la profecía!
Al fondo, sobrevuela el ángel su novísima incursión, acrobacias y advientos,
fogonazos del espíritu. Los milagros acucian, se presienten, pueden
tocarse como heridas abiertas, pueden
medirse como versos pastoreados. Se escucha el milagro del soul (nada
original), también el milagro cuestionable
de la heroína caliente: la desintoxicación es una bienaventuranza.
Ocurre que Angel Haze ha sido crucificada frente a una cámara de vídeo.
Se produce un escándalo estructural, rechinan los cristales provistos
de una imaginería impalpable, casi ritual,
evidentemente caligrafiada. Los visionarios no abundan
entre rejas, tampoco en esta nación libre y tan extensa, natural y a
toda máquina cosificada por el retroceso
hacia la patria seca de la sobriedad.
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