Era tal
la envolvente captura de su arte. Tal su encierro. Era una clausura, enclaustramiento,
un
terreno por los cuatro costados. Y por la suave piel de las estrellas.
Este
sentimiento cúbico, perimetral, continuo, este amor por las maravillas de la
naturaleza: una guitarra, un beso.
Termina
la canción, el eco resplandece
en un charco
del túnel, se duerme en el tejado, vuela para dar envidia a las palomas. Su eco
traza un fabuloso salto,
desplaza
un formidable volumen de necesidad. Ah, su encanto forma
burbujas
en la noche, copos de nieve que retienen la luz. Hay metáfora en su tierna
memoria,
hay
duelo, hay aliento en su mirada. En su dulce mirada, los recuerdos
verifican
un claro de luna: ella, siempre un segundo por delante de la realidad.
Hay una
obsesión por lo real que no viene en el poema, lo suplanta, lo excede y lo
exagera, lo bendice acaso
con las
manos llenas, a manos llenas de bondad y gesto humanitario; pero el poema
necesita
sacudirse su propio cuerpo y salir del río; es un espejismo dentro del espejo,
una fase
sin
número, un secreto tan mal guardado que se escapa por los ojos.
Era tal
su coraza, su palabra huérfana; inútil buscar signo alguno de elocuencia
ni
desesperadamente. Ni a sorbos de una estrofa, de una línea, letra a letra, a
sorbos de una nota
al
margen, una piedra subrayada en el túmulo. Su vestido llamaba a la oración en
sábado,
condensaba
los labios rojos del sol.
Multitudes
seguían la huella de una exclamación en el vacío, el arco iris del canto. Es en
la ignorancia
del
jilguero donde el mundo se juega la partida, en la doctrina del hierro donde
pierde el arte su modesta ganancia;
decir su
nombre es
tremendo
atrevimiento, es como hacerle trampas al destino, como marcar los bordes de una
baraja usada.
Su
nombre es el comienzo de la vida, se halla en el corte inicial, invulnerable plano
de duración
exacta.
Y ahí funciona, frunce el espacio, frena su ímpetu porque ha nacido, se
desmorona
sobre la
arena poblada de huesos, henchida de cadáveres.
En las
crónicas del aire se tumban ciegas presunciones, engorrosos ejemplos. El aire
conoce
el aire, es factor de pureza en las representaciones ideales, no se deja
sorprender por la hermosura
ni
aparta la vista ante el aciago signo de los tiempos. En ese limbo, vientre,
en la
maternidad lineal de los sucesos y su círculo, su campo grave, su grave campo
de margaritas despojadas,
creado a
la medida de las novias, el sonido se rompe en órbitas eternas, la dulzura
existe
como un
viento querido y el velado puerto de la poesía
recibe
su balcón de invierno para que el cielo se asome a la promesa de la claridad.
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