Hay una sombra oculta entre las hojas
que viene anticipando los raíles,
y va sembrando estepas pelirrojas
de vías férreas y ferrocarriles.
de sobrecogedora sombra nueva,
que hasta los cielos su materia intacta
como una sorda invocación eleva.
Tu roble secular, tu amado roble
de metálica savia y grueso tronco,
brava madera de familia noble,
firme ante el viento y su quejido ronco.
Hay una sombra entre la fronda oculta,
un tapiz de sedosa y fina hierba,
y hay una luz que toda luz sepulta
rizando los olivos de Minerva.
Contra el desierto de la poesía
y el humo de la fe lucha tu mano,
esperanzado, el verso en ti confía,
desesperado, clama el cielo en vano.
Hay un cielo que quiere parecerse
a los campos famélicos y ciegos
y quiere que la noche se disperse
como una sombra oculta entre dos fuegos.
Tienes el aire incierto del olvido
grabado a sangre y fuego en la mirada.
Tus ojos han jugado y han perdido
su luz frente a otra luz encarnizada.
Hay una sombra que a su fin se atiene
y a su oficio enigmático se ajusta,
preludio del crepúsculo que viene
a imponer a la luz su ley adusta.
Pero la claridad no te abandona
aunque del cielo tu clamor descienda
hasta la más profunda, oscura zona
donde la luz no es más que una leyenda.
Eres, en esta suma de estaciones
invernales y circos de tres pistas,
la bella domadora de leones
y la que viaja con los maquinistas.
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