Pues el
mal ha sido reducido a su escala fortuita. Jordan asciende en la nómina de la
teocracia, su fiscalidad
anónima,
su andamiaje local. Ángeles patrullan, reservan, talan la espesura, confieren
el poder a los elegidos. Un Ángel
ha transcrito
el poema, en realidad ha confiscado su canción de cuna a una madre sin
escrúpulos, ha detenido el tiempo
en el
parque infantil para que pasase el miedo con su cohorte de santos y su planta
de mártires indemnes.
Las
chicas huyen del museo por las anchas arterias ciudadanas, corren y cortan el
aire en pantallas del último juego
natural;
el humo escapa en oleadas fibrosas por la nariz de las estatuas, por el oído
que ponen las ventanas, la boca
floreada
de los balcones que (nunca) dieron al mar. En medio de la plaza, Destiny
ejecuta un poema de precisión, un baile
apretado
con la sonrisa del viento, la nomenclatura imitativa del espejo. Oh, se mira en
la montaña y siente
un alma
tirando hacia afuera, tirando de sí.
Árboles
huecos y en cada hueco la estatura de Alicia, el agujero tentador, la broma. En
cada oquedad, al alcance de la mano,
el
poema, difamatorio, oscuro, sombra de lo que habrá de ser. Como un catálogo
solemne, un santoral de agravios,
memoria
viva de aquella música feliz, aquel verano feliz color desierto, escarlata y
hojalata feliz, aquel espacio neumático
sobrio
como un hombre con una botella, libre como el pronóstico del arte.
Ver el
aire es su condición, su condena; solamente el aire, esa pureza, el brillo inobtenible,
la seda de su nombre;
cuánta
transparencia. Destiny escucha lo que ocurre al otro lado del verbo (y en la
habitación enorme desgajada del libro tacha
el punto
final). En el Parque la posesión de una obra completa está penada por la ley. Hay
restauradores, artistas que te abordan
por la
calle; en cualquier camino decrece una puesta de largo de la historia, puede
desalojarte un vendaval. Episodios
que acontecen
sin duda con la peor de las intenciones de la creación, con esa literalidad
amorfa que despliegan los sanos
traficantes
de la industria cosmológica
(e. g.,
la construcción de una esfera Dyson en las catacumbas de la galaxia).
Donde
hubiera un Ángel, una persona hay (sin
alma) preparada para la sugestión y la doctrina. Jordan dispara
a dar a
las palabras, no falla un solo tiro y el poema revienta entre suspiros y
correcciones humildes, hordas de buena
factura,
conexiones lívidas con otros horizontes, otros mundos detrás de la verdad, al
borde de un futuro incandescente;
la
guerra ha comenzado y Destiny bloquea los accesos a su corazón, un millón de
sueños
aterrizan entonces dos metros bajo la tierra
suelta de su gloria, sobre la hierba que protege su espantoso silencio.
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