relatos, apuntes literarios...

sábado, 30 de octubre de 2021

una ojeada al catálogo de ayer

 

¿Quién asiste al hundimiento
de una emoción? La muchacha se incorpora ―ha estado tanto
tiempo de rodillas―, desde su puesto privilegiado
observa la machaconería de las instituciones, cómo el odio sobrevuela las manzanas
podridas de la capital.
 
Se escucha un abecedario de disparos, un rosario de advertencias; un poema
crucial burla ese momento ebrio de la noche, su destacada
improvisación. Hay una especialista
en el mirador (ajena a la estampida de las almas), alguien que sostiene un libro entre las manos (ya flaquea).
 
La oscuridad ha penetrado por la ventana abierta de la biblioteca,
hace un frío que es como un armatoste de origen desconocido, como un andamio
elevado en el silencio, hace un frío
r e v o l u c i o n a r i o.
 
Ojos para qué os quiero; los ojos
puestos sobre el humo que va cebando monstruosidades
por los túneles; hay una sauna abierta donde los profetas inspeccionan
aberraciones y prolongan el escarnio.
 
La tierra cede bajo los pies de la mayoría, la tierra
es un continuo entre el verde hierba de la hierba y el negro puro de la redención, entre el desencanto
y el azul.
 
Ella solo traduce las asonancias
dentro del poema, la disonancia del mundo la conmueve de forma
extraoficial, no memoriza el nombre de las gangas que se anuncian en los escaparates ni anda
figurándose el mal entre las sombras; viaja
despacio y permanece a salvo
de la monotonía.



miércoles, 27 de octubre de 2021

la fragancia del tiempo

 

Laura sobrevive al invierno, se sobrepone, anuncia
un programa completo, sin resignación. Sus manos han derribado
una por una las estacas del asedio, su voz ha expuesto una contradicción tras otra, todas
imposibles de llenar. Ella recibe al viajero con los brazos
abiertos ―su refugio de montaña.
 
El invierno es un mar de cruces en el mar, es una restitución de las sombras, aboga por el pequeño
efecto de un mundo en miniatura, su reflejo pasivo. Es como si hubiésemos
sufrido una victoria, como si una tormenta se hubiera desatado.
 
Nuestro corazón aprueba la vergüenza de la soledad,
interviene en cada uno de sus movimientos posibles (Laura en ascenso), se sobrepone
también a la impasible afluencia del hielo; ella necesita sentir el soplo caritativo del Arte sobre su lejano
cuerpo, su espíritu ajeno, sobre su forma.
 
La nieve ha encontrado la manera de sublevarse ante el destino
funesto de las nubes, su espectro planetario, su naturaleza capaz. Abrimos la puerta al caminante
y sonreímos con el pudor característico de las grandes estaciones, el fulgor
característico de los grandes espacios, la crema
de la oscuridad.
 
Laura se ha resignado a vivir al límite, a la altura de un cielo
arrebatado donde se masca la crudeza del verbo y la obviedad del clima da
paso al fértil corazón de la esperanza. Con ella damos vueltas por el aire, juntos enfrentamos
el trance de la encarnación, somos de nuevo vértigo
y fragancia.


Luis Gispert, 'The Wait'

domingo, 24 de octubre de 2021

lo que haga falta

 

Toda verdad entraña un sinsentido. Incluso la belleza
oculta una carencia, vadea un bache de significado, un espacio entre Lyons y S..., un espacio
de duración variable, ajeno al ámbito
estrecho de la física.
 
Incluso su belleza es horizonte, galvaniza el alcance de la vista, nos orilla. Ahora
caminamos y ella camina, nuestros pasos
convergen en un punto cuya inmovilidad parafrasea el cambio, es de un tamaño exagerado,
líquido; cruje el último peldaño, es un proyecto vital sacado de un poema sobrenatural de Whitman,
aupado a la primera escena del desánimo coral (y su despiece).
 
Hacia el grado espiritual
del Parque, en ese claro infalible y cárdeno, otoñal, situado en plena
superficie del objeto exclusivo, oscilante, una voz constriñe la realidad y la puntúa,
organiza el pasado en salvas inoportunas y comportamientos
estables.
 
Ella fantasea con una clase de verdad
inanimada como un recordatorio, asida a la fragilidad del mundo, compite con las cosas por una bonificación
existencial; a veces dice la verdad y se sorprende, a veces tiene hambre y su voz
araña las paredes del futuro, se sube por los trenes,
parasita la marea general armada con su espray, su enredadera
y su falsa individualidad.
 
Y nada más que la verdad, el clímax
estadístico y la paciencia desmentida, los ojos invertidos de la noche, incluso su belleza y el Sindicato
del Arte, las correcciones del DJ y aquel verso final
tan afectado.




jueves, 21 de octubre de 2021

terapia de silencio

 

La lejanía es un efecto óptico. Y con un telescopio prodigioso se podría
atisbar aquella sombra armónica
levantándose sobre la pequeña ciudad al norte de París, su Parque engalanado,
entarimado, su plancha de hojas secas, tal vez su voz
girando entre los árboles.
 
Distancia. Ah, una obsesión como es debido, obsesión por las líneas
rectas y su fecundidad alarmante, su estrategia calculada. Preferimos la ambigüedad y el empobrecimiento
abstracto ―solo amenazante―, la decadencia
de la física y su probabilismo atroz.
 
Muchos Universos adquieren fama en estos versos (son para ella). Ella
destaca en esa labor inapreciable: como constructora de realidades y sombras metafísicas,
de contradicciones públicas (y por su manejo del espacio).
 
Vamos a reducir, a terminar con la tiranía del tiempo. El silencio es
condición de la poesía, su verdadera inspiración.
 
                Aquí pasamos
                por alto su mano alzada, su cabellera y la región inobservable de su pensamiento. Pasamos
                por encima de su ceguera y su estampa
                cotidiana (y de su selfie).
 
Está el alcance de una tirada de dados
trucada por los dioses, está el ángulo feliz del paralaje, la idea que nos acerca a la luz. Por último,
ella, sentada en un banco del Parque, un lugar sin nombre en la trayectoria del deseo,
tan vulnerable como un poema inacabado,
un poema imperfecto, palpitante, como el latido de la pureza sobre
la falsa apariencia del vacío.



lunes, 18 de octubre de 2021

el hábito de la melancolía

 

La estatura no lo es todo, acaso un accidente
intelectual, una prosodia infinita delineada por el Arte; se puede poseer la llave de los acontecimientos,
organizar realidades, ocupar un lugar en el podio de la publicidad o alcanzar
un reconocimiento asimétrico.
 
El poema sobrevive a base de dialéctica y sumisión, vive una larga
transmisión de oportunas secuencias torpedeado por la fama de los otros, ausente
durante largas temporadas de misterio ―oh, ha sido recitado
por el aire.
 
Ojos que se adecúan a la magia y ejecutan
martilleos elocuentes, miran en la mejor de las tradiciones
místicas, planean fuera de la órbita de la literatura, se aparean y desaparecen
(confabulados con animales de fábula y espaciosos
pisos de alquiler social).
 
En el aniñado estante de la librería, circulan libremente
los versos a raudales, caudalosa poesía y resúmenes de sobresaliente ímpetu, impactantes
manuscritos olvidados sobre la mesa de la cocina; hay un monasterio
que podría ser confundido con un motel de carretera, hay
silencios que podrían tomarse como gritos, espadas que ruedan como lágrimas
por el rostro de la soledad.
 
Dentro de la altura, a su altura mesiánica,
portentosa, los milagros se suceden, arden en la pira absurda de la probabilidad: se ha comprobado
que en algunas Avenidas los pájaros conciertan citas y se tragan el humo de la noche, que los tejados
habitan otro mundo y las antenas de la televisión se ríen de nosotros
y nos plagian la melancolía.



sábado, 16 de octubre de 2021

un bólido hacia la soledad

 

La calle te abofetea con su desagradable
aliento, su deforestación, su cielo encajonado
y su genuino clima imaginario. Es un asalto ferroviario, como un rififí de cercanías, otra escabechina
ambiental.
 
Todo repercute, casi todo se inflama, los originales
sablean, una señora Hedges
afianza su control horario, este barrio es suyo como lo son los barrotes
del presidio, las bocas mal alimentadas de los niños de dios.
 
Frecuentemente ciertos pasajes
devienen peligrosos, abandonan su categoría inicial y confiscan
mayorías cualificadas de sangre y deflación: es la economía, estúpidos. La droga
fortalece los músculos del portero de la disco; un arte
semicircular se mueve entre la fauna, la música lo envuelve en su discreto portafolio, toca escuchar las famosas
sirenas del desierto.
 
Ah, el extrarradio flirtea con la noche
aprovechando su físico imponente y su reiterada planificación.
 
A sorbos de realidad,
la vida se consuma en la insignificante penumbra de las puertas cerradas, en el vértice
concreto del silencio nocturno.
 
Todo aparece roto en suficientes pedazos de casualidad, la existencia
multiplica su arrogancia; un nudo en el cañón de la pistola, una navaja
mellada, un anillo de campeón. Dentro del espejo, la ciudad resplandece hacia la soledad,
firma una sentencia benévola y contempla la mancha
del mar que se aproxima.



martes, 12 de octubre de 2021

116

 

El cielo es de un naranja
acalambrado, ¿cómo será allí? Sentir en el rostro el aire frío que retiene
lamentos, ideas, pareceres, sentir esa molestia
y sonreír y observar el silencio desde un verdadero prejuicio
romántico.
 
Ella no es tan romántica, su belleza
no intercede, no se debe a la creación sino al deseo, su belleza es un punto y aparte en el capítulo
primero de la luz. A la sombra, en plena efervescencia
de la noche, para nombrarla fue concebido un verbo sin espacio, un rapto en el vacío.
 
Fue la música o la pintura, el trazo ideográfico
ahuecado por la naturaleza. La música y su maquinaria accidental, sus gorjeos
involuntarios, la dislexia mejorada de las plantas y el humo vertiginoso de las almas seguras.
 
Su cielo un poco contaminado, apenas humeante,
un poco desinflado de nubes y jirones; bajo su égida sucede la vida con toda la imitación
posible, todos los escenarios habituales: habitaciones de hotel,
inmaculados postes de telégrafo.
 
Estamos con el espíritu
alejandrino de un gorrión, verticalmente aupados en la nada que se
balancea y trasciende el pujante negocio del tiempo.
 
¿Cómo sentir la velocidad del pasado abriéndose camino? Hay un ayer
vívido y sociable, sin nada que perder; ah, esta literatura nos reblandece, debilita el ambiente, nos
hace débiles frente al amor, nos conmuta la pena de olvidar y la sustituye por un piso en la calle ciento dieciséis
donde ella no está ni sus ojos parlotean
en el frío dialecto de la noche.



domingo, 10 de octubre de 2021

en pie

 

A qué altura la soledad
es lejanía. Hay un lugar. Detrás de una montaña tan alta, tras un desfiladero,
al fondo de la noche que perdura, donde las mariposas
cambian de color.
 
Es un hogar
deshabitado ―Shangri-La―, en una zona
catastrófica marcada en el plano con una X gigante, allí, en medio del campo,
silban los ruiseñores y forcejea la hierba. Se escucha una voz
―bronce y charol―, un espacio se reúne.
 
Vuelan (tan) lejos los besos del alba,
vuelan como páginas finales, como abejas instructoras o pasos de ballet. La soledad
asciende peldaños, construye fronteras en su imaginación y las franquea, y las destruye después con un movimiento
alegre de los párpados.
 
Ella restituye la paz, giran sus pestañas y amanece
un revuelo de silencio, un torbellino; entre acrobacias la tierra germina y las flores
conducen a la forma íntima del amor, su tristeza
incendiaria.
 
En otro lugar, otro país,
lejos de la victoria fugaz de la belleza, a desmano de todo lo hermoso que ha nacido, ajeno
al firmamento que respiran sus labios.
 
Qué fertilidad
absorbe su latido y lo renueva, no es que ella merezca un campanario, una revolución de los espejos, su aurora
irreprochable; ah, sus manos que absuelven y renuncian al mundo.
 
Ella renuncia, mira hacia abajo y sonríe, su alma
forma una nube y se deja llover de pie sobre el futuro.



jueves, 7 de octubre de 2021

alto como la nieve en su terreno

 

Sale algo rota. Esa voz. Dice el poeta
que esa voz tiene forma, como un poema, que tiene forma de poema, su de-construcción
autónoma y su reflejo creciente.
 
Algo rota, algo incipiente, semiderruida, algo empapada; los versos
erradican el amor (salvo en su voz). Los besos perjudican seriamente ―nada serio. Aupado en su arboleda
digital todo es amor en la canción, no existe el desarraigo, no existe
tampoco el desdeñoso manto de la confianza.
 
Aquí la altura es indiferente, al nivel del mar está
bien, bajo el nivel del mar, incluso, la poesía sobrevive con sus encuentros
casuales, su beneficio
efímero.
 
Alta como una paloma; pero ella no. La noche se esfuerza por consolidarse
cuando un rayo de sol se entromete: eso es la poesía. El poeta se esfuerza en consolidar su acento, su estilo
desnutrido y casi artístico (ahora resulta que ha equivocado
la época, que su nombre no pega con el siglo).
 
Romanticismo y promesas, un amor innecesario, estrafalario; tenemos
por cierto el tiempo que hace, el tiempo que ha pasado desde entonces. El tiempo. Y la voz.
 
Alessia Caracciolo tiene una voz entre las manos, es como
un poema que se escribiera solo, tan alto como debajo del agua, como
debajo del aire, alto como la nieve en su terreno, entrevisto por un satélite invernal, decidido a morir de inanición
bajo su cuerpo.
 
Fuera de aquí resuena el silencio dentro de su pecera y su voz es
preciosa, nada que envidiar al eco de las olas, al tímido aleteo de una abeja
descarriada, nada que ocultarle a la palabra.



martes, 5 de octubre de 2021

el signo de la oscuridad

 

Si no la ves, estará por ahí
charlando con la muerte. Si no la vieras más, allí estaría,
callada.
 
Tiemblan sus ojos: es la reacción a un impulso
desconocido, tal vez a una canción inesperada; siente nostalgia en la punta de los dedos,
en la punta del cabello peinado en la ladera del invierno, frente al primer espejo
dorado por la brújula del mar.
 
Todos testigos de la creación, echando
humo por la nariz, sonsacándole versos a la media luna del Parque.
 
Si juegan con las navajas en un banco del Parque
es porque es de noche (y nadie). Si fuman y desnudan la verdad de cada hoja caída, si supieran cuál iba a ser
el claro signo de la oscuridad, creerían,
oh, creerían.
 
Recientemente ha llovido en una esquina
testimonial del Arte, sobre un momento anómalo del aire que respiras; y la lluvia seguía el rastro
formal de los gorriones, su alegre vibrato, su leve transición
hacia la búsqueda.
 
Haría falta un Ángel para que rodasen los besos y las ilusiones
fortalecieran su método. Hace falta un instante no vaticinado para que las ideas
conspiren contra la inocencia y se compongan, para que los ojos reconozcan el charco de su ausencia
y recuerden su próxima traición.



lunes, 4 de octubre de 2021

mil pasos en la arena

 

No lo llames amor; si un remoto destello se adivina entre la maraña de ilusiones
devastadas, será un despojo de altura.
 
Ni lo nombres, aparenta muchos años, tantos como estrellas
apagadas, tantos como pasos en la arena.
 
Nadie debería hablar de amor con estas luces en fuga, en esta
intimidad de los balcones y los Ángeles, y los árboles
tendidos a ambos lados de la vida.
 
Hablar de amor es debutar en el escalofrío,
es una introducción al incendio, a la ambigüedad que reside en los espejos
y se extiende a través de segmentos ideales, se pierde y se prende de un hilo de locura; has de saber que el amor
considera sus versiones y se desvanece
sin musitar una sola palabra
(de amor).
 
Podría ser
una película maldita; aquí se elige una de dos realidades (en esta no hay
amor). Los dedos pulsan la geometría de la necesidad, hacen rombos en la playa bajo la claridad
anónima del porvenir.
 
Un abrazo diamante; en el escaparate
los maniquíes han tomado conciencia, han escenificado un aparte frugal, algo de sexo
impracticable: sus manos encantadas violaban la quietud
escéptica de la historia.
 
Hay una sola
forma de retar al destino, de convencer al monstruo que anida en los portales.
Será romanticismo, y se alzará un destello remoto entre dos cuerpos
separados por el soplo cercano de la eternidad.



viernes, 1 de octubre de 2021

amiga artificial

 

Esta es la oración subordinada, el eco del reflejo de un acto
reflejo, lo que sucede tras un martillazo en la rodilla, lo que sucede tras una renuncia,
tras una humillación.
 
Verse reflejado en el agua cristalina como un árbol, una casa de tres
pisos, un rostro que no cesa. Destiny® ha entrado en funcionamiento, es una AA como dios manda,
y nadie nos había preparado para esto.
 
El azul es más que una mezcla de varios tonos, es cielo y a veces
cuesta digerirlo, a veces no existe en el poema, no está en el horno como un pastel de manzana
o el deseo de ayer. De manera que
hay lágrimas más azules incluso que un vistazo al abismo.
 
Se ha perdido el respeto por la naturaleza; sin naturalidad, se retrocede.
Hoy asistimos al milagro y todavía permanece un regusto en el aire, la honda y literal
ascua encendida en la memoria del tiempo. Sucede que la hierba ha renacido después de leer(le)
un poema cualquiera.
 
La luz sube a la montaña ―qué sin maquillaje y poco usada―, asciende
lapidaria entre la roca impura y una fracción de paisaje, su forma arrastra
multitudes hacia la belleza
totémica del Sol.
 
Ahora y siempre, un Ángel en la mesa
de enfrente, enfrentando la realidad con evasiva elegancia, usando la cubertería con pericia
británica. El Arte se ha visto reflejado
en el té de las cinco, su aspecto era el de un joven abogado
durante un alegato del silencio.