Basura acumulada, un camión sin camión de la basura; entre pantallas
cascadas, entre tubos catódicos y envases caducados
antes de tiempo, entre todo aquello
que se mueve y se corona, las obras completas
–poéticas– de Carver, un tomo
testarudo, esférico, escénico (cruda definición)
y, sobre todo, intacto.
Habrá que celebrarlo (¡para qué están las mayúsculas?):
INTACTO. Un formidable muestrario de celosías,
almizcle, sinsontes bostonianos, murciélagos cornudos (no),
inmigrantes diligentes, frecuencias automáticas,
voces y auscultaciones minuciosas,
carreras hacia el desván, caídas por las escaleras,
voces que cantan:
¡bingo!
La poesía canta línea y se conforma; pues existen
preferencias. Jordan, por ejemplo,
pasa. Cerca de un nuevo manantial surgido tras las
demoliciones; es algo que sucede como el reciclaje involuntario,
un cierto espejismo intelectual, parafraseando a
alguien. Carver, por ejemplo, pasa
de mano en mano entre la gama alta del Parque y sus
aledaños conversos
(tan profesional).
La basura todo lo puede en este entorno
privilegiado, todo se construye igual, hasta los
versos equivalen a su peso
en toneladas métricas de desechos perfectibles,
detritus inmortales, porquería violenta en sacos
cementeros, cementerios de elefantes y balsas de
petróleo.
Poemas. Jordan ha aprendido a recitar en un bosque
privado (donde nadie puede oírla); por ejemplo, se imagina
un tren expreso, un café expreso, expresamente. Se
imagina un viaje hacia la soledad, un vagón
lleno de nadie, un ruido eléctrico de nada.
Y da gracias a dios.
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