El tiempo aprieta las manos y los huesos
ceden, una rodilla se quiebra. Sigue la rueda el mundo,
la música
se reproduce, los árboles ya gatean sus instintos, las
nubes friegan con gotas de lluvia, la tierra
ensucia su currículum.
recital cósmico; llegan bifurcaciones
como si no hubiera una raíz, como si el centro fuera la
inclemente periferia o el tornado pacífico,
el volcán arrepentido.
innecesario más (a sangre fría). Para escapar del eco,
salir del intelecto de la naturaleza y vocear una renuncia,
escalar el ábside corrupto de la poesía, berrear
como un filósofo cualquiera. Silbar la marsellesa en una
tienda
de ultramarinos a punto de cerrar.
columpios y tabiques, es un latifundista de primera, solo
que un poco torpe. Ay, Emily, qué cruz de aniversario,
qué fábricas aguardan tu talento crecido, cuánta tinta te
emborrona las sienes.
―y en el Arte―, sobre aquella réplica corsaria del
pasado, con su casa holandesa y sus vidrieras, su luminosa
frente y sus confines hechos de silencio
y alegría fingida.
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