relatos, apuntes literarios...

martes, 29 de octubre de 2019

cuestión de actualidad


Si el Parque se halla en la zona
habitable del mundo es porque no hay gente.

En el Parque hay personas, no gente de paz, no gente de bien.
Las personas se diferencian, la gente, no.

En el Parque se escribe del Amor con frases
ingeniosas, elementos artísticos. Es uno de los grandes temas. Los grandes
temas engloban grandes minorías o grandes conceptos
febriles, fabriles y demás. Por ejemplo, hay personas que van a trabajar (no pregunten adónde);
singularmente, en el universo observable, aparece una chica que suele ir a trabajar, o suele salir del trabajo,
por ejemplo.

¿Los Ángeles son personas? Depende. Son personas, entes
unipersonales, no impersonales, son viajeros siempre con una maleta en la mano,
siempre con el humo en la coronilla, con el billete de tren, siempre en un andén desierto,
siempre una noche de invierno.

Winter is coming. Suena Sharon Van Etten, su cuenta
oficial, su vanguardismo rasca por los altavoces de la plaza, los que dan a la Avenida y se retuercen
hasta el balcón derribado.

En la zona habitable los personajes son pura ficción,
son héroes, forman el cómic de la aurora. Ahora Diana Gordon se agradece (thank you).
Buena música para pensar acerca
del Amor y sus consecuencias, aquello que se abarca y aquello que sucede. El amor incluye la belleza,
entraña la verdad, el destino, la luz, el miedo y el horror, la mentira, el deseo, la sombra literaria, en fin,
todo aquello que acontece.

Si en el Parque se habla del Amor es porque
no hay (más) gente. No se conciben ilusiones, fórmulas alternativas; el Amor es la respuesta
porque se aleja
y nunca pide perdón.


domingo, 27 de octubre de 2019

drama de repetición


Leer una novela de iniciación es como espiar a un adolescente.
Qué fijación perversa, infancia y pertenencia, colores más brillantes que el sol,
difíciles de ver, sonidos archidesconocidos, vapores
comatosos, encantamientos.

Deslocalizados en el Parque, estudiando la fauna. Es preciso
hallar algún vestigio tecnológico, alguna cadena de montaje, algo que funcione.
Lo que mejor funciona es el reloj de arena, mejor que mirar a las estrellas, mucho mejor que otear el horizonte.

La literatura es un mecanismo de profesión, profesional como un milico
pendenciero o un policía ful. Pero la historia que debe contarse
permanece indeseada, enterrada en un vertedero promiscuo, hundida hasta la náusea
en un mar desprevenido. La historia autorizada es un placebo, la realidad
duele como un puñetazo en la garganta.

Ojos para qué os quiero. Para escribir
hay que debilitarse, dejar de acudir al gimnasio y reblandecerse, dejarse de trenzar abdominales
y motivarse con la lectura de los básicos: cuentos infantiles y narrativa
criminal: Himes y Highsmith, sabios cualificados.

La tentación de la música interesante; una fórmula imperecedera: Lava La Rue en su salsa del London Beat
leyendo novelas rosas de Zadie Smith, novelas cósmicas de Zadie Smith,
puliendo la artesanía del espacio y el salvajismo controlado
de la mesa de mezclas, mezclando el simulacro de un DJ amateur
con el futuro y su raccord de repetición.

Drama. Lava La Rue y su estilo dramático de indagarse
en la geometría de la sala de ensayo, esa manera súbita de ser, ese cortometraje de sus labios, litros de fantasía,
hectómetros cúbicos de trasvase dialéctico, falta de inspiración y aspiraciones
comunes. Esta es una crítica menor. El libro
se termina y el primer poeta muerto se levanta de su tumba.



jueves, 24 de octubre de 2019

pura como una mecedora


Lava La Rue: ¡querían oírla a todas horas! Ella, tan renaciente,
tan encapsulada en su crew, delineada con esmero; pero ella no es un Ángel
todavía. El amor es patrimonio de algunos seres ascéticos,
viene apalabrado por siglos de aprendizaje, miles de milagros independientes, signos
de decadencia.

Su música perfuma la entrada del espejo, su verso
acalora, surge como un volcán del seno remoto, vacío de la aurora. Su color atardece, su flor
comunica una severa conmoción a los sentidos, es una rosa y, en tanto tierra,
es una tumba, es el reflejo, la espina y el fémur.

Lava La Rue, ¡querían que cantara con otra voz distinta!, no la suya,
terciopelo y diamante, no la suya, trópico de capricornio. Su voz nacionalista de una nación insólita,
libre del lenguaje y el silencio. Su máximo silencio
sucedió de pronto. Su lengua pura como una negación, pura como un vértice
–algo álgido–, diferente al sonido del agua.

Su verso se remonta a la segura infancia, es un proceso
anómalo por el que las alas resucitan y la piel se hace más fuerte, los brazos
ganan armonía y las manos se dividen. Querían que su ausencia dominase los túneles
del Parque, que su violenta integridad
criminalizase el ansia de los niños, obrase la gran distancia contra un fondo estrellado.

Personajes de cromo y ficha policial; un retrato de perfil,
sale tan linda que parece una actriz del método, sale especialmente
femenina, sufre una clase de metamorfosis y se transforma en la metátesis del aire,
arranca las veletas, va sometiendo maceteros colgantes, y la Avenida suda su profuso asfalto,
en su memoria, contempla un remanente de disturbios felices.

Ella funciona donde otras eclipsaron; su cuerpo
encaja en la franja mística del árbol, faquir sobre el cercado, la valla significativa
que delimita el cielo y da luz a la escritura; es la página
siguiente, el área desprotegida: tiene madera de artista, un alma fotogénica 
                                                                                                                           y un corazón unánime.



martes, 22 de octubre de 2019

la sonrisa del shock


Hay dos clases de artistas: nosotros y todos los demás.
Porque nosotros hablamos del amor.

¡Y si fuera cierto que Destiny® encontró a su poeta? Esto es lo que ocurrió. Esta
es la historia. Él la encontró y entonces

             [cosas que –dicen que– pasan
             nada del otro mundo
             así por las buenas
             como era de esperar]

se enamoró de ella ¡sin que mediara una sola palabra!, sin que ella entreabriese la granada
boca ni exagerara un solo gesto, ni asentase los velados cimientos de una leve sonrisa.

(Pues no) él no andaba encaramado a su árbol del Parque,
ni recorría el andén echando humo,
ni sentía la tierra adornándose a su paso.

Fue por el evangelio de los ángeles, su tentación
anímica, su eucaristía tan cara y tan expensive, su mala cara, la mala cara que te ponen. Un ángel
es como un maestro Zen, te saquea y te espabila, sus manos son armas
de próxima generación, sus pies son kárate,
sus ojos lanzan ondas gravitatorias.

Y el amor… ¡es tan estrepitoso!
Parece tímido y es un caso clínico, parece entrar en shock,
pero se anima y burbujea como la humilde contraportada del bestseller, como un palacio
soviético o una conspiración de astronautas.

Porque su historia es un fundido en negro, una negación
sobresaliente, el primer espejo que conoces, la parte dura de la vida,
(el arte).


domingo, 20 de octubre de 2019

destiny® en el escenario del rap


Una maniobra tradicional bajo la música del siglo veintiuno,
Lava La Rue, tal que. Con buena Letra, buen esparadrapo; la justicia llega tarde
al escenario del crimen, los versos llegan tarde al centenario,
jóvenes todavía
e inciertos, delegados de una rabia en trámite de extradición.

La botadura del barco es la botadura del verso, y ya se va
cableando dignamente. La maestra dice: no lo entiendo; pero esto no es una oposición del estado,
no hay exámenes parciales, o vales
o te esfumas.

Si ves un prado extenso, de una infinitud marciana (pero verde) y escuchas el traqueteo
infame, la dispersión y el sonido maquiavélico del aire succionado,
alanceado por un millar de ondas vigorosas. Entras en clase
y los alumnos salen en tropel
recitando una maraña de inseguridades.

Si el tren se aleja manejando el tiempo
con impericia y el humo compadrea con la naturaleza del vértigo, es que necesitas un ángel,
alguien, una moneda, un vaso de ginebra, un beat robado en radio nacional.

Paisaje y premonición, gente rasta dirimiendo sus cuitas entre humaredas de espuma
contagiosa, patios rectangulares por donde
pasear con las manos a la espalda, armado de planes
románticos o al mando de una convención literaria: cualquier sueño que no haya sucedido de verdad.

Transitar un rápido de nubes
con alas prestadas, alas de combate, rodeado de drones victoriosos y ángeles
sin pasaporte. La tierra se va por el sumidero de la tierra; si ves a Destiny®, se confundió de piso
(era un cuarto sin ascensor); iba escuchando al genio de portada,
iba con las dos manos llenas de canciones y el mar se curvaba
frente a su corazón tan lleno, y el mar anclaba su corazón
tan puro a las estrellas.


viernes, 18 de octubre de 2019

sharon van etten


Es su amplitud en el mundo, su palco y su protagonismo. Sus despreocupaciones. Cómo
puede faltar en absoluto, cómo no te la cruzas por la calle. Sus pasos
que no riman a tu espalda, su risa que no remueve el tacto, su tacto que no se recompone, su voz que araña
cielos mansos, escala torres confiscadas.

Su concentración masiva, su alcance.
Donde la noche alcanza el mestizaje puro del acento, clama por una bendición
cualquiera; la noche oscurece la eternidad
en su presencia, concibe un aparatoso ejemplo de frialdad, un plano de prosapia contenida, arroja
dardos contra el papel pintado de la bruma.

Oh, si no has rozado su tobillo,
ni has viajado a su lado en la piel de huracán hacia el destierro de siempre levantando
sólidas columnas de polvo; si no has restregado una molécula de tu alma en su destino, no has
compartido un rato de futuro (con ella).

Su guitarra salvaje, su melena salvaje, sus ojos
verticales –moleculares ojos–, dignos de ser atravesados, destronados, su mirada
voraz. Ahora pisas una página y se te pega en el zapato, luego bailas despacio una melodía
equidistante y vacía, luego pisas un charco y el agua
desequilibra con su peso la inédita victoria de la confusión.

Buena letra, buen café, buena música en el aire; qué constante
su megafonía. A dos metros su conciencia de la quietud unánime del suelo, su espíritu a dos metros
escasos de la lejanía perfecta. Todo lo exacto
a su abrigo, al arropo de su carne distante, la rosa de sus puños
encarnados, la forma peligrosamente fiel de su sonrisa.



miércoles, 16 de octubre de 2019

fuerte como ella


A veces tanta voz no cabe en la garganta, a veces
es extraño; el genio se desarma y produce
escalofríos, serias monstruosidades, negocia cláusulas de sangre, alza pirámides de odio.

Cuando lo más sencillo habría sido comprender, hacerse a un lado y despojarse del rumor de la cultura, fruncir el sueño,
rearmarse con un simple comentario ad hoc, un vano reconstituyente,
aceptar que la soledad produce monstruos adorables y aquel paseo de palmeras bajo el sol absorto,
encantador del verano apenas reaviva el recuerdo de un calor que no duele,
trae a la memoria una suerte de romántico azar.

El Ángel –az m’vayst nisht*– pertenece a la Colored Section (es el requisito). Su voz
es tal que no le cabe en la garganta; no atina a desandar el crepúsculo, ni encuentra el camino de vuelta
al horizonte. Su voz que no se escucha, que es puro
silencio y puro nombre.

Su color de piel orna las ciudades de un cielo
violeta, su párpado violento, su brazo carismático y brillante. Viene de reconstruir,
ha levantado el polvo regular de las estrellas, ha edificado cárceles en llamas, estadios
y hospitales. Quien no haya reparado en su presencia, no haya
amado su cuerpo inconfesable, su cabello impropio, sus labios nocturnos de espuma ensangrentada, quien no haya
contenido en sus manos el vacío de su rostro, la curva
despejada de sus ojos, su gravedad gigante.

Guardad un sitio próximo a su diestra, pequeño, casi invisible, un sitio
incómodo, un rectángulo de hierba para el cuerpo, de una profundidad sin alardes,
señalad el camino hasta la playa, cerca de su perfume y su importancia, cerca de su espacio,
en el lugar exacto de su ausencia, hacia la eterna soledad que define su gloria,
su color especial entre todas las sombras, en todos los espejos de la noche,
entre toda la luz que afirma el universo.
  
*si no lo sabes (en yídish, según Henry Roth)



domingo, 13 de octubre de 2019

haciendoelar


Trae mala suerte mirar un tren que se aleja
(Elizabeth Bowen)

Estamos haciendo el arte juntos
entre muchos artistas, pero la belleza se hace sola
como un grano de café.

Hay una literatura de adorno que crece y se desenrolla, fulge y procede,
arrasa con la espontánea ambigüedad de los adjetivos truncos, viene para quedarse
con las personas. Hay una literatura
suave, frívola y destinada al éxito de sus personajes, el concilio de la lengua y el hueco de la lengua,
el silencio que sabe a terciopelo en la garganta.

La mala suerte
fue mirar el tren que se alejaba, porque era un tren del futuro. Con qué solemnidad
se fueron las apariencias primero, luego la realidad, luego el crisol de lo real, la fuente
luminosa que arreciaba en las letras como un mar
desatado. Y el poema se fue
porque venía ella para quedarse con la gente.

Desde el momento en que la verdad es ajena al discurso
que trata de representarla, en que la gramática no crea el sentido de la vida, ni el lenguaje
promete otra cosa distinta del mensaje, de la voz, que es solo aire en movimiento,
solo materia desenrollándose en el aire.

Juntos por el mundo; el tren silba en la lejanía,
dibuja un cuadro apacible en el que siempre amanece, siempre aparece
la luna dejándose querer.

Y luego los ojos se te van detrás del silencio, el oxígeno
te falta en los pulmones, la realidad se funde en un estereotipo, una melodía
crónica que no tiene remedio, como un grano infectado de pus el día de la boda, un alma infectada de luz
la mañana radiante de tu entierro.



viernes, 11 de octubre de 2019

deudas de luz


A punto del trance, el arte es una providencia de apremio:
unos pagan al contado, a otros les embargan hasta los muebles de la casa vacía. En el aire está
esa música difícil, la melodía escasa. Sin la ayuda del Ángel
es complicado llegar, las palabras amortiguan su manera, los bálsamos no riman, los pedazos
rotos del alma no componen un mensaje probable, no cooperan;
es difícil, complejo como una ecuación interrogante, la música dificulta la raspadura del verso, el paso
honroso hacia la melancolía
y el hogar.

El barrio se comprime de noche, bulle de sombra, se arrodilla
delante del neón. Las chicas llevan una cuerda para amarrarse y no desaparecer de pronto,
suben el volumen de la farsa. Lo suyo es una carnicería
de relojes de arena, un batacazo de colores puros.
Es el unobtainium, el pálido tesoro, el destino vestido del revés,
desnudo a las tres de la mañana del sábado; (pues) sus manos paladean un radio de sangre,
sus ojos viven, protestan por la escalera del Bowery, digieren la longitud variable de la buhardilla original,
su bajo techo inmóvil, el cauto tragaluz adormecido.

La luz ha practicado su arrullo, ha desnortado la conciencia
cósmica de la pandilla. Destiny fuma apoyada en el capó, retorna a la niñez de su futuro
andrógino, sentada en el blanco pupitre de la escuela, en la primera fila del jéder,
escondiéndose del cielo, de una voz y una regla. Sus ojos centellean un ciclón de auroras inservibles,
todo un lujo de velas saturnales. Son sus cosméticos y su carmín tan verde,
tan goloso como una madrugada en Philly, una escapada al desierto de Sonora. Luce
anillos de oro, collares de oro como Ama Lou. La luz es otro collar de oro en su mirada.

Es así. Las frases cortas molestan lo suyo, arrojan oscuridad,
pontifican, pero aquí está lo inobtenible, demasiado correcto, aprobado por los pelos, lírica
atrofiada, lírica contante, borrones superiores de un imborrable
proceder. Ella, que ha corregido el rosa de la rosa, ha desalentado el corazón del rey. Por el Parque
andan los chicos con sus buenos modales, al resto los ha despachado el KRIT. Hasta
Jordan ha bajado a la calle con zapatillas nuevas a ver el sol, solo por ver el sol,
solo por ver cómo reparte puñetazos por la espalda.




miércoles, 9 de octubre de 2019

perderlo todo


Destiny lo tiene todo:
su color de piel, su estampa favorita, sus ojos
–galvanizados ojos–, su red. Cuando inspira un poema, ella lo escribe,
cuando avanza su mano la suavidad del gesto, el extremo
incierto de su tacto, la clara violencia con la que tuerce el hueso del silencio
y grita. Cómo recrea un espacio de silencio, una frecuencia dormida.

Su color de piel escapa por las callecitas alegres, por el arenal, acelera el movimiento de la boca,
atruena el corazón su latido extenuante. Siempre se escapa por la ventana
abierta, sale a campo abierto,
brota hacia la luz.

Musa, su trabajo discontinuo en el circuito del flow, su oficio
experimental. La magia y el milagro, dos caras de la misma tormenta
que vuela y se consume. Música milagrosa sobre el cuerpo del incendio; otra clase de forma,
otra forma más audaz, más lógica, analógica. El verso se contradice, cabalga
sobre una ráfaga de puertos seguros,
una gramática irracional.

Destiny lo pierde todo, se hace un lío, es un cruce de caminos bajo el ático
dulce del sol, bajo la roma sonrisa de otra luna llena
–exagerada luna–; la suerte agrada a los de siempre, salta por la ventana como un gramo de miseria,
escribe fácil, escribe lento, agradece el aplauso de la corte.

Hay una luz que a duras penas dura lo que dura un cigarrillo,
es una luz tranquila que lleva el paso triste de un perro vagabundo;
lo tiene todo: el alma, los cubiertos de plata, el genio de la lámpara, la pulcritud, si respira,
la sombra reconoce el trato,
escupe una promesa  y se retira al fondo de los labios como si fuera un beso
arrepentido.



lunes, 7 de octubre de 2019

¿quién ha soñado?


Existe una responsabilidad maestra (nuestra), cada uno es responsable de su necedad,
de su necesidad arrolladora, de su apisonadora
racional, su abolladura
emocional, su arbolito y su plantón.

No todo el mundo puede ser como Ari Lennox: mundo inimaginable.
Ni hilvanar una historia corriente está al alcance de cualquiera (otro poema, sí).

Circula vaporoso el pensamiento, entremuere a la sombra de una oscuridad radiante: ella mantiene su propio
puesto de guardia a la vanguardia de la oscuridad, camina como una gacela
ciega, pisotea el jardín.

Al Parque llegan las almas,
pobres almas, con su irracionalidad y su (mal) comportamiento. Su pasado es monumental, el arte
colma sus horas vacías, los años tendidos al so(u)l, su R&B. Por eso la música
languidece en el caro meollo de la urbe; en los corazones, nadie canta con el aspaviento y la fatalidad,
el péndulo vocal que empuja a las leyendas. Sobre la hierba,
una vocalista (ella) condecorada, cruda su voz, hundida hasta los ojos en el humo de la composición,
compuesta y sin odio.

Entonces, ¿quién se ha comprado el sueño del amor?, ¿quién las mañanas grises de cielo azul
celeste? Amanece y el horizonte se muestra
insobornable, permanece inopinadamente sólido y furioso (su corazón de piedra), es parte
del paisaje y parte del futuro, su momento es el aire que se respira con rabia.

Decimos que el aire se ha vuelto peligroso como un color blanco,
la pintura de un niño, el sol contra el espejo, ese tipo de presencias decorosas.

¡Oh, quién será responsable del milagro y su actitud
consciente! Ahora el amor puede ser desmontado en sus componentes electrónicos,
puede ser despiezado en la carnicería, filosofado en la taxonomía, pero suele testificar ante un tribunal injusto:
inocente de todo nuestro aliento,
culpable del silencio que precede a la gloria.