Eco y difusión del eco.
El poema se lanza al vacío:
es el salto del ángel.
Entre rosas y cadáveres,
cosas y artículos de broma, bajo una lluvia de nubes,
¿qué busca un alma? El
alma posee un sentido de la vista,
posee un cuerpo, un
color de piel; sus ojos redondean oraciones,
destapan la dulzura de
la melancolía.
El horizonte funciona
como una costura en el vestido del domingo, Naturaleza se arregla
para salir, llora ríos
de sal. Destiny® –sin horizontes– circula
a bordo de una tabla de
skate, aprende a saltar de los bordillos, es como si Cristo
doblara la esquina a
toda velocidad,
como si un visionario,
un profeta del soul acompañara su canto con una sentida plegaria, góspel
a la puerta de la
iglesia, a las afueras de dios.
Rezar es como escribir
un poema con una mano atada a la espalda y una espada
flamígera sobre la
cabeza; a veces, un monasterio pende del hilo
de una araña sobre una
multitud atareada, a veces, un ángel
soporta el peso de este
mundo con su dedo meñique.
En el poema, la belleza
se despluma,
es el origen de algo que
no es bello, promete saunas de calor, escenas
elementales (y
romanticismo). Pasar el rato es el objetivo,
y el destino. El tiempo
se las arregla para arruinar también el look platónico de la primavera.
Y la poesía muere de
amor. No es un desmayo, se aplana
dentro del pecho, pierde
el reloj en una tienda abarrotada; es un día de compras y los escaparates
reflejan el desierto que
avanza a dentelladas, la luz que retrocede
hacia la vida.
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