El Parque. There is… Existe una nube extraordinaria, innecesaria,
pegada al cielo como un cromo difícil, la nube discreta,
grandiosa (que no le dé por llorar).
No llueve ahora, la celosía dispone su pétrea
configuración, su hermetismo
ficticio; la sombra resultante presenta la costura
laberíntica de un puzle,
cortesía de la tarde que se abate
insulsa y comercial.
Destiny (todo para decir...) ha patentado un saludo
que no ocasiona víctimas mortales ni curaciones
espontáneas ni taras permanentes, no incluye una factura
abultada por daños colaterales.
Actualmente, los Ángeles son personas como las demás:
contribuyen religiosamente a sostener el presupuesto
municipal. Dest ejerce su fascinación
irremediable, con su ropa ceñida,
a veces un vestido blanco por encima de la rodilla, sorda
representación de la belleza femenina y sus
contradicciones. Una belleza
sostenida en el tiempo, descrita en un heroico lenguaje
extraterrestre.
Sobre el plano,
el Parque linda al norte con un cielo inestable, al sur
con la paz del monasterio, al este
con un sol atómico y pulsante y al oeste con un brazo de
mar.
Otras dimensiones limitan (por lo tanto)
el área potencial de la espesura, la superficie exacta de
la hierba, la cuadrícula salvaje:
está la ventana que acerca a la nueva poesía, el
encantador silencio de la pluma, la habitación secreta
bañada por la luz cegadora de la noche. Está el recorrido
impactante del ferrocarril
subterráneo, con parada en todas las heridas de este
mundo.
Está la habitación del ático, el pasillo que conduce a la
esperanza,
el núcleo de una fe manchada por el humo cadavérico y las
estrellas, profanada por los uniformes;
y están los ojos abiertos como herraduras de espanto,
cerrados como lápidas,
oscuros como un millón de nombres perdidos en la caligrafía
de la historia.
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