El
«para siempre» está hecho de muchos «ahoras»
Emily Dickinson
es de alta calidad: ahora. Se supone que ahora pasado y futuro se superponen fuera del tiempo,
pues el tiempo no existe (ahora).
abrirá sus fauces y en su vientre encontrarán un alma cualquiera,
una peonza, un abrelatas también. Hallarán el contenido bastardo de una ensoñación, la filantropía
ajena y el mecanismo de la sombra.
un buñuelo de luz. Tenemos la conciencia del todo, la farsa se concentra en nuestros
sueños vestida de tragedia (o viceversa). Viceverso. El aire
pesa como una transición hacia la hondura, se entromete entre
líneas, es una línea horizontal que bate la lejanía del pensamiento, donde siempre amanece.
no ignora el ánimo de la eternidad, lo que viene a ocurrir (una manera de decirlo), conoce
el vigor de la mariposa nocturna, el número de la lotería de Cupido.
es su límite. Vivimos el rodaje de la ciencia ficción, estamos llenos de nostalgia por lo que no ha sucedido
todavía, recordamos a Emily que no ha muerto todavía, su palabra
nos abrasa la garganta como el alba infinita de un sistema binario.
fingiremos la revolución. Ahora suena Lolo Zouaï –bendita sea–, los ojos se nos van hacia la Luna,
somos valientes, pero nada menos.
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