Di su nombre,
aunque no lo recuerdes; aunque no lo conozcas,
dilo igualmente,
mentalmente, aunque sea difícil y sea
largo como una secuencia de ADN (puede ponerse en verso).
como ha de ser, la sangre que recorre el cosmos, la
intención molecular y sus épicas
mutaciones; sostendrán sobre sus hombros la fe de la
galaxia, y su organización
regirá la constancia de la vida.
su nombre (#say her name); oh, podría matarnos, podría
quemar nuestras manos alzadas, nuestros
corazones podrían calcinarse en el acto. Deletreamos un
espacio entre dos
insolaciones, dos consecuencias sin causa probable, nos
pasamos la vida de los otros
balbuceando un dialecto extranjero, su pleonasmo celeste,
tan alienígena
e inspirador.
ensangrentado, el alias deprimente: oh, es
extraordinario. Viene dispuesto en un pasaje
bíblico, sale en un poema de Emily D. y en alguna serie
de televisión.
citarnos. Desempolvar el piano y tocar para nadie, llamar
por videoconferencia a Yuja Wang y sonreír alelados,
consultar en google la robótica de la fonética
correcta. Incluirnos en la lista lamentable de las
lamentaciones.
nos basta con el Arte que se las ingenia, la nota bene
del demiurgo,
el santo y seña indestructible que encenderá la luz de la
mañana cuando no quede nadie.
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