sábado, 28 de enero de 2012

ahora sí

Ahora.

Ellos profundizan.
Hablen de sí o del Pato Donald, lo hacen con propiedad.
Sus poemas son parcos en palabras, que no en significado,
su elegancia poética no necesita metáfora para rebosar.
Además, son sencillos como pastores,
como pastorcillas ellas, modernas hasta la fermentación.

Existen dos presuntas vías de supremo ahondamiento,
dos soluciones complementarias,
dos opciones de matriz conversativa,
una tiene que ver con la ignorancia, la otra con la máxima certeza.

Ellos preguntan poco (de tanto que han leído),
por contra, levantan la mano en clase y se postulan
para dar aliento a la cosmología o resolver controversias filosóficas.

¡Oh, sí!, ellos con sus robots excavadores ultra-silenciosos,
nosotros a pico y pala.

Nosotros a pico y pala, los supurantes callos de las manos
reventando máquinas de sangre. Nosotros en el hoyo;
rebuscando en la basura.

Ahora sí.

La profundidad es efecto, la causa está en la lectura minuciosa de sus contemporáneos.
Nosotros no leemos poesía, o leemos a Hernández como a Whitman
y los demás que leemos, como a Keats. Los leemos a oscuras,
cuando ellos encienden velas de cumpleaños y despiadados focos.
Preferimos la novela, pero ellos leen novelas escogidas.

No damos con la forma local de la cultura. Somos planos orfebres,
artesanos del yunque, trabajadores metidos a notarios.
Ellos nunca se manchan los zapatos. Utilizan sondas espaciales,
batiscafos, realizan prospecciones con penetrante ánimo,
no desfallecen bajo el peso lirondo del saco terrero
ni exudan nimiedad.

Ahora.

El verso ha de ser corto,
aliñado con cierta incertidumbre,
contenido de pura contención.
Profundo hasta la amígdala del aire.




                                    Statik Selektah 'Play The Game', ft. Big K.R.I.T. & Freddie Gibbs

sábado, 21 de enero de 2012

rama es

Oh, está en la peluquería,
y las chicas como ella se hacen la manicura.
Los tipos con suerte la ven a través de los cristales y se paran un momento,
los demás pasan por ahí cuando ya se ha ido,
cuando ha doblado la esquina sin aflojar su paso arrollador.

Ella no es como las chicas que se hacen la manicura. No se la hace.
Sus manos son espíritus del agua, ágiles, invertebradas,
sus dedos se derraman en fundas de marfil.
Hay una cualidad de ser redondas en sus manos pequeñas o más fuertes,
hay un experimento en los espejos que reflejan tamaña ondulación.

Los chicos de la suerte están de suerte si se cruza con ellos por la calle,
porque ¡albricias!-frambuesa-lirios viéndola
dirigirse al azar hacia su casa.

No está en la peluquería.

Un cuerpo se produce al fin del parque, donde la senda se corta
y los árboles llaman a sus hijos.
No es ella la que pasa debiendo una sonrisa,
elevando montañas airosas a los cielos.

En el barrio la ven que no es del barrio
y a veces la confunden con las otras que juegan a comerse el mundo.

Rama es una flor alimentada de cerezas.
Con las manos cruzadas al estupor de sus congéneres,
es una buena chica cuando sale vestida para tener razón.


domingo, 15 de enero de 2012

el arpa / mirar un cuadro

el arpa

Toda bóveda
rompe.

Donde las nubes agotan su apatía,
surge, delgado eco,
la memoria.

Otra lengua, aquellos ríos,
oro y puntos de luz.

Donde el viento,
no hay.

La nube vuela y estalla muy lejos.

No tan cerca,
teje despacio
el arpa.


mirar un cuadro

Vigesimoprimero,
descontextualizado,
sin edad.

Rueda la luz -vigesimoprimera,
descontextualizada-
por la tierna pared del mediodía.

Silencio,
¡se observa!

En la escena británica,
una roca color
de
(luz).

jueves, 5 de enero de 2012

en un vestido de perfecta talla

En un vestido de perfecta talla,
cuerpo celeste y cuerpo enardecido,
como se viste un campo de batalla
con sangre de perfecto colorido.

Como se viste la desnuda playa
con las olas del mar atardecido
o se desnuda el fuego en la metralla
que corta el aire con mortal silbido.

Vestida con idéntico arrebato
desde el cuello a la punta del zapato:
de rojo de los pies a la cabeza.

O, dicho de otro modo, desvestida
como se viste un alma a la medida
o se abandona un cuerpo a su belleza.

domingo, 1 de enero de 2012

sonata ambiental



Un viento argumental
azota los tejados de las casas procurando dañar las antenas de televisión
(las arterias en general).

La carismática corriente de aire que juguetea con las ciudades
y recobra la sensatez en el espacio abierto.

Ese viento maléfico da en la cara de la bestia.
El viento achucha al animal sediento de sangre,
adorna su rugido tremebundo,
y ambas ferocidades hacen causa común contra el ambiente.

El ambiente es veloz.
Hay velocidad en el ambiente; hay frescor, soledad, y varias zarpas
(pues... ¡quién va a salir de casa con este huracanado!).

Era en Inglaterra donde los médicos recetaban baños de viento a los pobres enfermos,
que se iban por los acantilados y morían pronto de cualquier extravagancia.

Fundamentalmente, este viento despeina
(no a la bestia).
Despeina tanto que despeina el pensamiento,
que ya parece feo y malpensado.

Y qué trance por las esquinas, qué destape natural, erizado, y qué espinoso.

Cuántos coches y el tren, pero el viento compite,
llega primero al árbol.

domingo, 25 de diciembre de 2011

hcc


I

En la teletienda de la navidad,
un millón de enanos fabrica barbas blancas.

En el centro comercial,
el hombre del centro comercial se siente como en casa.
Se reconoce en el jersey ceñido del tipo que hace cola junto a él,
y en su compra.
Es el hospitalario colorido, las marcas y sus precios,
el mundo en oferta.

El hombre del centro comercial
se desplaza en un vehículo tremebundo
-ese tremendo bólido de sus entretelas-,
sin pisar las calles ateridas donde se muere el aliento
y aúllan los perros su malestar congénito.

Compra con seriedad, serio como una apoplejía,
desafiante,
pero se da el gusto de comprar alguna bagatela para el coche.

Se administra admirablemente,
que a él no se la dan,
que tiene su cultura.

Fuera, comienza a nevar.


II

El hombre del centro comercial
no vota en las elecciones generales
(que sabe de política).

Acude al prestamista para adquirir una tanqueta posmoderna
desde la que combatir a sus semejantes.

Prefiere Ikea porque no le importa infravalorar su fuerza de trabajo
(es un dumping social de sí mismo)
y desconoce el significado de la palabra empatía;
todo sea por el airbag intravenoso,
el GPS de Pulgarcito.

Un día aciago,
no compró.
Paseaba en chancletas por las galerías
como un velocirráptor jubilado,
escupiendo pobreza.

Afuera, los rayos del sol pasaban de cero a cien en un nanosegundo.

sábado, 17 de diciembre de 2011

introducción a la misión del arte (soneto final)


El arte es una infancia en el destierro,
es una patria sórdida que exilia
en otra soledad y otra familia,
y solo en calidad de testaferro.

El arte es ser tratado como un perro
y no morder la mano que te auxilia.
El arte es una fobia y una filia,
es un renacimiento y un entierro.

El arte es proclamar lo nunca dicho
y hacerlo desde el púlpito del nicho,
no desde la peana giratoria.

Y, cuando el corazón quema sus naves,
el arte es recordar lo que no sabes
y olvidar lo que sabes de memoria.

martes, 13 de diciembre de 2011

a través de su intacto proceder

liliana ang, la lectura, acuarela sobre papel, 2010



Rama lee y resulta grácil en el acto,
como si hubiera crecido con un libro entre las manos.
Ella, elástica, puede apaciguarse lentamente,
visitar la quietud.

Lee y resulta romántica, un libro cualquiera;
pero no es un libro cualquiera, es su obra maestra.
Sujeta el tosco volumen -tosco ha de ser-
con los dedos flexibles emancipados del hueso.
Algo encorvada -¿tal vez bajo el peso de los siglos?-,
diseñada al viento la modélica espalda,
sus labios besuquean una lágrima virgen,
su mirada textual se arroja al pozo de la página siguiente.

El escritor se acerca, echa un vistazo a la cubierta y piensa:
está hojeando un libro de autoayuda,
pues así la sitúa en las antípodas del arte;
otra persona llega a su lado y avizora que Rama está leyendo a Thomas Mann.
Cada nuevo avistamiento descubre un título diferente,
unos ojos de según qué color.

Ella lee y resulta atractiva, líquida, como debajo del agua,
que sorbe las palabras con proceder intacto
y su cabello vuela en varias direcciones.

Rama se sabe el libro de memoria.
Podría recitar el capítulo tercero sin omitir un solo desenlace.
Rama no lee esas frases construidas a golpe de talento excepcional,
esos muros patrióticos o párrafos levantados en vilo por el estro,
inventa una novela rápida entre las líneas de la página en blanco.

sábado, 3 de diciembre de 2011

un poema de Ramón Ataz


MUJER SOBRE UNA ROCA


En la tierra crecen montes como piernas dobladas.
Un suave sudario cosido con seda,
cubre a la pendiente que siente subir
por su piel hileras de erizos enfermos.

Detrás de algún árbol, una masa vítrea
refracta la luz
-metida a codazos entre la negrura-
lacia y sin memoria,
proyectada a ráfagas por un cielo opaco
incapaz, no obstante,
de ocultarse entero.

Si cupieran allí los ojos de los hombres,
si hallaran un hueco los de las mujeres,
si serpentearan sendas practicables
hasta el núcleo mismo de aquel laberinto,
podrían descubrirla
por fin, recostada
sobre alguna roca,
casual, cambiante,
arropando en su cuerpo al musgo que duerme
por una noche, cálido.


Ramón Ataz

jueves, 1 de diciembre de 2011

los huesos nuestros

Aquel muchacho de cincuenta años
desconocía la escritura límpida (u olímpica) de los ganadores:
no había hecho los deberes.

Su casta pertenecía a lo epidérmico,
pero su novela era hueso duro de roer.
Su panfleto era hueso de la fosa,
rodeado de ancianos vacilantes, sobrecogidos ellos,
moviéndose como bebés a cámara lenta,
sujetos a ese torvo principio de incertidumbre, con esa conmovedora eficacia.

Aquel muchacho negro y cincuentón perdía hueso por la mañana
y lo recuperaba por la noche;
sacaba la bandera roja de debajo de la alfombra
y, entonces, sus manos escarbaban el parqué
y los muertos de siempre rugían desde el fondo de sus corazones.

Sacaba el hueso, y la cartera vacía, y una llave de la casa derribada.
Luego, escribía un blues
que no podía ser perfecto,
que no podía ser una escritura limpia,
sino que ya mordía el polvo y ya se recocía en pucheros de sangre.

Aquel esclavo de cuántas primaveras era uno de los nuestros,
Nada atildado, con su sensibilidad tercermundista,
con su destreza para sentirse fuera de lugar y su lenguaje rijoso.
Un desgraciado que no sabía estar ni entre su propia cochambre.

Porque su forma era la del hueso perruno y su sabor el del hueso de la olla,
Porque su verso describía fábricas y misteriosos jardines
y las protagonistas de sus cuentos salían de trabajar a las ocho de la tarde.

Nosotros somos así. Venimos de un espejismo.

Disparen a la fosa, allí, en la oscuridad, estamos a salvo,
rodeados de ancianos temblorosos,
y de los huesos nuestros.






jueves, 24 de noviembre de 2011

parque en acción


Está triste el parque, está caliente. Es el parque en acción.

El pájaro que surge a caballo de una recta luminosa,
los setos de buen carácter que necesitan un corte de pelo,
los chuchos que corretean con la mente en blanco.

Hay un parque en Invierno y en verano, un tiempo relativo para cada lugar,
cada tronco, cada brizna de hierba empadronada.

La persona camina sin mirar el reloj. Va despacio y se para.
Acelera sus pasos cuando cree que aumenta la densidad del aire
(un pino adolescente atisba la figura humana y se ríe de raíz de su fragilidad).

Todos saben que la rosa quisiera proferir obscenidades,
a pesar de los enérgicos jilgueros con sus clases de canto,
de las magistrales lecciones de protocolo que imparten los cipreses,
en contra de su naturaleza.

Niños con zapatillas de deporte.
El polvo se levanta y es brevemente impulsado por una racha dominante.
Voces agudas que contrastan con el silencio de los bancos de madera.
Dos policías saludan en una estampa familiar.
La chica con el carro del bebé.

El parque tiene mañanas, tardes y noches.

De noche, alguien camina sin mirar, incrementa su ritmo hasta lo deportivo,
puede no llevar un arma.
En cualquier caso, es mejor no preguntarle la hora.

martes, 15 de noviembre de 2011

una sombra dormida puede llegar a ser muy peligrosa


¿Cuánta soledad habita en una sombra?

Veamos.

Pasea la sombra dándose de bruces con el empedrado,
tropieza en los bordillos a punto de dar un salto mortal hacia una nueva dimensión.

La sombra no se duerme, pero desaparece,
se esfuma entre volutas de sueño eterno, se colapsa y vomita pesadillas.

No ambiciona el estímulo prosaico del color ideal.
Ensaya un espejismo azul frontera,  
rojo denominado sangre,
blanco puro como desentrañado.

El polvo comprende su lenguaje a contraluz,
las profecías ocultas en su chorro de voz anestesiada.

Media soledad habita en su antesala, precisamente.

Completamente no está sola, no bajo la tierra,
no a ras de suelo, carcomida de insectos kamikazes,
ni en la pared adulta, ni siquiera en el techo moteado de juvenil acné.

La sombra se combina con el viento desatando un simpático conflicto.
La sombra comparada con el viento es un pájaro inmóvil.

La sombra mata moscas con el rabo.
Pasea corrompiendo la luz de las farolas.
Como siempre está muerta, emite gravedad por la cintura.

Así capta la sombra sus retales de cielo.
Así se desvirtúa. Así despierta.
Aferrada al destello de la imperfección.

martes, 1 de noviembre de 2011

breves

ÉRASE UNA VEZ


un espejismo que indagaba en los ojos del hambre,
nuestros ojos.

De noche, alguien que arañaba la puerta de la casa
nos despertaba
y acudíamos vivos a su llamada errónea;
una gélida tos traspasaba entonces la cancela metálica
para romper la membrana del primer pecho,
luego se extendía como un fantasma prepotente
alcanzando a las madres.

Un ser perverso a las doce de la noche, algo indecente de la madrugada.
Nosotros lo llamábamos
el hombre que susurraba a las mirillas.




¿QUÉ FUE DE AQUELLA SOMBRA?


La lóbrega paciencia de los campos malheridos de escarcha,
invita al jornalero a soñar con rotundos olivares.
Olivos retorcidos bajo el hacha y una blancura sin despojo gris.

¡Cultivemos un ansia de la huerta!

Las liebres no son ciervos de claqué.
El cuervo es más radiante que la urraca
(nunca pasa de moda: es su color).

¿Adónde va a parar el clima con tanta refutación de principios?

Volvíamos del campo con las manos reventadas
y las narices frías,
un vuelo colosal nos entregaba al sueño.

¿Qué fue de aquella sombra del ciprés?




ÁNIMA TRISTE


Triste como un infierno en obras,
triste como el amor calado hasta los huesos,
ánima triste.

Tengo una que me sube por la espalda,
alma de robot.

Cuando lucho por algo se me escurre y convoca a su ejército de tibios
-alma de pravia, ánima triste-,
su batallón de harapos y suspiros gigantes.

Con esa arquitectura, me repongo, cabalgo desde el sueño a la palabra.




IDENTIDAD NACIONAL


El banco y yo somos parecidos: ambos necesitamos capital.

Con el colt a la cintura, como el forajido Watson,
doy un paseo hacia la cristalera manirrota,
el escaparate cabrón.

Al entrar, un tipo de uniforme me interroga en silencio,
escruta hasta mi escroto,
me vuelca y me sacude con los ojos mecánicos.

Simpatizo con él, no obstante, le desarmo y me llevo la guita.

El banco y yo somos uña y carne:
solo robamos para complacer a nuestras locas familias.

--- 


MESSING WITH MY LIFE (bonus track)


Daisy se casa de blanco en la campiña.
La imponente torre gótica de la iglesia invita a cometer solemnidades.
Dentro, el vino congelado de los cálices entra en ebullición,
un ángel decadente roza con su espada de juguete la frente de la novia.

                                                             ¡No!

Y las hermanas salen de milagro
ofreciendo sonrisas diferentes al imprevisto azul.

El descapotable arranca un pedazo de historia.
Presas de cierta derrota, las muchachas burbujean en el asiento de atrás;
corre el carmín.

Kitty lleva una armónica en la liga,
Lewis acelera el pulso a la guitarra
y Daisy lleva el ritmo con un pie al otro lado del mundo.




 Kitty, Daisy & Lewis, 'Messing with my life'

viernes, 28 de octubre de 2011

una dosis de párvula filosofía


Sombras victoriosas apuñalan el alba.
La luz pierde el compás y merodea por el espejismo cotidiano
forjando un eslabón depredador que diezma el tornasol de las mejillas
y resume el carmín en una línea de fuego.

Camino del colegio, la niña cree que las rosas son estúpidas
como madres que abusan del color.

Dos clases de barrenderos patrullan las aceras aleladas,
los que tienen un sueño y los que no.
Los de la primera clase no llevan auriculares.

El autobús desplaza su peligrosa mole de conexiones eléctricas
por la intransitable avenida y los árboles gimen enclaustrados,
cimentados en balsas de ínfima naturaleza.

La composición del aire abandera una deriva heroica;
una creación melancólica que se balancea entre el cielo y la tierra
inflige daños colaterales en las mentes adultas.
La vida y la muerte coinciden en cometer sus fechorías al trasluz,
inmunes a la evolución del pensamiento,
lejanas al momento en que suceden ubicuas.

Así, la niña no sabe amar ni entiende la belleza;
prescinde del escalofrío que propicia el recuerdo,
pero refleja cierta nostalgia, cierta forma de no ser invisible;
sus trenzas áureas -su viva imagen-,
augura un arte principesco en el oscuro trayecto
y fulmina a las rosas con la grávida mirada repleta de vestidos de fiesta.


Seguidores