El espejismo se hace presente, es el
presente invadido por recreaciones de la perversidad
futura; lo cierto es lo que permanece
invertido,
pertenece a una sociedad sin límites.
La fotografía capta un esbozo real,
sobreviene con toda su apariencia, realza cualquier flaqueza imaginativa;
orgullo de la tecnología, su
resolución resuelve disputas matemáticas: Harlem a principios de los noventa,
el manifiesto
oficial de la cancha de basket, los
surtidores de verano y la ferocidad de un ángel de cartón. Cuántos
ángeles verificados, auténticos como
una bala en el cerebro, como una ala norte,
semidioses cultivados en el
polideportivo, héroes de la pista de baile.
No existe otra bendición semejante,
otra contradicción con mayor poder sugestivo. Son nuestras Sisters With Voices,
seres humanos sobre un fondo
apocalíptico de destrucción metódica; donde estuvo el centro
comercial hay un montículo
improductivo, radiación que se te mete en los bolsillos. Hasta los ángeles se
acercan
con trajes impermeables, parecen
astronautas del quinto paraíso, oh, espacio amurallado (no hay espacio para el
amor).
Amor es lo que traen en los bolsillos,
pequeñas píldoras, miniaturas del superlativo amor que salva galaxias en
apuros,
planetas inocentes. En realidad, no
hay un espejo suficiente para tanto dolor; Jordan no se mira en el espejo,
tiene la dentadura en mal estado, dientes
mellados, muelas picadas, acné juvenil a los 25, el pelo negro y lustroso, eso
sí,
el pelo en su lugar, rizado y llamativo,
mullido como una solución habitacional de dos por dos.
Ahí está el dilatado, remozado
delirio, la mesmerización involuntaria, el mecanismo
autónomo de las revelaciones, (esto
es) the miracle. Producido por Destiny (o por Disney), dirigido por Destiny,
algo acerca del destino,
por supuesto, acerca de la noche en
que todo terminó.
La nave especial desciende con
apabullante aparato escéptico; de ella sale un robot mayordomo con la bandeja del
soul,
su voz es la voz del cantante de gospel
y brilla en el desierto, cautiva auditorios, diviniza el polígono del Arte. En
realidad, el Parque
sustituye al vacío; el Parque nada en
sangre. Pinchas un alma y derrama un litro de sangre azul, pinchas un millón de
almas
y tienes un océano de luz que es
necesario ocultar.
Jordan se mira en el agua azul y de su
reflejo surge una materia pensante que no se puede comer pero
da forma; y la forma es un cuerpo de
atributos espléndidos, neumático pero invisible, es un donativo para el hambre,
precuela del amor y sus misiones, solo
efecto, sin causa ni pecado.