relatos, apuntes literarios...

domingo, 28 de febrero de 2021

evolución

 

Seríamos como ellos, pero no nos sale, nuestro
esfuerzo es sincero, nuestra ansia. Nos sale el Ángel enseguida, como una bala; qué flaco nuestro
músculo adaptativo, qué falso.
 
Nos sale un Ángel elegíaco, poco creíble, tan parecido a dios; el verso
aturde con su reverberación, se estrella contra los muros de la patria,
es una estrella inventada. Nos sale el pus de las lamentaciones a nada que apretamos la herida
abierta, a nada que nos vamos construyendo.
 
Ah, el verso ya está inventado
(todavía), ya crece como la hiedra sube por las paredes; es natural
este enfado de la naturaleza, lógica esta concatenación de las obras públicas y sus actuarios. El poeta
surge de una temida mañana o una noche intransigente,
brota como el aire del puchero universal.
 
Somos la ilusión, así se desvanece. Destiny® es real. Compartimos la inanidad
del pensamiento continuo, un plato de legumbre, un terceto espachurrado. La capilla sixtina del rap
embota nuestras elucubraciones, ordenamos un movimiento celular
determinado, pensamos por los codos. Pero todo está
dicho hace un segundo.
 
Ellos sincréticos, núcleos cerebrales; qué entretenidos ellos,
qué distendidos. Alguno cree en dios, escribe y se reboza en sacramentos y leyes,
algunos son imprescindibles. Nosotros aprendimos a palos, del golpe seco de la nube, vivimos
en el patio trasero del infierno, ponemos ojos desorbitados al mundo.
Nos sale el Ángel por su propia fe.




viernes, 26 de febrero de 2021

intro

 

Destiny® se siente bien (se siente). Dicen que no tiene sentimientos. Hace
como que tiene sentimientos. Sus alas expresan
una contradicción semejante, pues no se ven. Sus dientes
mastican monedas de oro, sus labios trenzan el hormigón armado de las oraciones.
 
¿Cómo te sientes? Honrarás a tu padre y a tu madre, amarás al prójimo. Hay un cartel que exige
concentración, anuncia un concierto de Donna Missal: iremos de tiros largos, a sentirnos como
príncipes ariscos, como herejes
o héroes.
 
Ella tiene ganas. Sentimental. Tiene sus momentos
respetables. Quiere ser alguien, te mira arrobada con un mohín de triste
aturdimiento. Después de tanto amor se le han quitado las ganas, se ha tumbado en el sofá y escucha
música sacra (a Pomme), una triza del jazz que desciende
–parsimonioso– del cielo encapotado.
 
Las rosas son para sentir(las), agudizan los sentidos, el ingenio se disloca el astrágalo saltando concertinas
al filo de una aurora rosicler. Se lo rompe, mejor dicho, como Albertine.
Estamos diciendo en sueños, estamos
hablando de una sensación autosentida y coloquial, un multiverso de nada
metido con calzador en una pesadilla de andar por casa.
 
La calle ha confesado un corazón (¿o era satén?),
es como si al silencio le hubieran expedido un nuevo DNI. La mayoría
existe y es como si fueran tres o cuatro, no más. El espacio se atarea y da cabida. Destiny® se siente así
desde hace una eternidad.




miércoles, 24 de febrero de 2021

así se escribe la gloria

 

Oh, hermosa mañana, los pájaros embrujan las manzanas del árbol (el frío
es opcional). Este paseo destripa las runas del paisaje; los chicos prestan atención como el público
en un concierto de rock, andan sentados por los aires, renuentes,
abusando de su nostalgia por la velocidad.
 
El día ha presentado su azar
cosmopolita, las chicas miran para otro lado, ondean blusas y estandartes,
comparten una especial delicadeza, una manera de rociarse de sol: de ellas emana una frugalidad
inalterable. La mañana se azora, compite
por un poco de luz, las sobras del festín del alba: es la idiosincrasia de la porca materia
concienciada.
 
Morfeo. Destiny® pasea contando las baldosas, pisando
solamente las del mismo color, alargando la mirada. Su cuerpo
obedece las instrucciones de una mente ajena, su yo es un ente involuntario, sojuzgado,
fatídico. Nada escapa a la predestinación y el espionaje, a la divina
y adecuada progresión intelectual de las partículas y su dorado espín.
 
A la ciudad se le ha dormido un pie. A la pantalla se le ha dormido el pie de página, reposa el verso
turbulento su actividad diacrónica, la digestión soberbia de las novedades. El verso
se droga con retazos literarios, maremagnos y obras
destacadas. Su ebriedad es tan solícita, tan meticulosa.
 
Bajo la carpa de la noche, dinosaurios
en estado de gracia, inveterados cuentistas. La vida intuye la realidad, se zafa de varios terabytes de información
aleatoria mediante la consecución de un homerun
no-verbal. Acude luego al almacén global donde se agolpan los recursos
humanos y adquiere un subterfugio comunicativo, el alterego
categórico, la voz caudal de las estrellas muertas.



lunes, 22 de febrero de 2021

un estallido de necesidad

 

Alma, cuando se abre paso la razón entre la niebla subatómica de la conjetura,
pasa a la acción, la mano se mueve, el brazo, los ojos lanzan
indirectas. Esta comprometida, extraña imaginación que rodea el azul de las palabras no pronunciadas,
se sobrentiende como un lenguaje iniciático (je ne se quoi).
 
Para terminar en la ciudad y sus arrabales
cósmicos, sus casas mancilladas por un millón de auroras invernales; esta lluvia que cala
el pensamiento, tan divertida de ver. Cae. Está en los niños y sus cabellos
mojados, en la soledad de aquel anciano apoyado en la pared, pintado en la pared.
 
Los viejos han formado un escuadrón de huesos, una familia
de verrugas, un lío de pieles arrugadas. Hay un manantial de artrosis y misterio, un bombardeo de espíritus
libres arrasa el extrarradio; los versos curvan la realidad con su núcleo masivo, su beso
espontáneo entre las nubes, su nombre
verdadero crecido al abrigo del sueño.
 
El poema se cuece en las cavernas infernales, bucea
y sacrifica su cuerpo, es el caldo primordial que pertenece a la clase, permanece
escondido bajo un árbol gigante.
 
Pasa el tren y el hayedo que ha sido derribado, las hojas han quemado su artificio, la hierba. Siempre
oculta su color, siempre está fuera como un satélite, fuera como otro amor. El alma
resultaba tan pesada, un peso muerto. Sabed, gente que habla
con los muertos: la razón se abre paso y explota en la conciencia (un estallido de necesidad).
 
Están los científicos (desaparecidos); por las aceras
la música reverdece, interpreta a capella un incendio controlado. Arde la fuente,
arde el monte allí donde no hay espacio y la madera es fiel, divina piel, lengua de fuego,
allí donde la luz muerde como un espejo reventado.



sábado, 20 de febrero de 2021

a.k.a. destiny®

 

Di su nombre,
aunque no lo recuerdes; aunque no lo conozcas,
dilo igualmente,
mentalmente, aunque sea difícil y sea
largo como una secuencia de ADN (puede ponerse en verso).
 
Astronautas trazarán el límite del cielo, hablarán con el Ser
como ha de ser, la sangre que recorre el cosmos, la intención molecular y sus épicas
mutaciones; sostendrán sobre sus hombros la fe de la galaxia, y su organización
regirá la constancia de la vida.
 
Destiny® nos oculta
su nombre (#say her name); oh, podría matarnos, podría quemar nuestras manos alzadas, nuestros
corazones podrían calcinarse en el acto. Deletreamos un espacio entre dos
insolaciones, dos consecuencias sin causa probable, nos pasamos la vida de los otros
balbuceando un dialecto extranjero, su pleonasmo celeste, tan alienígena
e inspirador.
 
Reconocemos su pequeño argot, su estridente apelativo, el mote
ensangrentado, el alias deprimente: oh, es extraordinario. Viene dispuesto en un pasaje
bíblico, sale en un poema de Emily D. y en alguna serie de televisión.
 
Podríamos citar a los profetas, podríamos
citarnos. Desempolvar el piano y tocar para nadie, llamar por videoconferencia a Yuja Wang y sonreír alelados,
consultar en google la robótica de la fonética
correcta. Incluirnos en la lista lamentable de las lamentaciones.
 
Por ahora, nos basta con el algoritmo del silencio y un pedazo de ternura,
nos basta con el Arte que se las ingenia, la nota bene del demiurgo,
el santo y seña indestructible que encenderá la luz de la mañana cuando no quede nadie.



jueves, 18 de febrero de 2021

irresistible

 

Amar en el supermercado, en fila india, amar hasta el último centavo (y esperar).
Entrar en la oficina de patentes y amar al genio desprovisto.
En la Real Academia de la Lengua, amar a las letras del tesoro.
Amar sin voluntad, como los Ángeles.
 
Amor y temperatura; el amor imprime su física veloz en los espejos, destaca entre montículos
sentimentales, montañitas de grava, los terraplenes por donde cabecea la bolita del campo escalar; hay
un vacío verdadero en el amor que no puede llenarse con palabras
sinceras.
 
Forman versos en el aire; las palabras forman versos en el aire,
aman terriblemente, son industriosas amantes. Oh, Emily, tú que alcanzaste a escuchar la levedad de la corriente,
sobrevives en todas las partículas del Arte, sus manifestaciones
atrevidas, sus escarceos triviales, eres la canción del mediodía, la fruta
que madura bajo el forro del viento.
 
Soñar con un silencio incómodo, el roce
de una piel, una metáfora demasiado presente; el peso del amor
es como un saco de cemento que fractura huesos e ilusiones, forma versos en el aire.
 
Amar en la fría parada del autobús, situarse tras el último pasajero y amar hasta el último viraje (y esperar).
Dejarse arrullar por el encanto de la Naturaleza, ser natural hasta la náusea, amar la evolución
de las especies, su descarnada inteligencia, su justa reciprocidad.
Amar los heroicos documentales de la madrugada.
 
Como dentro de una burbuja de olvido, como cerca del Sol;
amar como un átomo de hidrógeno, como una selección de música enconada. Tender a la emoción
estricta de las lágrimas, amar incluso como un Ángel, sin resistencia, 
e incluso como el mismo, ingenuo, dios.


Jaroslaw Puczel, Lovers [olej na plótnie]

lunes, 15 de febrero de 2021

viceverso


El «para siempre» está hecho de muchos «ahoras»
Emily Dickinson
 
 
Colapsa la realidad, la entropía se desmaya y la energía
es de alta calidad: ahora. Se supone que ahora pasado y futuro se superponen fuera del tiempo,
pues el tiempo no existe (ahora).
 
Mañana nos acordaremos de lo que no ha sucedido todavía, este poema
abrirá sus fauces y en su vientre encontrarán un alma cualquiera,
una peonza, un abrelatas también. Hallarán el contenido bastardo de una ensoñación, la filantropía
ajena y el mecanismo de la sombra.
 
Esto está hecho de auroras. Está relleno de luz,
un buñuelo de luz. Tenemos la conciencia del todo, la farsa se concentra en nuestros
sueños vestida de tragedia (o viceversa). Viceverso. El aire
pesa como una transición hacia la hondura, se entromete entre
líneas, es una línea horizontal que bate la lejanía del pensamiento, donde siempre amanece.
 
La echábamos en falta (por San Valentín). Destiny®
no ignora el ánimo de la eternidad, lo que viene a ocurrir (una manera de decirlo), conoce
el vigor de la mariposa nocturna, el número de la lotería de Cupido.
 
En estos momentos el Universo conspira para no satisfacer a nadie, la brevedad
es su límite. Vivimos el rodaje de la ciencia ficción, estamos llenos de nostalgia por lo que no ha sucedido
todavía, recordamos a Emily que no ha muerto todavía, su palabra
nos abrasa la garganta como el alba infinita de un sistema binario.
 
Mañana trampearemos el centro de la Historia,
fingiremos la revolución. Ahora suena Lolo Zouaï –bendita sea–, los ojos se nos van hacia la Luna,
somos valientes, pero nada menos.



sábado, 13 de febrero de 2021

mercado de futuros

 

En la mano pequeña cabe el Mundo,
entra en vereda (a la fuerza), un poco prieto queda,
roza como un zapato nuevo de charol con gravilla incorporada (como todos los zapatos de charol);
el poema es eterno, esto no parece un enigma, y tampoco. Escritores rulan profesionales,
absorben una esponja de realidad y excomulgan el aire de las tripas:
trepadores.
 
Una estocada, un espadachín fantasma, su clase de esgrima, esa clase de estigma; el poema
se revuelve como un animal salvaje
asintomático (el signo de los tiempos). La poesía coge en un cartapacio
miserable, sube por la escalera podrida de la buhardilla y recoge su espacio abuhardillado,
se abuhardilla ella misma, late en precario como una sensación
musical, la última sensación del rancio panorama.
 
Teorizan, se acuclillan y teorizan más, sentados
en el borde de la silla arremeten contra el pueblo, acometen parques eólicos y saltan entre las aspas
violentas, su texto carece de pretexto, su verso carece de reverso,
tan elocuente como la llamada de la selva, como el ring-ring del timbre de la puerta del patio del colegio,
el ensanche vocal del cantante de góspel.
 
El poema es eterno. Y nadie lo recuerda. Nadie lo sabía y érase que se era.
Producto moribundo / pedazo mohoso de pan blanco / tubérculo en forma de montaña.
El poema es futuro sembrado en la memoria.
 
Pequeñas manos que abrazan, abofetean, cosechan. ¡Escriben con faltas de alegría!, retales
de experiencia y urgente afectación. El verso se nos muere con hache intercalada, como escrito en mandarín
intraducible, con la tinta invisible de las películas rusas
o la probada astucia de la ciega virtud.



jueves, 11 de febrero de 2021

mil años atrás

 

Hace demasiados años, cuando el Parque era
solo un espejismo y el Sol se arracimaba en la paleta del aire, un rectángulo de hierba, inesperadamente,
acogió su cuerpo tibio y la tierra besó sus labios de algodón
de fresa.
 
Habían sucedido los milagros, las explosiones, las chanzas,
el horror de la nostalgia y el terror nocturno de las cruces. El mar había chirriado
embravecido y hasta el cielo acusaba una percepción
errónea de la noche; luces titubeantes, almas bífidas,
lenguas atrofiadas como líneas de fuego.
 
Oh, Destiny® apenas balbuceaba entonces su paisaje
celeste, su corona reposaba sobre una mañana de domingo, un porvenir
negado y triste, un silencio presente.
 
Hace tiempo que atruena el silencio de la altura y los príncipes descuidan su nobleza;
que de las calles asciende el humo de la devastación, el ruido inhóspito de la indiferencia. El designio
de la naturaleza ha concedido un rastro de desánimo,
ha inflamado los témpanos con cáscara de estrellas.
 
Mas nuestra hoguera permanece atenta,
limpia de pereza, intacta en el incendio neutral del Universo. El Parque
ha renacido de su quiebra, es arena y cristal, hoy recupera su nombre, hoy los Ángeles
surcan su estómago como cicatrices de cesárea,
arrugas prematuras.
 
Un mural imborrable, su retrato en el Louvre. Para ella, una pared privada
en cada sueño, en cada página de la memoria; ¡ah!, y con letras principales, su nombre en el primer capítulo
del Arte, en el cuadro de honor, en la borrosa cumbre de la luz y en cada
contracción de la esperanza.



lunes, 8 de febrero de 2021

este océano en calma

 

La paloma de la paz
sobrevuela trincheras
abandonadas al tiempo, inundadas de lágrimas. Hay un mar que se esconde y retrocede,
un océano en calma. El Mundo yace. En calma.
 
Llueven piedras del día, la arena es demasiado brillante; por el subterráneo
resuenan los motores, las obras que se hacen, la construcción de un beso. Andamios generales,
cuestiones irresolubles como obras a medio hacer, zanjas no zanjadas,
zarandajas. Sobre todo, la norma, la lengua que se arrastra, que significa
tierra en vez de hogar.
 
Solíamos vislumbrar la longitud del milagro (querríamos decir), medíamos un metro cuadrado de libertad,
kilómetros de alto, pasaban los aviones a nuestra altura milagrosa, qué deprisa. Masticar
una cucharada de nube, gandulear con la tormenta. Nuestros ojos
miraban más allá del relámpago, cara a cara con el átomo y su ascética rutina.
 
Encontramos oro en el cajón de mamá y fuimos
corriendo al perista más cercano. Había música dentro de cada pequeño
estrato de barro condensado, una melodía intrascendente, una hexagonía edificante.
 
Estamos acondicionando el futuro (pensando en el futuro), ponemos suelos de madera oscura, grifería
dorada, papel pintado (un espacio entre Hopper y Basquiat), lámparas de época. La guerra
siempre vuelve por la puerta de atrás;
hacemos las maletas en silencio.
 
Este cielo metálico y abandonado, cruzado por estelas meteóricas,
surcado por el eco de una voz abatida. Este cielo de color violeta, estas violetas de color morado, este cielo
amoratado como un ojo, estos ojos que miden el océano
y sepultan la piedad del mundo.



sábado, 6 de febrero de 2021

día de oficina

 

Tenemos el espejo donde anida la noche,
hemos captado la sonrisa del fuego. Pero
en esta celda no hay espejos. Nadie sonríe en el asiento de atrás
del corazón.
 
En el patio trasero, las traseras del tiempo, sin naves comerciales ni espacio que valga. Tenemos
justo en frente el reflejo del Arte, su metamorfosis abierta, su efemérides.
Cortamos por lo sano.
 
Una muchacha razonablemente
sólida recorre el cielo en puntas de ballet: su pelo
estremecido y sangrante, vivo como una dimensión superflua, su confianza. Confiamos en ella
mientras surfea la contrariedad, pluriempleada en tantas nubes.
 
Llega el tren de la oficina y los archivos del estado
incitan a la discreción –una intro ajustada. El café de las ocho y cuarto hierve de ignorancia, es un día
completo en un segundo, late como una sugerencia efímera; el tiempo se inmiscuye en el sentido
de los acontecimientos, modula la pertenencia simultánea a varias
organizaciones profesionales: médicos y parientes, público en general.
 
Se escribe sin necesidad. Tenemos la foto comprometida de la noche, una sin estrellas,
bajo la Luna de ayer. Somos los paparazzis de la oscuridad, tomamos instantáneas que son como películas
mudas donde la gente piensa que dice la verdad (Destiny® nos recomienda The Stand,
habrá que verla).
 
Nuestro espejo deforma, ¡es tan extenso! Te miras y ves una calavera
enojada, el vacío de las emociones, la sorpresa de una escena interior, sientes
el nutritivo azul de la ceguera, el renovado pasmo de la soledad.



jueves, 4 de febrero de 2021

un espectáculo

 

Un creador, su savia omnipotente, qué pulso
sobre todas las cosas. Crea un amanuense, cero a la derecha del punto final. La mano que ensaya
una caligrafía medicalizada, letras pegadizas como penas capitales,
títulos mobiliarios; el poema se eleva entre nenúfares,
aspira a la preselección, a ser espachurrado, tratado
debidamente.
 
A quién se le ocurre: un Golem para desayunar, de un día
para otro, un artefacto migrante, aun a tientas, ciego de raíz, aun tambaleante y como
borracho, como de qué pie cojea, cojeando. Un espectáculo:
notad su taquicardia, abrochad su camisa desbordada, contened su ansiedad. Es el pasado
que llama a la puerta de la página en blanco, quiere
dibujar monigotes y simplezas, rotular con espráis de color
Gorman, subrayar su recóndita quietud, hacerse un hueco hacia la integridad.
 
Sacudiéndose la varita mágica  
como un trauma: magia para herbívoros, típica de los coleópteros, oscura. La poesía
concibe un pecado y lo satura, idea una satisfacción y le molesta, con esa cara tan larga,
esa facha indescriptible. Que uno escribe y anda desuncido,
se las arregla.
 
El creador calca un sistema, un proyecto y un procedimiento creativo: usa plastilina y hormigón armado,
moldea la arcilla universal, apalea la arena de la playa
y le insufla vida y colorido, vida y dulzura, esperanza y flow. Es su sacrificio
inexperto, su Atlántida crecida.
 
Ved algo, ved alto con los ojos del mago, leed las admoniciones, los subterfugios de la crítica,
adivinad el nombre de la divinidad, ¡sed ángeles vosotros mismos!, evangelizaos
y volad como una sonda espacial, sentid la gravedad de las naciones.
 
El poema se acaba, ¡a quién se le ocurre! (un verso). Bajamos la pirámide
y mordemos el polvo, rodamos una cinta de misterio; pues la tierra espera la huella invencible, el mamotreto
esférico que nunca se termina, la generación
espontánea de una firma genial.


Mick Ryan

martes, 2 de febrero de 2021

un aeródromo en marte

 

Ahí está el aeródromo (o existe), paseamos
con la cabeza volada, los brazos en cruz. La hierba, alta, el cielo,
al alza. La hierba que crece desordenadamente, alígera y transportable, requemada. El cielo que crece
desaforadamente, lienzo perpendicular al cielo que todo lo ocupa (también los cuerpos).
 
El esqueleto de una avioneta ligera
descansa elástico con una pista por delante, los ojos se te van a la celeridad y el desapego, ves una mosca
y la sigues con la mirada, ves un pájaro que compone
la silueta del viento.
 
Mucho asfalto para espabilar en seco, grandes contrastes; los chavales
costean su desesperanza con amplia economía de gestos, se ahorran
la mitad del sueldo base, fuman base, se basan en un concepto
infame, un espacio archivado. Compadrean.
 
Ella retorna en el segundo inmediatamente interior al verso,
avanza una corona de cabellos vivaces, parece un ser humano pero aniquila de lejos, desbroza el campo,
amenaza a las rosas, inaugura momentos de clausura pero construye
eternos hospitales. Su nombre no es Destiny® (desaparecida); se emplea a conciencia, es
conciencia de sí, el colmo de su lugar en la tierra, es forma del tiempo
y tiempo en sí.
 
En el aeródromo se funden los espectros, la materia
adquiere una pasividad universal, se disuelve, se iguala, te da la hora o te paga una copa
de más. En los hangares el tiempo vuela, podrías comerte un helado, puedes
hablar con dios (como si nada).
 
Hay un cuadro inacabado, un sufrimiento inercial que sobreviene de la contemplación prolongada de las nubes;
sufrimos la innata decepción de los mortales, así que nos desorbitamos. Próxima
parada: Decadencia; entramos en el desencanto con la visera en la mano y los zapatos
picados, vestidos para un combate estelar.