Dicen: hemos visto su corazón; su corazón era una esfera transparente
donde un
alma llamaba a las puertas de la luz.
Jordan
reflexiona sobre la belleza, su gracia desterrada del reino, acostumbrada al
peligro. El parque
es (la)
ciudad, es apetecible, es neutro recorrer el barrio y encontrarse con una
hilera
de huertos
asfixiados en la bruma de smog –obsequio de apátridas triunfantes.
Los
poetas se masajean el ego, pero bajo tierra. Es de muy buen gusto
reconocer
las provocaciones, hacer frente a la sierra mecánica de la cuenta atrás,
intervenir las nubes
con la
paleta morada del peor paisajista de la historia. Es de mal gusto reconocer las
privaciones de una vida,
esta
vida moderna embebida de tragos amargos como fotografías sin arreglo, retratos
amables de Walker Evans:
familias
entroncadas con el polvo, hondos príncipes de la prosperidad y el viento.
Ella es
la mejor, posee el don, el estro mayestático, la aritmética que da,
el
balance inconsciente; su figura nada
oculta,
a nadie sustituye, carece de máscara y posición analógica; oh, mas frecuenta
espectáculos y masificaciones,
recita
complots y conspira contra la república. Su poema reside
en la rama
más alta a ras de suelo, al límite de la verdad.
La
belleza martiriza porque un ángel lo ha decidido –y contra ella (Destiny) no
hay manera. Pueden
hacerse
planes, construirse palacios olvidados, playas concurridas y zonas de contacto:
su espejo es
todo el
cielo y contra eso
no se
puede luchar.
Ah,
pero la poesía engendra su espacio en el espacio, su loma y su pradera, su
minoría
de
césped repeinado, su plastificación argumental. La poesía no es aquella
gárgola
cargada de futuro, ahora está plagada de recuerdos, dispara cáscaras de
naturaleza, presiente lo que nunca ocurrió
y aguarda
su catarsis mientras arrulla mañanas soleadas, noches bárbaras.
Jordan
es tan bella como un relámpago tras el silencio, hermosa
como el
himno bastardo de la sangre, voz que alimenta
efímeros
jardines; pues su destino es el arte, y lo va profanando a dentelladas de fuego,
como si el suyo no fuera
el oficio
más honrado del mundo.
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