Desde aquel interior,
la cavidad perfecta,
desde el pecho del Ángel, con sus propias palabras, sus hechos, su corazón
soñado, el arrecife de
su corazón.
Cada Ángel con su medio
de transporte, su trainspotting, su lencería
ok, aranceles cubiertos,
medidas cautelosas, mariposas y otra ingeniería barata, cadillacs de los
suburbios.
A caballo va Koffee,
Destiny® abrillanta su tabla de skate, cada una se mueve de manera
distinta, con su cuerda
y su clase de baile.
Desde el interior las
palabras
queman como manchas
humanas, como actores secundarios, párrafos
asilvestrados, luminosas mañanas, oh, trípticos
comerciales. Las
palabras explotan sus recursos aciagos, su minería a cielo abierto;
suenan como aquel
lenguaje que decía jamás; desde
aquel prístino interior
el lenguaje pertenece al olvido, comunica un pasaje onírico,
idílico, gremial.
Gente extravagante
abjura de su estilo y comparece ante la justicia
divina con un vaso de
vino en la mano –vino peleón. Ah, cómo desearían montar en el corcel
estático de la
Raggamuffin, interceptar su aurora
exprimir la esencia de
la esencia.
El verbo significa poco,
su movimiento es leve,
adelante y atrás, es
como down/up, un breve espín, una lectura
interesada. En la era
del plástico, la acción dificulta la acción, es la quietud lo que prevalece,
avanzar es situarse en
la línea correcta –junto a esa luz tan lenta–
justo en aquel momento inexplicable.
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