Jordan
superheroína. Superpoder: la supersoledad.
Jordan
sola; Gris solo. Solo un poema para contenerlos a todos. Su cabello tiene una
cualidad sangrienta
que
impresiona (descrita en su momento por Mo Yan), es un apéndice
secreto.
De noche, tal vez brillase al gusto de la poesía,
con tal
de contentar al verso.
Un gato
en un rama (no el poeta), y sin cuerpo de bomberos; Jordan aparece –superheroína–
y trepa,
trepa
como un osezno, como una mariposa, vuela
como un
guisante mágico y ejecuta el momento salvador (Negan no es), se convierte en un
preciso movimiento:
absorta
en su potencia capilar, rescata al minino por los pelos.
Localizamos
a un supervillano con esvástica y cabeza rapada que no sabe
dónde
se ha metido. El primer y único golpe es con una base de hip-hop que se le
incrusta en el cráneo
y
martillea despiadadamente; por orden: 1) es capaz de ordenar el pensamiento, 2)
produce
rehabilitación
más a fondo que una lobotomía, 3) luce como un electroshock de navidad,
4) acondiciona
la ausencia de masa encefálica, 5) crea determinada masa como un campo de
Higgs.
Ahora
procede leer un cómic sobre Southern Reach y su faceta
extraterrestre;
Jordan observa algo de fuera de este mundo, contrapone su mirada
a la
grotesca zona de la aurora. En el Área se mueven los objetos con espontaneidad,
danzan ante los ojos
mesmerizados
de la fauna.
Otros superhéroes son: El KRIT, Azealia y
Angel (Haze). Al primero se le ve pasar; la segunda es todo pestañas,
Angel
lanza, enlaza rimas inimaginables sin contestar preguntas.
El
público aguarda el epicentro miracoloso,
un coloso de las superproducciones
cinematográficas
con ínfulas de los evangelios según Apollo
Brown; resulta que hay madera de prodigio en esos ojos escarlata,
en ese
vestido blanco, esas rodillas elegidas por el viento. El poeta
esgrime
una línea de realidad aumentada y el cuerpo de la tarde se matiza, Angel
martiriza
a un insecto demasiado atrevido y Azealia se peina con una mano muerta. De
milagro.
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