Ruedan
los versos, las palabras vuelan, la gente grita por los corredores
del
hospital abandonado. Aquí solo hay restos, solo existe lo que fue, y es de
acuerdo con esa condición antecedente
que germina
la historia y se concentra en un punto elástico de pura ubicuidad. Ruinas
literarias
–peones sin espacio ni cultura– apiladas en mausoleos
románticos
(allí donde la libertad graznara su incomparable pecado).
Saber
leer es el salvoconducto; un parlamento. Una predisposición
cordial
a la grandeza, hacia el rédito. Es la instauración de una pequeña, ingrata
monarquía,
la institucionalización del pensamiento. Jordan ha liberado esclavos en una
granja del sur,
ha
liberado presos en los campos solo con la amenaza de sus ojos, el fusil
consagrado
de su cabello sangrante, la estrella roja
de su
corazón.
Por el
paisaje, al fondo, el ferrocarril anuncia el pragmatismo mecánico del futuro;
es Hamlet que se desespera
y
fenece entre locuras y aspavientos generales, un nuevo héroe
dedicado
a la pesca del ingenio. ¡Oh, larvas incontinentes! –de verbo fácil. No es que
el poeta haya sido
redimido
por ella y, sin embargo, ha sido sacrificado por ella, el milagro tuvo esa
propiedad conmutativa
de la
superstición elevada al rango del misterio.
Lo
difícil es salir. La entrada al Parque es gratuita, sin billete, sin aduana
morosa,
ni contratiempo alguno: se pasa. Se pasa el tiempo porque todo es contingente,
todo se sustenta,
el aire
irrespirable decrece en relación con el soplo eugenésico del Ángel (D.). Se
tiene que escribir, es urgente crear
Obras
Completas, nidos de conocimiento y traición.
Jordan
ha procedido a su destello y es una estrella más en el paseo de la fama, ha
pintarrajeado
el
código de marras, el asterisco que indica su primogenitura. No llueve. Por los
megáfonos
Rose diluvia un deslizamiento de primera. El libro se titula
Parentesco y es uno más
bañado
por la sombra, digerido en la plétora de nombres que acogota la memoria crítica
de la ciudad.
Siempre
con cuidado de no pisar una metáfora. Siempre con el oído
(ex)puesto
al final del capítulo, en el último verso, donde recae el acento y las palabras
vuelan hacia su fin de siècle
lastradas
del espíritu deicida que fecunda las malas decisiones.
1.
ResponderEliminarDisciplina lingüística que estudia el orden y la relación de las palabras o sintagmas en la oración, así como las funciones que cumplen.
"las reglas de la sintaxis; (fig) Chaplin estableció una suerte de sintaxis general de los cuerpo