relatos, apuntes literarios...

lunes, 31 de mayo de 2021

gente de la nueva dimensión

 

Descubrimos el Parque cuando
estábamos muertos, cuando andábamos muertos como so(m)bras de la naturaleza. El sueño
era posible, nuestros cuerpos formaban
ejércitos sublimes, competían con el cuerpo místico de los insectos
primaverales; aquel mundo verde protegía.
 
El Parque es enorme
como una habitación (enorme), gris como una habitación resbaladiza (pues ha llovido: ayer). Circulan
bestias inopinadas, bastiones alzan su estructura monástica, de fondo suena una especie de llanto
que al final resulta que es J. Cole, una especie de alegría que al final
es Little Simz.
 
Almas que rasguean la guitarra del Arte, fantasean con un sonido
utópico no, distópico no, estacional. El poeta se aclama (y es exterminado); nadie
estudia el verso pintado en la pared.
 
Destiny® y sus amigas ―que no existen― andan como muertas con sus libros y sus cigarrillos;
el humo que desprenden, el calor que desprenden sus cuerpos
estilizados/esterilizados, tanto que a punto de echar a volar, casi volcánicos
como metáforas incalculables.
 
El mundo discutía, porfiaba en estallidos mínimos, alfombraba el camino hacia el espacio, el mundo
elucubraba consigo, autorizaba las patentes de la noche y el día,
confiaba en la luz de los espíritus. Y la música surgía de la nada, recordaba a un pequeño
frente, un objetivo llameante. El cielo tenía ojos ―entonces. Y los aviones
regían el pulso de la historia, corregían las faltas, las baldosas
sueltas, las ramas quebradas, obraban
vestigios de civilización.



viernes, 28 de mayo de 2021

el mundo a una distancia abrumadora

 

Cuando la distancia se interpone
como una denuncia, un recurso, una montaña. Cuando el cielo
no sirve, y no vuelan los pájaros, no son libres las nubes, y el tiempo se entretiene
jugando al despiste con la soledad. Un disfraz de silencio, la voz disfrazada de silencio, vencida en los labios,
cortejada por la sangre, de nuevo forrada
de niño sin saberlo.
 
El cielo se ha abierto y un Ángel ha asomado
su prieta nariz asiática, sus dedos golosos, su ignorancia. El ojo de dios
aparecía todas las mañanas con sus legañas y sus invenciones, invocaba la lluvia
en el desierto, ofrecía sus visiones tan humanas, su legendario
egoísmo.
 
Hierve la ciudad, culmina el asfalto su andanada de viento, su color
al rojo vivo, el cemento pone los cimientos de la claridad, los subterráneos vibran al paso de las locomotoras,
que silban encantadas. Mariposas, abejas, viejos con andador, chicos
tímidos, chicas en chándal y avenidas arrojadas al fango.
 
Cuando la distancia
es el vacío, todo se disipa, todo cambia. Hasta Laura
desaparece de un plumazo, de un vistazo, del todo. Sus manos permanecen detenidas en el vídeo,
sus hoyuelos son como un birdie inesperado en el hoyo dieciocho del campo de golf.
 
Hay, por ahora, un verso distorsionado y solo, arrinconado por el tedio,
algo miserable: no merece compasión. El discurso se atrofia en medio del amor, se agazapa
en la memoria y crea una forma no divina de resistir la nostalgia, enfrentar el formidable
reto de la pérdida. El mundo ha recorrido un largo camino
hasta la nada, un camino de Santiago que termina en el patíbulo de Roma, como siempre,
un camino hondo y sin profetas que valgan, sin poemas que valgan
ni anuncios de neón.


'Off the grid', GDBee

martes, 25 de mayo de 2021

un árbol para cada uno de nosotros

 

Una colección de despedidas
ensordece el paisaje. La ciudad pretende un limbo de tristeza, se convierte en un trago
amargo. Por el cielo, los aviones atrasan el reloj, crean
ritmo, abonan la espesura.
 
Nubes vendrán, cuerpos
remotos; veréis pasar la vida como un animal salvaje que cruza la carretera. Habrá un tren para cada
uno de nosotros. Hay un árbol para cada uno de nosotros, un metro
cuadrado de hierba a la intemperie, un metro cúbico de aire amortajado,
una eternidad.
 
La soledad alumbra como una estrella vigorosa, desmenuza los patios, tropieza
dos veces en el mismo recuerdo; ésta mira al norte y olvida,
siente el frío ecuánime y virtuoso, la sed de las miradas.
 
Angel rules. En la ciudad
existe un Paraíso donde el trigo perfuma las mañanas y los pájaros
silban ungidos de pureza, un azul
intermitente. Luego, alguien señala el camino del faro, el mar aparece entre las rocas como un recibimiento,
una farsa gigante.
 
Entre todos los ríos no hacen una lágrima de dios ―dijo Destiny®. Seguimos
viendo pasar el tiempo detrás de nuestros ojos, el mundo se aviene a sonreírnos, las hojas
parpadean y caen. Pero todos los ríos son el mismo
que rueda por la pendiente del vacío,
se incorpora a la noche
y se despide.


'Forest Composition Hanmer', Stephen Howard


domingo, 23 de mayo de 2021

el grave desenlace de una mañana de mayo

 

Sorprende el invierno, su ráfaga ardiente, lengua de fuego y Sol. El rayo
consiente a la velocidad del Arte, se arremolina como una voz pasiva en torno al horizonte. Hay líneas
paralelas donde escribir un nombre familiar. El nombre del Sol es una información sin fundamento (habría
que acercarse demasiado).
 
Se derriten los campos con suma fragilidad ―qué intransigencia―, suma
perversidad. A uno se le mojan los zapatos, los calcetines blancos, la piel. El campo es un espacio
elocuente que pre-dice la verdad, lleva puestos los trenes (y los zuecos), lleva puesta
la noche más larga, el  conjuro
y la nieve.
 
Ha nevado con furia y tristeza
infinitas sobre un verdor incomestible, casi doméstico. Casi superfluo. La nieve
arroja destellos de ferocidad, trazas de Luna.
 
Qué blancor desinfectante, deshojado,
despojado de tardes de domingo, desahuciado del tiempo. Ayer era domingo
por la tarde y los trenes llegaban sin descanso, uno tras otro, deliberadamente. Por los resquicios del mundo
asomaban las rosas, los tímidos grumos de la sangre.
 
Cuanto más al Norte, más duele. Hasta que el dolor inunda las articulaciones
del aire y el puro vuelo de los pájaros, carcome la inocencia de los árboles. Ah, digerimos la hierba y nos vamos
conservando, mantenemos el pulso, la energía de la frustración.
 
En el Museo, Laura comparece a través de un lienzo
antiguo: idénticos hoyuelos, el mismo anonimato (L.A. Confidencial). Pasamos de sala en sala, recorremos
pasillos, conectamos con la autoría y la representación, nos aburren los rostros
diferentes al suyo, cualquier idolatría nos distrae de lo urgente; pues su mirada
es un hábito y afuera la nieve responde al desenlace
de una  mañana de mayo. 



viernes, 21 de mayo de 2021

quién teme a la metáfora de ayer

 

Esta soledad como un pinar
holgado, como un salto de aguja entre rocas
salvajes, riachuelos, nubes esquinadas. Como una sombra múltiple que se acerca a la casa
y descansa tumbada sobre la hierba,
yace meticulosamente herida.
 
A la luz de una vela, corregimos. La buhardilla es el culmen, la celosía
flexible, el interrogante deportivo. Si Laura hubiera pasado por allí en algún momento, ¿habría resistido la tentación
de subir los empinados escalones para ver la maravillosa isla, la ciudad y sus cúpulas y sus aristas
audaces, la curva escénica de la carretera, el elogiado zigzag de los espejos?
 
Ahora, ¿cómo es que entiendes el verso, Laura, y te emociona tanto?,
dime, ¿cómo descifras la mirada del vértigo? Suena el timbre de la clase y los niños salen
pitando hacia la soledad de sus pensamientos educados. Suenan las campanas y los novios
endulzan la soledad de sus recuerdos.
 
La noche le pertenece al libro de nuestra
herencia, de nuestra existencia más allá de los párpados, más allá del sol y sus invitaciones; qué tinieblas
acompañan nuestra empresa, qué desdicha edificante.
 
Somos la esperanza del día de ayer, la deshora, el desapego,
sentimos la vida dentro de las rosas que acortan el lenguaje y niegan la economía del llanto, ah, nos
deslizamos por la frecuencia secreta de los besos en vano entretejidos, capturados al vuelo
de las almas, tenemos tanto miedo que nos mata la suerte de su ausencia, el misterio
culpable de su imagen feliz; y el delicado perfume de los sueños
empaña nuestra sonrisa en el cristal. Nos distancia del cielo
tanto como una metáfora olvidada.



miércoles, 19 de mayo de 2021

naturaleza en seco

 

Entonces el Ángel sufrió el primer
abuso y gorjeó como solo había oído antes llorar a las palomas: por no asear
su habitación (lo que tuvo consecuencias).
 
El amor era algo que andaba por detrás de la pared, algo sorprendente. Pero el odio
latía como un corazón robado, palpitaba aspirante, alejado de la mano de dios.
 
Habría que mencionar el clima, que era tormentoso y glacial, o tropical y manso, en una palabra, variable. Y el mundo
se aclimataba a la sensibilidad de las mareas, su comportamiento
acelerado. Los cambios forjaban el carácter, eran capaces de amaestrar las penas,
de contener las conciencias y fabricar relojes mágicos.
 
Magia. El Ángel musitaba una oración que había compuesto (no en cierto idioma polinésico), un poema
final, el epitafio de la consagración, era como un nacimiento
fascinante. Ah, pero el látigo restallaba
fibroso y la sangre forjaba el carácter, lograba columnas y regueros, ríos
marginales que descendían la escalera social.
 
Desde el crisol del horizonte se levantó una fuerza poderosa, leída, un colector de realidades y sucedió
una inspiración: 4 de las 9  Musas fueron
convocadas a la mesa del padre (tal vez más); acudieron al reclamo de la música
y el trino elegante de los pájaros azules e insuflaron
materia a lo que solo era verdadero vacío.
 
Entre vacilaciones, boqueaba el poema, moría entre laceraciones y piedras
rodeadas por una mano excesiva, bombas de humo y mediocridad ambiental.
 
Fue el primer traspié, el primer egoísmo mancillado,
talado como la carne roja de las amapolas.
 
Habrá que pasar la bayeta, recoger los juguetes y ordenar las mil piezas
del puzle sin echarse a llorar.


Tracy Nuskey Dodson, 'Fly'

domingo, 16 de mayo de 2021

lejanía es aquí


Sentimos esta oscura lejanía, esta deserción
universal. No nos asusta el espacio que se extiende masivo y arbitrario, que separa
los objetos y hace temblar la voz. Mientras el olvido
serpentea por la fachada del templo, observamos la luz de las estrellas, su desfallecimiento.
 
Oh, sublime verdor ―esa túnica (no), esa pátina (no)―, el inclasificable green por donde fluyen los hitos de la forma,
la estrafalaria cuestión del trazo original. Estamos con Kiš en la buhardilla
romántica (inclasificable), nos asfixia el retruécano del golf, la metamorfosis
iniciática del aire convertido en metros y segundos de arco, metros y parámetros
de viento, liturgias y pormenores de la filosofía.
 
Todo para expresar el diálogo, la mística y la distancia. Distancia: es como enamorarse de un ser de otro
mundo. Exactamente eso. Escuchar la música desde la habitación del príncipe (claro que sí, es Donna Missal), es
como atisbar aquel universo paralelo elevado a la conciencia de los Ángeles.
 
Pero Laura está aquí como si fuera, en cuerpo y alma, demasiado perfecta, demasiado
pequeña (de lejos), hurgando en la memoria, desafiándola; está aquí sin límites, órbita/vértice
o silencio.
 
Nos apartamos y el espejo nos arrima con líquida
perseverancia; nos divorciamos del éxito, nuestra figura se expande sobre el mapa
manchado de café, nuestro reflejo dispone una geometría de armoniosas alas, nos subordina al horizonte.
 
Sentimos el desmayo del hambre (nutricionistas); al otro lado, alguien
abraza un trámite de altura, alguien pasea despreocupadamente, los pájaros trinan aseados
y las hojas vuelan con paciente retroceso. Pero en nuestro desánimo ideal
diez mariposas curiosean un charco, la noche se proclama y ella
duerme con una sombra entre los labios.

viernes, 14 de mayo de 2021

la terrible belleza de toda una nación

 

Y la noche aterriza en un solar vacío ―y nos hace el vacío― y ya tenemos
un nudo de soledad deshecho en la pizarra, la teoría inter-universal, el todo, el prístino
corazón del corazón*.
 
Viajar hacia la consumación de la industria, el cenit de las fábricas
mineras, chimeneas gigantes, hangares y máquinas, infatigables máquinas
bizarras. Consumar el hecho contaminante, debilitar el músculo de la ecología, inocular un virus
mutante en cada brizna de hierba.
 
Somos lo que soñamos. Somos el círculo
perfecto que se subdivide en pompas y burbujas, invade los arroyos,
desciende como un ángel granizado. El mar nos da la espalda, nos evita, mira en dirección a nuestra ausencia,
absorbe nuestra dignidad culpable, se marea
de tanto volver la vista atrás.
 
En el lienzo de la vida hay demasiada oscuridad. Aparece la belleza de Laura, sus hoyuelos (sonríe),
su pelo recogido. Vamos escalando nostalgia, deambulamos por los restos de la felicidad
entre hierros y neumáticos, espadañas y humo de barril.
 
Nuestra noche no es eterna, avanza como un águila hacia la claridad
infinita de los números con un pequeño cielo por delante, un paraíso circular. Bajo sus alas,
el Báltico y su memoria, el frío y sus estratagemas. Rememorando el terrible herbazal de las tierras altas, la vis
selvática de esta frágil naturaleza.
 
Recordamos ahora la sombra del soberbio futuro, aniquilamos las leyes
últimas de la física con una sonrisa casi real, ahora la singularidad
engulle la materia de los sueños y todo está vacío, tan solo queda un rostro suspendido en la nube del ocaso
y una rosa que aprueba nuestra historia.
 
 
 
* La expresión "el corazón del corazón" remite a un concepto matemático acuñado por Alexandre Grothendieck y extraído del libro 'Un verdor terrible', de Benjamín Labatut.



martes, 11 de mayo de 2021

inthahood

 

Oh, suena Sa-Roc, tal vez Olivia Dean. Llevamos los cascos puestos,
vamos a trabajar. La noche se avecina
desgraciada, una emboscada tras otra, estrellas que se clavan en las puertas, estrellas
descosidas de las almas.
 
La sombra del árbol no sabe de quién es, los pájaros no saben quién los canta,
las escaleras siguen hasta dónde. Una coalición de infinitos  
amenaza la virtualidad de la luz con fórmulas matemáticas y eslóganes propios de la física
de partículas.
 
Entonces Laura toma el avión y se desvanece en el pasado como un aura cualquiera, como un rictus
que desaparece, como una sola nota. Su esencia
resiste sobre todo en la madera del aire, sobre todo en el aroma
tardío de las amapolas, sobre todo en la bruma: diríase que un mar de nubes
amordazara los sueños.
 
Es como una muñeca, sus ajorcas,
su ajuar. Sa-Roc está en su casa o acaso está inthahood; ah, carecemos de referencias
útiles ni sutiles. Únicamente su voz traslada, transita, insufla,
respira un cuerpo entero.
 
Hasta el momento la lectura ha sido fructífera como un granero americano ―unos 40 acres―, quizás como un huerto
elemental situado en un planeta terrorífico, terraformado, hecho a la imagen
reticular del nuestro, aves y depredadores, halcones y palomas de la paz (es la política, chic@s).
 
El avión toma altura, se aleja un poco más, hace
sangre sin querer, es un corazón sin más mecánica ni más indicaciones, por el camino
arroja un rastro de sal, un despojo de lágrimas y propiedades. Ella no dice adiós,
ni siquiera abandona el silencio de siempre, ni siquiera
recurre al truco del futuro.


Robert Frank

domingo, 9 de mayo de 2021

mejor que amar

 

Mejor no pensar, mejor amar.
 
Estamos en familia, cómo se siente; el dolor de una madre, el sentimentalismo
accidental de una persona empedernida, pulsaciones
integradas en la vida familiar.
 
El poeta se acuerda
y se acoda, aglutina una sensibilidad decorativa: rey de conmociones.
Poetas: saben lo que es sufrir en primera,
segunda y tercera personas del singular. Sienten el surtido
completo, ofrecen una perspectiva multilateral, diseminada y fecunda.
 
Pero luego son alegres, y luego se divierten,
bipolares, trilingües, exactamente delineados por un lápiz de carpintero.
 
Van por la Avenida eminentes y quietos como estatuas o péndulos, inmóviles
ante la tormenta, qué tribunal supremo de la angustia. Pisan la red
cúbica del Parque y palidecen, qué estremecedores
sus nombres alineados en mitad de lo oscuro, estrellas tumefactas, luceros suplentes.
 
Mejor amar.
 
El verso corroe como un ácido en la punta de la lengua. El eco
familiar recorre el espinazo desintegrando placeres antiguos, asiduos. Todos procreamos
pensamientos impuros, pero algunos irrumpen en los salones de la literatura,
dignifican la degeneración.
 
Soñamos una revuelta independiente, un espacio no representativo, nuestro
trance fomenta la imaginación de los ángeles ―calificada con un rombo―, la indignación de los ángeles.
 
Somos familia. Nada del otro mundo. Primeras
personas saqueadas por el tiempo, corpus christi, coreamos himnos
deplorables, hemos lanzado al viento la bandera más inaccesible, hacemos cola para ver. Tenemos
la belleza entre ceja y ceja, a vueltas con la realidad, pero luego
nos mata una palabra certera,
un silencio capaz.




viernes, 7 de mayo de 2021

mundo casi perfecto

 

Mundo cambiante y decisivo, climático y glacial. Hoy hace
mejor que ayer, pero hace un frío extraordinario, los coches castañetean sus llantas anodinas, aúllan
los motores de extinción. La carretera no termina en la pared de nuestro
cuarto, la calle permite el escarnio permanente de nuestra flaqueza
ética; hay dos bandos y miles de expatriados, un volcán de incertidumbre
arrecia a pleno sol.
 
Aquel sol de justicia era un señuelo del Ángel. Su nombre no era Destiny®, su trabajo no era ser bella
en medio de la décima Avenida, ni vestirse de blanco, ni siquiera
obrar el milagro de la restauración. El prodigio era la maestría que impartía,
la simetría que arrugaba como se dobla
una camiseta gris.
 
Ahora miramos siempre hacia adelante, que es lo mismo que volver la vista atrás.
Laura paracaidista, sus alas mágicas eran un desembarco en Normandía
(campo de violetas que acogiera su descenso).
 
Nos invade una nostalgia que es pecado
directamente. Nos atropellan un sinfín de vehículos sin conductor, de vehículos
eclécticos, nos cazan como leones en un paso de cebra, agazapados en la curva de reducida visibilidad, en el pasaje
peligroso, el paisaje del vacío verdadero y sus múltiples
interpretaciones, todas ordenadas por un dios sorprendente.
 
Laura lleva un pasaje de barco, un pasaporte español, un ticket impreso de corte neoyorquino, un rascacielos
a juego con su altura ―vértice demasiado punzante. Su nariz es casi perfecta. Ella es casi perfecta
como un sábado de mayo o una primavera
prohibida, como esa canción del verano  que nadie consigue recordar.
Exacta como una parábola sujeta a las leyes de la
hegemonía, tan poética como un tigre
vestido de riguroso azul.



claridad

 

La frente con las nubes enfrentada,
los ojos en vistosa avanzadilla,
el visible rubor de la mejilla,
los labios en gloriosa desbandada,
 
golondrinas en pos de la mirada,
saltando de la boca a la barbilla;
encima de la voz, la gargantilla,
una gota de sangre atragantada,
 
debajo, el pecho, que a la luz entrega
un enjambre de rápidos latidos,
corazón que no sabe que le ciega
 
el amor con los brazos extendidos,
el puro amor que de la luz reniega
porque es más puro en todos los sentidos.


Carly Simon, 'You're So Vain'

martes, 4 de mayo de 2021

laura en la nobleza del invierno

 

Estatura, procedencia e ingenio. La victoria y su ética de la obviedad, una esfera
ingrata, el mundo sin aristas, el absolutismo
triunfante; ah, existe un territorio
comprensivo donde los números no dan y se pierde por la mínima, donde las calculadoras echan
humo y las bocinas no alteran el silencio ni la voluntad.
 
Fracasar y decirse y felicitarse
con un abrazo sólido. Hay una sonrisa que viene de la noche
perpetua, una cultura que sobrevuela todo el firmamento; fantaseamos con la noción del invierno, pero Laura.
 
Congratularse, poner las cartas sobre la mesa y respirar. Huir hacia el sur con las aves
y los pensamientos, pensar una parte cálida de la fantasía,
naturalizarse a la sombra de un cielo estrellado. En la hierba está el éxito,
yace la confianza, en el césped desequilibrado de las casas antiguas, en los anchos jardines
militantes, en cada única flor .
 
Venimos de la derrota y vamos hacia el sur. La Patagonia es un buen lugar. Será un buen refugio para el día D.
Nuestra leyenda es un balón de baloncesto que esquiva la línea recta de la realidad. Perdedores
que somos, gente de frontera.
 
Laura mide tanto que el cielo apenas se encorva para saludarla.
Laura ha ganado la partida, el partido; sube por la escalerilla del Arte, estrena habitación en la buhardilla
genial del poeta norteamericano; su estilo es una pirámide
bajo el mar.
.
Sabemos que el amor dura un solo momento en la filosofía,
compartimos ese sentido elevado de las cosas, ese sacramento inadaptado. Leemos
aquello que cae en nuestras manos. Contamos con ella, es nuestra ventaja; la palabra se rinde, el verso
asciende debelador e infinito, cabecea ligeramente
desnortado.


Stephen Howard, 'Raincloud Over Woodhill'

domingo, 2 de mayo de 2021

elogio del cristal

 

Queda lejos el Paraíso; seguimos el rastro
septentrional de las palomas, nos aclimatamos. Laura no suele agotarse,
no se emociona demasiado, su belleza ―escudo de tormentas― se desintegra lentamente,
a cada paso encuentra un espejo distinto que le devuelve una parte de su alma.
 
Tenemos el Norte en la memoria como un rayo, tan físico que quema, tan al rojo vivo de la noche
eterna, al compás de los elementos
químicos y su magnetismo. Algo subsiguiente, emocionalmente
tardío pero también absoluto, un desgaste de las proporciones: el frío
y su séquito de agujas, su partenogénesis
universal.
 
Abrazamos un copo de aire por los ojos,
es la huella, el encanto plastificado en una melancólica
opción, una opinión  en contra. Parece darse un acercamiento al embrujo lunar y sus casualidades, su reciclaje
de las estaciones, el estricto compendio que escenifica un rectángulo de hierba.
 
Laura acomete una pasión, cobran vida sus hoyuelos,
sensibles como reinos vegetales, como flores recién nacidas al paisaje.
 
El Arte ha fracasado en su encomienda, ha degenerado radicalmente, su fortaleza
es el pálido esbozo de una sonrisa, su música
sigue la pauta exánime de la soledad. El amor se arrima a los espacios vacíos, tiene esa facilidad de enemistarse,
esa sordidez de las naturalezas muertas. El amor es un Parque rodeado de nubes,
templado por el viento que recoge la fórmula del hielo
y la deporta, y la detiene y sangra su temperatura corporal, sus grados bajo cero,
su negacionismo. El amor en un suspiro bajo tierra, en una nota solemne, un pálpito, una sobredosis de cordura, el tierno
desarraigo de las mariposas y el encendido elogio del cristal.