Los
chicos fuman a ambos lados del camino real. Columnatas de humo, un claustro
fantasmagórico;
el césped reconforta, se une a la franquicia colorista,
el
concierto ofrecido por las flores. Una rosa es como una sociedad ilimitada
o como
un baile -piensa Jordan-. La fortuna sonríe cada día a una familia diferente,
también hoy una madre
ha
encontrado su puñal debajo de la almohada.
Ella
sabe que hay que distinguir bien los hongos
de los
sombreros y de las intenciones. Infusiones y viajes de ida y vuelta al edén en
un expreso antiguo,
pasillos
y compartimentos, ventanas de guillotina, coches cama. El coche cama es
adecuado para el opio, uno se encuentra
gente
oriental y puede conversar en otro idioma,
ya en la
lengua litúrgica de la instrucción, ya en la jerga galante de la búsqueda.
El
traqueteo acerca a la monotonía, que es una virtud singular, un estado
romántico de las apariencias
y las
emociones. Entre los raíles aguardan los espectros, en las curvas rápidas donde
el paisaje
acumula
una aglomeración sin precedentes de postes de la luz.
Sintaxis:
de la reacción a la rebelión; todas las letras juntas en una palabra menos,
nada de palabrería;
el
silencio vale su peso en pan duro, su peso en guerra, como un alma. Cuando te
hablan, lo correcto
es negar
con la cabeza, fingir la pesadumbre de los elegidos
(y
agarrar fuerte la correa del perro).
En la
pared, Jordan ha dibujado su nombre, que no es un simulacro de apodo
virguero
y suburbial -¡y cómo suena!-. La firma oscurece el patio, que es de lo que se
trata,
se ramifica
por toda la ciudad emboscada tras cristales ahumados como en un eclipse general
y auténtico.
Las
manos de la noche han gorroneado un desayuno intacto,
Gris se
apodera del mensaje: será que le remuerde alguna fantasía. A cámara lenta, los
ojos burlan
el
tránsito de una bala de plata. En una maniobra de futuro, la muchacha agota su
munición
y deja
el área sembrada de hermosos cadáveres, pero es solo una imagen. Los pájaros
abrazan la aurora
disimulando
su frágil esperanza.
Esto no
es aire, no sirve para respirar, está infectado de violencia -juzga Jordan en
un soplo-. Tras la puerta entreabierta
un
hombre se masturba. El humo moldea un realismo culposo, la sangre no se ve,
los
autos merodean plagados de enemigos acérrimos y en el silencio late una verdad
más pura que la cara del hambre.