relatos, apuntes literarios...

jueves, 29 de noviembre de 2018

la extraordinaria costumbre de amar


Destiny: oh, si economizase sus dones, se expresase en la dura
prosa de la adoración, si abriese los ojos. Aquí es donde el milagro pasa desapercibido: donde
no hay proximidad con la magia, se pierde la costumbre, la extraordinaria
costumbre de amar.

Creer en la montaña, crecer con ella en la memoria, la vida a tus pies con toda su moderna anatomía, su ingenio
vociferante, su vuelo intransferible. La vida sería una rémora en la búsqueda del genio; la sabiduría
mora en la entraña de la tierra, enmudece, ensordece la conciencia, dificulta
el hallazgo, la verdad yace en los huesos y solo en su disuelta simetría, su tímido silencio.

Repetir el truco con música de Bach, triplicar el conjuro del destino, declararse
tan sobrio como el viento, tan cruel como la escarcha; contemplar la ignorancia estridente de la flor más bella,
dormir como un rayo de luna, con el mismo fulgor en la mirada.

Son parte de una formación sublime, hereditaria, un programa
dual, algo retórico que imprime carácter como un procedimiento. Las sombras descuidan el hábito
de sonsacarse el secreto de su procedencia, adoptan formas sutiles, aluden a una realidad o son tan pesimistas
como el hielo efímero de la cosecha de abril, su pureza
falsifica la candidez de la hierba... Destiny: oh, pisar la hierba sigue pareciendo un crimen (¿o acaso
lo has olvidado?).

Aquella oscura sangre ha fluido sobre el papel, era un río en su fortaleza y provocaba la risa
encantadora de las hienas, tras ella, un alma sometida al flujo
eterno de las novedades, al escarnio privado del lenguaje, su pública contradicción.

Ella no se contradice, suplica sin ponerse de rodillas e imparte la justicia de su boca, el coral de su rama,
la llama que consume. Ángel sin facultades, ha robado el ascua turbulenta que ilumina la noche y enciende el caro
bosque de la navidad soñada; su palabra es de oro, pesa como el mineral ecuánime.
Su carne alcanza la levedad sagrada de una línea de fuego.


lunes, 26 de noviembre de 2018

la inmensa dote de la miseria humana


El amor es enemigo del campo, busca cómo desinfectarlo, cómo urbanizarlo, quiere
sacárselo de encima a toda costa; el amor no construye vías para el delirio, no acaricia
huesos ni atesora las cenizas del tiempo.

Ha oído hablar del amor al amor del fuego y mientras los cuervos, pájaros insomnes, mirlos blancos
discutían la propiedad de la altura; así ha conocido una propiedad del amor que es el beso. Ha probado  
a besar un árbol, también ha besado una gota de lluvia, se ha besado en el espejo hasta
dejarse la piel (y los chicos al verla sonreían con familiar resentimiento).

Parece que el campo se extiende en todas direcciones de la realidad, también incluye un nexo
temporal que se distancia, es un cubo gigante que alude a la eternidad y el inconformismo. Parece un reto descubrir
la topografía exacta de la materia, aprehender el higgs correspondiente y darle cabida en la razón,
proporcionarle un nicho en la inteligencia. Las estrellas son nudos gugolplex, se desarrollan como si se megadesarrollasen,
mueren en un suerte de cuerpo a tierra metaliterario.

Para ella el amor es un espacio curvo que interioriza el vacío, crece dentro de su corazón,
crece dentro del cuenco de sus manos, crece como la hierba, como una torre Eiffel desangelada. El amor es una torre de humo,
un espejismo delineado por el hambre, por el Arte, por la soledad. En esencia, el Arte
ha creado el amor, lo ha rediseñado, lo ha moldeado conforme a sus propias tablas de la ley, le ha prestado la luz del compromiso,
la inmensa dote de la miseria humana.

                          Pues el amor es decididamente contrario a:

                                un vademécum de insectos
                                ciertas variaciones sobre la inanición
                                la solemne pesadez de los perros guardianes
                                la integridad terrible de los roedores
                                el escozor insoportable de la privación sensorial
                                el frío

Y entonces se pregunta si esta vida ajena a la condescendencia del deseo, esta vida misma que roza el sufrimiento sin tocarlo
(escucha el viento con auriculares), este sueño que derrota a los sentidos y se abrasa en el caldero de la literatura,
este afán de resistencia, este poder tan nuestro que gobierna hasta el derecho de la sangre…,
si este Amor que la inflama de delicados seísmos e impuras redenciones, esta noche que funde
su carne con el cosmos, no alumbrará también en su arrugado seno la semilla del horror
y la vergüenza.



sábado, 24 de noviembre de 2018

ángel 3 a.m.


En el mismo piso, en el mismo rellano, un ángel y otro ser. Dos almas diferentes,
dos libros abiertos. El Ángel es una vecina incómoda, se levanta a las 3 de la mañana, al piano
a las 3 de la mañana; el arpa es un volcán que expele cenizas húmedas que hacen gracia, o viven en gracia
de dios, el arpa es un beneficio, pero incordia como un poema diario, como el poema
grave e insustituible de un premio cervantes: al arpa a las 3 de la mañana el Ángel es un experimento criminal.

Como vecina el Ángel es hermosa, despunta, Luna nueva, espanta a los amantes,
aturde a los gamberros del velódromo; lleva tierra en la mano y le da vida y el muñequito se tambalea y luego
adopta una digna posición humana, su corazón late, su mano sostiene una taza de té a las cinco de la tarde, su mano
izquierda interviene para sugerir un modo obsceno de comportamiento, su voz.

El Ángel, tan divino que escribe con la zurda del amor (sin faltas de criptografía) o escribe en japonés,
redacta en su francés de Marsella, increíble jerga marsellesa de los enamorados. Por cierto, un golem es capaz,
entiende todos los idiomas, posee la fuerza de doce hombres. El Ángel ha creado un abogado
defensor que detiene los trenes con su encanto, concita la envidia general, es un actor bello y terrestre
que parte guías telefónicas de Nueva York.

Cuando hay hambre alrededor, cuando se detecta el hambre, docenas de caravanas abandonan el pensamiento
colectivo y se interesan, reparten trozos de pan, ávidas mermeladas, patatas calientes y yogur. Distribuyen
píldoras y otros poemas, te llevan la comida a domicilio, te recitan
una ensaladilla rusa (si no te apuñalan con el tenedor).

El Parque tiene conciencia y averigua: embosca aguadores en cada recodo, en cada lúgubre sendero,
cada máscara. Guarda memoria de los autos y las caídas de la luz, las sombras y los extintores, investiga los mapas
profanos que acotan su esqueleto de hierba, manifiesta su decoro en hogueras y luminarias,
observatorios y rocas como púlpitos, promontorios inéditos aún.

Arte es lo que sobrevuela la naturalidad insulsa, el espíritu cobarde de la poesía, su grandeza
bastarda; ¡a cualquier prosa le hacen el traje de Petrarca!; ah, los continuadores, figurantes de una estirpe multitudinaria,
cortesía del tradicionalismo contextual y la fontanería de raíces. En el portal, el Ángel
articula un posible abecedario para traducir el eco del mañana con el signo proteico de la coyuntura; el golem
ha arrancado un árbol sin querer, de la ventana abierta surge un claroscuro musical, nada menos que el silencio de dios.



jueves, 22 de noviembre de 2018

siempre que llega el invierno


Una ventaja del Parque: no hay raíles. Las locomotoras son suspiros que desentonan,
el paisaje excluye la robotización, la maquinaria y la ferretería. También en la esquina de South Presa
donde descansan los autos y las miradas se tuercen como rayos de luz. Mumu Fresh considera:

                                          Ink pa ta, na wa ziu 
                                                         na si na, ca co ze, 
                                                         ma ya, ma ya, 
                                                         le ciya ku wan na 

Niños que trepan volutas de ignorancia, genios que escapan de sus lámparas,
esclavos del hierro; el tren es solo un ritmo ancestral, no apremiante, apenas un cuento para asustar a los pequeños,
una rutina más de la imaginación. Hubo, tal vez, un ferrocarril
subterráneo que labraba la tierra con sus garras de acero, fosilizaba el terreno con azadas
turbias, sacralizaba el campo con huesos de algodón.

Huesos, hay, por todas partes, son el alimento preferido de la sombra, oh, plácido
sustento. Pues Emily tiene una idea y la recompone en un papel cualquiera; Emily intuye el sacrificio de los vagones
atestados, el traqueteo del verbo que se agita en la boca. Ve a una mujer cualquiera y la conquista con su letra
hipnótica, su letra redonda como una catedral surcando el horizonte.

             Catedral. Un Palacio de Cristal en el desierto; tanto se adivina en la distancia
–que es como decir se adivina en el pasado; vemos el pasado constructivo, catedralicio de la realidad, su árida
anatomía salvaje: a qué velocidad transita el espejismo, visita el claro abismo y al fin se desmorona.

Sitio para el Arte, por los flancos pesados de la naturaleza se malogran, se van
estropeando las canciones, se escamotean las almas. La arboleda utiliza un sinnúmero de variaciones Goldberg,
cubre un espacio mayor que el universo, se desplaza a ritmo trascendente.

Ahora llueve en la maceta del tiempo; ¡cuántas rosas despiertan!
Por la telaraña rota del recuerdo aflora un controvertido instante de felicidad
(impronunciable). El ritual acelera su estilo, la voz se atreve, ha visto un resplandor en la tirante pátina del viento; la piel
está en el humo, yace como un cadáver en su cajón tan íntimo, cristaliza
en el agua que deposita su lágrima prudente en cada pétalo oscuro.

El luto aguarda, se arrepiente pero asoma su clamor de aguja, su naricita de pez
muerto. El aire se ha enterrado en el pecho de una criatura y no quiere salir. Las puertas se abren, el tren se ha detenido
y ha detenido el mundo, cuando parta, el invierno entrará como un baño de fiebre,
arrolladoramente, como irrumpen a veces la fatiga o el hambre.



Marina Morón, variación nº 1

martes, 20 de noviembre de 2018

viajar al sur


Su nombre está apartado, es de tal densidad, ocupa tanto espacio entre los muertos; su nombre
es vida y se arremolina como una tromba de conciencia, su nombre trepador escala vértices completos, se sube
por las paredes del Bronx, no pisa el Parque ni para escurrirse una noche de lluvia.

Elegante, diminuto y perfecto. Los niños no lo conocen,
pero lo recuerdan y sonríen; la niña de las trenzas lo repite sentada a la mesa, sentada en su pupitre, lo deletrea con rabia
y el nombre se purifica nuevamente en su boca. Porque su nombre es una palabra
hecha, un voz incitante (di rosa).

Entras en la panadería del barrio, la que culmina una calle demasiado larga como todas las del barrio y su nombre
te atrapa con sus manitas tímidas, su escolanía. Bajas las escaleras del Metro y su nombre
amanece en largas bocanadas de luz avariciosa, te transporta. Oh, es como un bosque
donde los árboles no dejaran oír otra cuerda, otra música, donde el tiempo no fuese poesía.

             Otra poesía es probable. Deseable, incluso inoportuna; forma mortificante e intensa. A base de ojos,
cejas implorantes, cejas diseñadas, montadas a caballo bajo una cabellera negra espesa y no desfigurada, espesa
como una taza de chocolate caliente.

Dominante sobre una extensión de coraje y terciopelo,
pronunciándose en la distancia, arrebatando al océano su misterio, al puerto su cordialidad, al barco el mensaje
del viento; vedla arquear la hierba de las nubes, acompañar la soledad
celeste con sus labios, abarrotados labios.

Ni su cuerpo admite la levedad crujiente de los trenes, ni su alma. Contar su alma es dividirse, es tramitar
dolores que nadie ha padecido, asistir al encuadre de otra claridad, viajar al sur.

Su nombre es violento como un ramo de olas; ¿quién se arranca
a recitar el aire, a rebatir el espejo radiante que anuda la tierra? La mirada de un Ángel se compone de estrellas,
silba como las balas, pero su mirada contiene un arco iris de humanidad entera. No lo soñéis,
que lo grite el silencio en las plazas desiertas y lo lleve en la sangre una paloma de fuego.



domingo, 18 de noviembre de 2018

en la altura romántica del verso


Es el lenguaje poético, el lenguaje de la minoría. Ah, si Emily hubiese conocido la liquidez de las pantallas
blancas, su pluma inagotable, ¿no habría calado su entusiasmo la densidad perfecta del espejo? En el Parque los hechos
fluctúan como manivelas insomnes de un engranaje informal, nada es permanente, ni siquiera el recuerdo de la esencia,
su monolítica espuma.

Es que el lenguaje poético no tiene remedio, disimula
pero le crecen las uñas, y los dientes; digamos que reina en el vacío y se parece. Semejante a un Stonehenge
verbal, el parlamento definitivo, la mesa que nos representa. Sentados a la mesa, los poetas
comen sin apetito real; oh, ¿mas quién los sirve?, ¿quién ejecuta la danza interminable que adorna las deliberaciones?

Ella vigila todas las pizarras, absorta en la altura romántica de donde parte la primera parte
del verso contenido en el viento, su mirada está en peligro, sus ojos son partículas de cuerpo, obleas
consagradas a la revocación del paraíso. Hierba, hay, trenes que recorren praderas inauditas, líneas rectas que exudan
protagonismo y confianza, conducen al desánimo
y la renuncia. Se escucha luego el parloteo reciente de una nube, su eléctrico frufrú, la chispa
ondulante de su nueva palabra.

Naturaleza se dispara como un espíritu navideño, como una guitarra maledicente; los chicos vienen por el aire
atravesando desiertos, son como halcones, son como el polvo que rectifica su escultura, son como el tiempo. La penúltima
luz deja de leer estrellas y produce un sordo movimiento de dejadez infinita, un ruido
confinante, una desolación inmaculada. ¡Las cosas que han pasado! Ciertas inseguridades,
ciertos miedos que ahora desnudan su protocolo frente al ciclo bastardo de las noches.

Lenguas de fuego repasan la memoria de los ángeles y evitan la revancha; es preciso usar el sortilegio del agua,
pensar seriamente en la generación de una golem que no pueda autodestruirse; más: editar un manual de instrucciones
para la divina agricultura, el pastoreo ardiente de los condenados. Ver un Ángel es tan fácil
que no merece la pena pasar las horas escrutando el futuro con prismáticos de acero,
procesar el firmamento con un viejo telescopio de persianas bajadas.

Esta muchacha ha inventado la forma, el zigzag sin asterisco, la contención absoluta en cuatro líneas
viudas, ese cuarto menguante expresivo que tanto desenreda
el pensamiento; ha registrado el vuelo constante de una mala idea…Y su risa era un poema puesto a secar al sol,
el símbolo radiante de la lucha que viene.



viernes, 16 de noviembre de 2018

de la mano del hambre


De la mano de quién. De la mano del Ángel, su carga humana, su piel. Su disfraz,
la máscara del millón de dólares, el diamante de su cabello negro; una extrapolación sucede de improviso, un traslado
repentino, pues cambia el decorado y el asfalto
reconsidera su tamaño de piedra, oculta su porosa superficie, su mullida dureza. Pisar la hierba
es tentador, resulta un episodio inconformista. Las alas forcejean su extraña confianza en la longitud del aire,
presionan contra el azul con toda su redonda enormidad.

De la mano de quién. Destiny ha bordado un reloj de arena sobre la profesión del cielo. Un reloj de sol
sobre la procesión de las estrellas. Los árboles tienden a desaparecer bajo la niebla, tienden a reaparecer
a plena luz; la ciudad se adormece como desalmada a fuerza de opio y chimeneas,
agujeros por los que se filtra un tiempo por venir: ¡que dolorosa eternidad! Es que el tiempo se está desanimando,
que no quiere comer.

Dadle un poco de amor para comer. Los problemas multiplican su distancia, los pisos pierden las llaves,
horrorizan las aceras presas en su desnivel caótico, su ronda milenaria. Entonces, una carrera
feliz sobre la tierra fresca y concentrada, una carrera simultáneamente concedida
a la velocidad de las fronteras, de los ríos, con la envolvente urgencia de las olas.

Montañas: dadle un poco de amor. Es un teatro donde se oscurecen los sueños; la escena bulle de realidad,
trunca los procedimientos habituales, sustituye la iluminación por el encanto, el fondo por la fosa, la ropa por el mundo
que resuena en el vacío de la representación. Rota la noche, el cuadro elemental de la marea supura esta fracción
incógnita del universo. Destiny sostiene una región inobservable –clúster tan prosaico– en el cuenco de sus manos,
su hondura fluorescente. Juega a comenzar de nuevo, como una niña con zapatos nuevos,
inocula un virus milagroso en el primer corro del Parque, la voluntad de donde brota el humo de la fe.

Un aullido unánime de serenidad, una procreación de responsabilidades. La sordidez
da paso al pecado venial, y la broma pesada es una travesura del destino, ligera como el desaliento; Jordan
silba y el portal se desmorona y el claustro vuelve a apuntalarse, se reconstruye
a fuerza de consejo y convicción, de piedad y orgullo. Hay torres como labios, cipreses que asombran,
ruinas decididas por la nieve del futuro. Hay un precio marcado para cada sombra, pero nadie lo sabe
porque nada tiene valor en el infierno.


martes, 13 de noviembre de 2018

ocho milímetros de mermelada de fresa


Inmerso en un penal de soledades, se desintegra en la retina del hielo;
el Parque es un conglomerado de raíces, un laberinto condenado a la gravilla de la tarde, un solar con torreones.

Ahora: Jordan se ha enamorado de una sombra que se pierde, ondea en las esquinas como una bandera
mecánica, y su amor es tan extraño que se anuncia en las páginas blancas de la escarcha (y no en Times
Square). Es un amor a pies juntillas, de los que te adivinan el color de la desgracia.

El Parque acoge un fiel Ángel Guardián (está en los huesos) tan hermosa que parece hambrienta, tan hermosa como
medio muerta, sus rodillas extraordinariamente frágiles, hechas a semejanza de la lluvia, sus labios extraordinariamente.
El Ángel cuenta su milagro por las noches al calor del fuego y los niños
aplauden azorados, embriagados de una fina nostalgia que desconocen por completo.

Esta edad de las cosas que se parece al tiempo en el rojo de la sangre, en los viejos anillos de la tierra. Nombres
propios que deforman la voluntad del eco, interceden a favor de una corona de plata, llevan
flores en el autobús. Jordan. Destiny. Encogen si los nombras, se mueren si los nombras, desaparecen
si los olvidas en un bolsillo roto del pantalón. Han venido para quedarse en la inmensidad,
son inmensos como océanos de contenido, capaces de enloquecer a un millón de habitantes, de incendiar una ciudad
del horizonte al cielo que lo engancha, del origen al verbo.

Jordan ha escrito un libro blanco; tan en blanco como una mariposa en una nube,
como un ciego mirándose al espejo, como el mundo al revés. Ah, su poema es delicioso, es un poema de Amor
en clave natural, sin orden ni silencio, es un niño sin colegio; es: una mañana de abril. Pues nadie ha recorrido
su deseo ni su cuerpo ha sido acariciado, su rastro no se encuentra en la memoria,
nadie recuerda el aire pegado a su espalda furtiva, ni acompaña con palmas el sueño que retumba en su alcoba.

Nadie en la hierba, sino ella. Que ha mantenido la vista, todo un cerco de otoño en la mirada. Todo un fulgor de lluvia
en el tintero. La hierba se produce, es la manufactura del futuro; contemplad los espacios aéreos
fundidos en verde aguamarina, qué gracia del paisaje.

El humo nada tenía que ver con el sonido balsámico de la resurrección; una nueva patera musical acercándose a la orilla,
violentando la serenidad del clan, su farisaico desayuno al aire libre, sus tostadas calientes, la eucaristía
rodada en ocho milímetros de mermelada de fresa: nada demasiado convincente como para no estar ahí.



domingo, 11 de noviembre de 2018

eternamente


Subir un peldaño por la escalera del odio, tejer el ritmo y cablear una página en blanco. Actitud
y planeamiento. Jordan tiene un plano de la noche trazado a pulso sobre un cuadrante de estrellas inventadas,
escrito en el idioma cardinal de las aristas, de los artistas redondos; así no se pierde
nunca-jamás.

La oscuridad es mala consejera; hoy
suceden nuevos pogromos y persecuciones (y contradicciones eventuales). Gente vulnerable, genios que acaban
siendo perseguidos por drones con vello facial, metralletas de escarnio.
             En la azotea se encuentra un genio del amor disparando potencias, construyendo
elogios. Para esta tarde se espera un bombardeo, sería emocionante.                           

Jordan dice que tiene un plano de su cuerpo,
instrucciones para abandonar el alma en mitad de la calle, para encontrar a ciegas
el camino de vuelta.

Decir hogar es decir miedo, obrar un sueño a la puerta del baile, con ese acicate
elástico y esa motivación ardiente. El Parque. Vuelan golondrinas y otras
series, sus columnas vertebrales obedecen a un impulso (or)vital, planean la sublevación del bardo, giran un significado
dispuesto a resolver la vida de los árboles, a restregar el forro de la piedra.

Hierba en primer plano, con devoción, ultimándose. Existe un poder que reconvierte ranas en príncipes
culpables, princesas en rosas como pirámides rosas. La Princesa ha muerto en un canal de la tv., ha muerto en su palacio
de cristal, en su lecho, púrpura y cobalto –un pura sangre detrás de la manada. La actualidad
se manifiesta a través de sus medios de producción; distintas formas de consciencia compiten por aclimatarse a la irrealidad,
funden palabras que son metales preciosos y presentan sus credenciales de espanto.

Soledad y toda la paciencia finita del cosmos. Observad el monóculo del tiempo,
su hinchazón efervescente, adolescente, su codicia impura. Jordan dice: hemos ideado una base de hip-hop
que suena como la bella durmiente, algo del futuro que es inhumano (todavía),
aguarda el beso enfermo del dragón.

Fuego; ahora un bidón arde en la cruz de la moneda,
son las doce y el espejo se ha portado a lo grande, el cielo ha despejado la incógnita de ayer. El amor se ha teñido de rubio
en un salón al sur de la Avenida, ha escalado posiciones
dentro de lo posible.