Jordan
vuelve, vuela; algún día es de verla por la plaza vacía
llevando
a una niña de la mano, sola o con
Gris.
La niña que lleva de la mano tiene trisomía 21. Los pájaros codifican su
mensaje, predican en una pesadilla
deshabitada,
una habitación gigante como excavada en la roca
viva.
Es tan fácil perderse cuando el espacio entero es un interrogante y los caminos
se entrecruzan
en una
respuesta general.
Ah, su
belleza ha permanecido intacta
tras el
apocalipsis y su renuncia escénica, la transformación de la ciudad en reino
vegetal, una copa verdinosa,
fresca
cartuja tallada en el dorso de la mano: esta quiromancia
sorda
de las apariciones; sin espejos a la vista ni romance que valga.
El amor
ha tocado fondo en la retina de la música, al final de la estocada
hay un
coágulo de sangre que rima con el tiempo y no con el olvido. El ángel siempre
vigila,
pero
desde lo alto, firma un ángulo paranoico.
Porque
el poeta (se) explica: tenemos un hábito
en común, el lazo que nos separa cuántos grados. Y Jordan
asiente
cabizbaja, protesta con las cejas enarcadas, las uñas devoradas de grisú; porque
el poema
es la
espina que concibe el terremoto,
replica
con un temblor que se transmite en cápsulas de ritmo.
Y el
parque ha vuelto, cejijunto, endomingado hasta cierto malestar, como buscando
una escalera
solo por
pedir. A veces las chicas dan de limosna un beso, hacen como si el humo (…)
encerrase
una bajeza más sólida aún, más insoportable todavía. Su fortuna por un tarro
de
miel; la vida es un estreno, y cada día manda sus legiones hambrientas contra
el fuego de los ojos, su temporal de sombras
contra
la palabra deseada.
Hoy es
domingo todo el año, y mañana también. Habrá que situarse,
vestirse
de blanco y recuperar un lugar al sol, habrá que conseguir una rosa para el
pelo, un verso
para
las mejillas que suspiran, una estrella para quien no merece sino el fulgor
pausado de la pura verdad.
...Hermoso
ResponderEliminarGracias, Carmen. Un beso.
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