relatos, apuntes literarios...

sábado, 13 de julio de 2019

oficio de interior


Destiny® ha desatado el vórtice de marras. Su fisonomía
encaja en la corte de las maravillas, su estilo concuerda con el ruido que estalla
en los bloques. El Hop integrado en la élite nocturna, abrazado a su familia desleal,
sugerido en los cónclaves y los pronunciamientos, el fondo adulto de Year of the OX, las voces
atómicas, rimas y demás.

A veces reconoces un espacio disuelto en la melodía
común, a veces un pequeño ángel interviene en los disturbios y la sangre
se agolpa en un latido formidable,
marmóreo, el pulso sagrado de las briznas de esta hierba filantrópica, esta anomalía del cuerpo fragmentado,
ese sucio encanto de la tierra.

Algo desafinado y (con todo) solemne; se interioriza una falta de himno o un ritmo corrupto,
frenético o freático, una terminología no poética, insultante. Cierta cardiopatía del pensamiento
oculto y sus nimiedades decisivas. El arte se revuelca en el deseo
de una nueva reforma; una pregunta formulada en sueños se abre paso a codazos entre razonables
objetos de interés: trátese de señales de tráfico, postes de la luz,
farolas atragantadas en su cargo, se(cre)tos recién
podados por una mano enferma y temblorosa.

Se multiplica el aire en la garganta de la multitud, se trata de una respiración
general entrecortada que asciende hasta la vida y la conquista. La imagen de Destiny® corona
el púlpito a golpe de rodilla y suave transición, su silueta
partisana –tan reconocible, propia de la mejor escuela, fundada en los recuentos y las mistificaciones, fundada
en la actitud y el desgobierno– roza la miel
empírea del sustrato real.

El espacio se arranca a fortificar un lado de la habitación, justo donde no hay pared
y la ventana aparece soldada al paisaje
interior. Hay un tramo de silencio que se conmueve precisamente ante el vacío, resalta como una aproximación
al genio de la clase media y sus posibilidades; el aplauso que retumba en los estadios,
flamea como una bandera roja hecha jirones, un árbol de humo encaramado
al duro corazón del campo abierto.



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