La muerte está de luto: un Ángel ha
nacido
para la posteridad, el lucro cesante,
la cesantía y sus haberes,
y sus propósitos. El Ángel se llama
Dest, compite por un nombre completo, compite por la caricia del padre,
la voluntad del padre, un
reconocimiento abstracto.
Dest rivaliza, ahonda en sus
preocupaciones seculares, bebe para olvidar. Anda vinculada
a un poeta y otras personas que viven
en el campo, pasan por la Avenida y luego te las encuentras al doblar la
esquina,
ese tipo de gente necesaria que oscila
entre el milagro de la sangre y el de la representación.
Corrige su vuelo con la intención de
adecuarlo al Arte
novísimo, las creaciones
incandescentes de su escuela natal. Consigue un cuadro
pesimista de alta introspección
simplemente con el balanceo ecuestre de una parte de su sombra
congelada, gélida forma que emana de
su estado físico.
Hitos a tener en cuenta: la vorágine del humo, su categoría hechicera; la
hierba
comestible y la otra de fumar que se
sobrepone, sabe mejor, invita al sueño de la idea, se desenrolla
como una ficción cinematográfica
protagonizada por una servidumbre fantasmal.
Los espacios se relevan en la
mentalidad de la población; en uno de ellos
la plana del Hop da vida incluso a los
aspersores, todo motor, toda probeta, todo espectáculo vital, vacunas
contra la polio, la peste, la
radiación gamma. La música corroe el transcurso
enigmático del tiempo, dificulta las
perturbaciones comunes, los vicios mentales más ambiciosos.
Por tanto, Dest se considera opuesta a
esa fábrica de divas del soul; su poema
grava las rentas más altas, ejecuta
niveles superiores de estrellato, contrae compromisos decididamente peculiares
con una pléyade de contratistas empíreos,
un cártel ecuménico
celestial entregado a su voto de
pobreza y sus apariciones.
Negro es el color. La fuerza
imperativa de la noche modulada y rígida como una esfera de luz; la luz
es una prueba que todavía no hay que
superar, es un recelo. Y tiembla,
se deduce de un fuego inmaculado,
tapiza la industria del deseo. Forja materiales para la construcción
devota del ayer.