El verso había roto, era un verso roto y amputado, ¡pues se habría
caído de algún árbol!,
oh, aquella rama salvaje. Jordan pasa, lo-ve. Hay un pedacito de nieve
amalgamada en todas partes,
discretamente helada para no parecer mayor. Napoleón ha levantado sus
cruzadas,
ha invadido Rusia y los soldados van vestidos de blanco, entonces
una muchacha (Jordan no es). Es inverosímil; ahora nadie se viste de
blanco.
La guerra ha terminado.
Veamos: Ella Eyre canta todo lo que sabe. El interrogatorio del DJ. En
un sótano de Gotham. Donde
los pájaros nunca han piado, donde los pájaros son murciélagos
sin alma. Digamos que el verso la incluye en uno de sus trazos más
enérgicos,
pero Jordan no llega con sus uñas tuneadas, postizas como un ramo de claveles.
Verso a verso se va deteriorando el género; las palabras ocupan más
espacio del debido,
se apoltronan en el autobús del poema y tienen a la soledad hecha un
guiñapo, y al olvido lo tienen olvidado. Ha muerto
una rima de frío, no estaba en LA y los ángeles no la vieron morir.
Tampoco Angel Haze, que disfruta de un sexto
sentido para advertir el alma, cuando vale la pena.
Jordan se ha declarado romántica bajo fianza, bajo el agua se ha
confesado romántica y ha entonado una balada
casi perfecta con la voz puesta en pie: Even If. Y los trenes se han
detenido a mirarla
y se ha detenido la sangre de sus venas férreas, muertas sus vías a
ninguna parte, fuera de campo.
El ángel (Haze) sabe que no existe salvación fuera del Partido. Dios le
ha confiado esa revelación
dominical para que la traslade con gran economía de medios a la entera
población mundial (y sus espíritus). El Partido
es una iglesia metropolitana con su Predicador fascista y sus rehenes
en fila
antes de recibir un tiro en la nuca. Resuenan los salmos pre(ten)ciosos
y Napoleón en persona
asiste a la primera tanda de fusilamientos. Los cadalsos consisten en
un árbol y otro más allá, todos gigantes,
y de cada uno de ellos pende una soga bien trenzada, muy sufrida (dicen
que bien trenzada por el pueblo).
El verso formaba parte de los archivos más alocados del distrito; ungido
de fragilidad, su encanto
era tan verificable como una entrega de armamento o un escupitajo
torpemente
eyectado sobre la pulcritud amarga de la vida. En cada músico hay un
poeta resignado, en cada melodía
yace el martirio de una esclavitud perversa.
Pero ahora los chicos se han merendado la pequeña sombra que hay en ti,
Jordan. Tus piernas, tus pechos, tus manos,
languidecen como trenzas principescas, ¡ah, veleidosa Julieta! Tú amor
es uno entre un millón de especies
del amor; serás feliz cuando tus labios sean los únicos labios (a qué maravillosa
escala)
y tu romanticismo aguante impávido las traiciones de la noche, tu
corazón
aguarde una epifanía bastarda. Porque dios habita en un tizón de sucia
nieve inmaculada. También en ti.
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