relatos, apuntes literarios...

lunes, 31 de diciembre de 2018

hoy es el día


Y vas rozando la ansiedad perfecta,
y pasas cerca de la extraña rosa:
tu mano peregrina recolecta
los besos de la noche temblorosa.

Tus ojos forman una línea recta,
dos gotas de horizonte en una fosa;
la luz de las estrellas se conecta
al cielo que en tu piel se desendiosa.

Cualquier rayo de sol pide su fruto,
tú solo ruegas el callado luto
de los párpados ciegos y la luna.

Y vas rozando el alba que regresa
con la miel de la noche que te besa,
como una semidiosa inoportuna.



Ayer tiré la luz por la ventana
como si tu mirada fuera mía;
hoy he tirado el corazón, mañana
irá por la ventana mi alegría.

Contra la tarde y su palabra llana
abrió fuego la luz mientras caía;
qué pura sangre de la tierra mana
como si fuera pura flor de un día.

Hoy es el día; alzó la primavera
sus manos al encuentro de tus ojos,
la prodigiosa carne de las flores.

De cuerpo ausente tu mirada entera,
solo tu dura ausencia y los despojos
de mi amor y de todos tus amores.


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FELIZ AÑO NUEVO A TODOS.

sábado, 29 de diciembre de 2018

hacia la soledad


Hacia la libertad, donde haya un pájaro, una brizna de hierba,
un verso. El tiempo está templado, ha sobrevivido a una matanza, pero sigue
muriendo, sigue escribiendo en alto, con mano firme, mente turbulenta.

(Solo) aquello que no es real avanza inexorable, es decir: el futuro. Avanza inexorable-
mente, desenfunda más rápido que nadie, se triplica en un instante de gracia tan palpable como una mandarina,
tan extático como una mariposa; la interioridad del mundo es residual, ha alcanzado esa propiedad
sin importancia.

Los chicos replican el ritual de la Historia, faltos de imaginación. Están muriendo de dos en dos, van
entregando la sangre, las lágrimas, las notas tomadas de la vida misma,
una vida civil, civilizada, ausente.

Hacia la libertad, un pájaro contrito, aunado a esta cualidad humana tan poco
perfectible, metafórica. El mundo era un lugar estimulante hasta que aparecieron los milagros,
los profetas y su impronta subterránea, sus dos metros bajo tierra, la Luna que traían en los ojos, la tierra
que traían en las uñas, la sonrisa del lobo.

Traían una longitud rabiosa, un aparcamiento para todos, una profunda sobriedad. Traían
el alma de su generación hincada en una pica formidable, homérica; dejaban transcurrir la memoria,
sin auriculares ni provisiones de humo.

Gélido el tiempo, gélidamente se desnuda de sí, hace un aparatoso mutis, infringe sus reglas, sus regalos,
hace marcas en la calle para que salten los gatos, para que la luz no pierda la compostura en el aire
y la sombra no crea que ha nacido al silencio como un poeta
muerto o una mirada vacía.


jueves, 27 de diciembre de 2018

corazón de oro


Qué prosa no ha caído bajo el poder de la descripción
golosa y cruel; oh, sus personajes descubiertos, insospechados y ya mutilada su privacidad, exagerados sus defectos
(es el realismo). Qué afán por retratarse y calibrar,
desordenar el alma de la gente.

En el poema hasta los ángeles están a salvo de oraciones indiscretas. Pueden ser sin tutela ni exorcismo,
¡vuelan! Abonan el paisaje con su entusiasmo caníbal, su corporeidad. Ahí está ella difundiéndose
por la Avenida con un vestido blanco, retorciéndose ante el milagro de la noche, ajena a la impertinencia del clima,
pues tiene frío y siempre será un frío cordial. Y siempre será un paisaje entrometido, como una floración
perpetua, un acabose insólito y frecuente.

Se advierte un Área X más fotogénica, la pequeña Siberia, el recodo y basta. Un atlas
moderado, con su vegetación autónoma y sus límites frutales, su columna invertebrada; montes y riscos
vacilantes, vívidos. Esta vida que se reconcome y se relame, ruge de placer, surge
desde una celda con vistas al infierno de la redención.

En el poema, ella está a resguardo; sus piernas, a buen recaudo, sus ojos no existen
para la noche eterna, sus manos viajan
enlutadas y firmes, su pecho disfruta de la soledad. Está la palabra, está el contraste, la germanía y el beso,
están los términos del contrato con el Arte. Nada más. Un pasadizo y un árbol,
y la mañana que pasa como una persona por delante del tiempo, el sol que se dibuja en el recuerdo:
toda la sombra del mundo.

Qué desiderata, qué exilio. La prosa se desluce en fuegos vanos, palomitas de maíz para el gran angular
y el maratón narrativo, imágenes congeladas y vidas paralelas, rostros
semejantes, intimidades y maneras de morir. Ah, y la poesía es vida, retruécano y palpitación (la vida es poesía),
naturaleza que muere por su propio peso. Y porque tiene un corazón de oro.


martes, 25 de diciembre de 2018

bandadas de lluvia


Concentrar el amor, escolarizarlo, intuir una palabra alta de pensamiento, decir(se) la verdad. Cuánta
superstición entre la hierba, qué dulzura antigua, la lírica que entonces llamaba a la contienda, guerra y olvido,
destrucciones sincronizadas bajo la apariencia casual de la justicia.

La ciudad encoge hasta el infinito,
transita veloz del orbe al laberinto, de la nostalgia al pecado independiente, del amor a la benevolencia. Calles
infantiles con su pedrada rubia, su límite sordo y casquivano, sus ventanas de infarto. Cuestas y talleres, terremotos
amables para conjurar cualquier dolorosa ausencia, cualquier aproximación al deseo, cualquier futuro.

Una muchacha y su nombre de estrella, su soneto de catorce pasos, su partida de ajedrez y el milagro
superfluo, tan oscuro, del silencio que crea y representa. Jordan ha fundido en negro
todo el proceso de la creación, ha silbado como un pájaro
íntimo, con el mismo ajetreo de plumas inmortales, la misma combinación de alas formando huracanes de ingenio,
suspendiendo la crudeza de la tierra.

Algo exasperante que no se compadece con la claridad urbana del falso paraíso;
carreras a la puerta del ocaso, vida animal en anuncios por palabras. El aliento divino es un insecticida,
la suciedad de las baldosas conforma un mapa electrizante del subsuelo; Jordan se ha perdido la película y el campo
asiente y se dispone a repetir el vídeo de la noche, la banda sonora de la soledad.

Reconocer una voz, profetizar sin temor a equivocarse: es ella. Asegurarse en privado (tarareando otro estribillo, un verso
nuevo). Reconocer su voz entre una multitud de aspiraciones,
un universo de márgenes, cierta integridad de estrépitos y lunas.

La luz ha caído como si no estuviese sujeta a la razón, y los pájaros han vuelto a desunirse en bandadas de lluvia.
Llueve y no ha nacido el día, ni el verso ha confirmado su presencia. Solo la sombra de un ejército de nubes
sobre el abismo del tiempo, su taquicardia, el minucioso control, el increíble peso de su transparencia,
solo respiración y duelo, amor y píldoras para sudar el drama de la eternidad.



sábado, 22 de diciembre de 2018

camino hondo


El agua está sola, y se conmueve. La armonía del agua es contagiosa,
fluye entre sauces y piedras de un solo uso, entre cataratas de viento, silogismos elementales. En el Parque
el agua es un secreto diametralmente opuesto a la sustancia que facilita el recambio de las estaciones.

Cuando un coche pasa por la avenida principal del Parque –ese camino hondo–,
es que no ha pasado, era un fantasma, un espectro surgido de la imaginación colectiva. También pasan los aviones,
raudos y veloces, apegados a sus estelas racionales, a su mantra y su física corriente, pero son de mentira,
son aviones de papel, cortinas de humo como en la guerra, son artefactos visuales,
solo que han perdido su maquinaria por el camino, drones involuntarios.

Cuando se debilitan los sentimientos y la vista se pierde en un horizonte apaciguado, una completa nimiedad
puede acabar en un instante decisivo, sucesivo, inteligente, puede acabar siendo
vital. Tres cruces se suponen, se suceden, una por cada ladrón; esta es la religión de la naturaleza,
la homilía del cuervo, el sanctasanctórum de la ideología y el procedimiento, la realidad del trámite innecesario.

Hay un protagonismo excesivo, pero no se sabe de quién: habrá que denunciarlo. El periódico de la mañana
trae noticias intocables, suertes infumables, oligopolios contables e interactivos que son cárteles de opinión,
artes aplicadas: conversaciones con uno mismo frente al espejo traumático de la presunción de inocencia.

Esta flor ha eclosionado lo suficiente, sirve para parar un tren de madrugada, un alba,
una bala doméstica, vale su peso en sangre azul, en plomo y emoción.

El agua inyecta su sensatez de fuego, un alma en equilibrio, su brío; es que tiene una misión que no es del agrado del arte,
que no atrae a la fortaleza del lenguaje (ni sus consecuencias formales). El río frunce el ceño y es
todo un personaje de novela; que el río sangra un río de viejas
postales, sangra y renueva la sintaxis de su campo de sentido, es tan realista, tan variable; la retórica
existe para anunciar el mundo como si fuera un falso mercado de ilusiones… ¡Espera…!



Grant Wood

miércoles, 19 de diciembre de 2018

prólogo


Preferiría ser amada (no en secreto),
deliberadamente, a todas luces, escapar al conducto favorable-fascinante, incidir en la travesía
(sobre las aguas) del lago. A la ventura, sin distingos, abocada a un silencio microscópico,
desnuda de pensamiento, colorista.

Querría: enumerar los átomos, las fuerzas constitutivas e inherentes, denominarlos, a cada uno por su nombre de pila,
por su nombre de átomo, signar la cruz en cada núcleo exuberante, sobrescribir su ruta
clandestina. ¿Ser frente de paz o ser amada?: ¡ser amada, ser amada y ser amada!
A los bises hasta el corolario de las fuentes, hasta el prurito de los hontanares. Oh, qué tímida
farmacopea, qué deshidratación del sentimiento, siempre de rodillas
mendigando su tierna recompensa.

Ella preferiría ser. Un pájaro. Un imán. La mecánica que anima el carrusel del domingo:
ruedas dentadas, ruecas famosas, tréboles. Subida a un árbol descifrable haciéndole la competencia (a él). En el tranvía
loco de las navidades, auscultando la vida como un profeta maniatado, oráculo
fugaz. Ser es lo que hay (que ser), no es opcional, es lo máximo y lo preferible,
lo más extraterrestre de esta vida (lo menos que se puede hacer).

Morir es verse espíritu sin fragua, subir una montaña. Subir una montaña que no funde su cumbre en la nevisca,
no sirva de trampolín de ángeles ni haga mohines con nubes de temporada. El trato
es falso, aturde como el anís del desayuno. Ella no contesta a los faisanes (¡ángeles?), no los conoce en profundidad,
no atiende a su llamada; si acuden con espadas de fuego tan temibles, si tañen alguna lira espuria,
apenas filosofa con el hambre que le entra.

Le gustaría, preferiría (no hacerlo), es su preferencia, su decisión argumental, su prototipo
sentimental, su algoritmo severo –y es su prólogo. El área delimitada por la conciencia surge dentro del corazón, la sangre
resuelve arterias con su mindfulness, es un fluido aplastante. Pero el amor,
tan suave, no riza su látigo de hielo; se ve de lejos, arisco y breve, leve y descosido,
sin asidero ni alma. Sin alma ni piedad.



domingo, 16 de diciembre de 2018

en medio de un país inexpugnable


En medio del país, en cualquier parte: el proscenio, pulcro entarimado, púlpito para el R&B; el balcón dorado
desde el que la voz se aleja, donde el lenguaje cede a la posesión o la necesidad. Hay un espectáculo
diario –la hora puede variar; pero la voz se entiende,
resplandece en medio de cualquier lugar, entre paréntesis, cascotes, barricadas,
entre penínsulas de amor y bastidores.

Una voz semejante al amor que se tiene, semejante al desierto que acecha, a la luna que nace en cada verso;
predicadores y lobos, otra pareja de ases, y nada de velocidad; imágenes
que se recrudecen, parten, pasan a la velocidad del destino inexorable, surgen de la nada y se evaporan. El recinto
está que arde, se sirven bebidas, se fuma. Y ella
rumbo a cualquier parte, dejándose la piel.

Trazas de un poema demasiado sincero, trozos de una voz cobarde,
trizas de una soledad inmarcesible; de nuevo: anchos pétalos de rosa comunicándose, arrugados de luz y fantasía,
presencias clásicas en lo alto del silencio, elevadas como estatuas, acercándose
al futuro con precaución estilográfica.

Había tanta literatura que sobraba y era tan potente, tanta algarabía de autores
desangrados, mortificados, todos pisándose la clase; hacerse el nudo de la corbata en un salón vacío y aguardar
la llamada del epígono famoso, consultar al espejo
decisiones y surcos. Luego, pas[e]ar de largo frente a un edificio distinto, una pared pintada
de libertad en tránsito.

Por si acaso, las hojas de los árboles, las ramas, ese inmundo saco de vida vegetal, ese contorno
fraudulento que no respeta el hambre, que no respeta el odio ni las imperfecciones. El cielo trata de insuflar
un modo salvaje, cierto estrellato deslavazado e inerme, algo que yace y se conforma,
dulcemente se tiñe de virtuosa espera;
tomad nota de su impulso, mañana el mundo será pasto del olvido.


viernes, 14 de diciembre de 2018

saltos de aguja y mares interiores


Son dos años de sangre: son dos inundaciones
(Miguel Hernández)

Pesa el tiempo,
pasa, y su autoridad se superpone a su metamorfosis, es tan insigne que fluctúa en su elástico
caldo de cultivo, exaspera la nostalgia. El tiempo pasa colgado de un gancho
como un cuarto de ternera, una persona muerta, huele a sangre y pudrición, a estómagos y córneas,
a cambios de aguja y mares interiores.

Pongamos un disco rayado; el aparato acústico de la soledad ha desarrollado un monstruo que suena como Pink Floyd,
con el mismo arrebato distópico y la misma proyección mayoritaria.
Mañana habrá que elegir: el cuádriceps del fascismo o la manga ancha del pensamiento. Los héroes
pertenecen a otro campo, un campo
que abunda en el pasado.

La historia crece en las hazañas y los personajes, ambos significantes
constituyen la atmósfera de la realidad diacrónica, su plano interactivo, su pleamar y su índice. El Parque es apenas
un marco regular para la poesía, una poesía
afiliada al sindicato, un tropo colectivo que arranca malas hierbas,
cuida del prado y sus límites abiertos.

Trabajadores que estornudan, viajes a la Luna, retoños a punto de alimentar a una familia; el invierno
transmite su derecho al ajetreo de los huesos, su cóncava nomenclatura, su majestuosa
viabilidad. Música para combatir el frío en la memoria, el frío
que amanece, que amenaza con ser, darse la vuelta y ser.

Ahora las chicas son gigantes y basculan contra la estación postrera y su estoicismo,
gesticulan al modo de una cantante de ópera,
óptimas y alegres. Han desoído la voz oblicua del mesías, su polifonía estrepitosa, y le dan patadas a una lata de cerveza,
tiran piedras al agua y se sueltan el pelo entre vaivenes y risas. El futuro es una roca,
un monumento alzado en el vacío, es la sombra de un deseo invencible, el eco
ilusionado de una vaga traición.


A bread line (1937, Margaret Bourke-White)

miércoles, 12 de diciembre de 2018

¡tenemos un poema!


Un valle donde todo sucede; asistimos al último revestimiento, la última
profanación; la ciudad ha sido revestida de hojas, yace oculta entre la enramada y el turbio reposo
de las flores. Digamos que la rosa no es de este mundo: ¡Houston, tenemos un poema!,
la rosa no es de este mundo.

La ciudad yace entramada con el universo, distribuida de manera unánime como la miseria en un libro de Cartarescu,
la forma [______] en uno de Danielewski, la piel en uno de Baldwin (James). La ciudad en su estantería
policromada, en la pomada de la literatura, fragmentada en capítulos, catalogada y, aún así, estática como una cruz de mármol
dirigida al futuro, solemnemente instalada en su nave hacia Orión.

Materia oscura, materia exótica fuera de aquella noche que se pudo tocar, que se pudo
tocar con la punta de los dedos; cuando el peligro teñía los campos de amapola y las estrellas eran
solo figuras cercanas, cercadas por el llanto, rendidas a la luz.

Brillar es un concepto utilitario; las chicas brillan en el nacimiento de la Avenida, uno de sus múltiples
apeaderos, una bocacalle que da (igual). Llevan botellas de licor de fresa, de licor de rosa (fuera de contexto),
animan la rosaleda con su binomio real/irreal, su error de estilo.

Miles de ojos continúan la redada, capturan las palabras en su red de redes, rechazan toda idea; asistimos
al último desestimiento, la próxima extenuación; la ciudad se ha declarado
inocente, incluso ha reactivado las nubes, ha repartido pases de temporada entre las sombras. Su verso
clama al cielo, ha vuelto a definirse ante la vida, hacia la risa humeante del asfalto,
la brisa desarmada del tiempo, ha vuelto a la matriz del sueño
desde el riguroso éxito de la creación.



lunes, 10 de diciembre de 2018

fuente de toda ficción


Es lo que ocurre con la verdad: deja de serlo apenas se formula, entra en el terreno de la incertidumbre;
verbalizar un mito resulta más efectivo, así las cosas.

Frente a la burocracia natural del Parque, la Avenida
consume una energía platónica, su entramado urbano crece según aumenta la velocidad del recorrido; pueden verse
rectas acabadas en columnas decadentes, y una visión borrosa invade
la intención del paisaje, como si el cielo hubiese decidido atragantarse de luz, de tierra y luz.

Qué pintoresca hermosura increada y feliz; demiurgo, poeta clásica, creadora de estrellas,
el Ángel restituye, su mirada es reconstituyente, su cabello se desliza hacia la dorada incursión de los planetas
ligeros. Serena y refinada, su verdad viene de dentro, se presenta
dibujada sobre una luna cálida, su belleza
sale a flote, sale como el agua del grifo, permanente y ruidosa, fuente de toda ilusión.

En esta poesía no existen horizontes, la lejanía
produce fricción, se encuentra a la vuelta de la esquina, los países encogen, las fronteras
invaden el paraíso. Ella sabe que su tristeza no mueve a compasión ni espanto, mas ejecuta la acción
sagrada del amor. Entre líneas, el sentimiento decae en su estructura,
transita hacia la idea y su monotonía.

Bucear en los recodos del espacio, surcar el elocuente tramo del abismo; rogar por la plenitud de la tormenta. Ah,
retos insalvables, álgebra del destino. En el verso se conjugan el terror a la muerte y el delicioso
misterio de la respiración; la muerte es un espejo vacío, es un oficio de gárgolas, un paso en falso
hacia la longitud rotunda de la noche.

Sucede que los ojos se concentran en un reflejo anónimo que no siempre se expresa
con la debida corrección formal; en el cansado silencio de la espera late un secreto que a todos nos incumbe, en la voz,
sin embargo, campa a sus anchas la fatalidad agónica de la conclusión.